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Cómo lograr un hijo rebelde (1)

“El mundo que dejaremos a nuestros hijos dependerá de los hijos que dejaremos a nuestro mundo”
Federico Mayor Zaragoza.
Michel Jordan ha sido, probablemente, el mejor jugador de baloncesto de todos los tiempos. A este jugador de los Chicago Bulls se le conocía como “el águila de la cancha” porque, literalmente, volaba al ir a encestar. El trece de enero de 1999, en el United Center, y entre lágrimas de emoción, Jordan, sorprendió a
FAMILIA AUTOR José Luis Navajo 11 DE MARZO DE 2006 23:00 h

Esa decisión, que llegaba mucho antes de lo esperado, provocó sorpresa y perplejidad. Tuve ocasión de escuchar la conferencia de prensa en la que el deportista transmitía el comunicado. Los periodistas querían saber la razón de su abandono y le interrogaban también sobre su futuro.

Michael Jordan contestó con una tranquilidad asombrosa y utilizó para hacerlo una frase contundente: “A partir de ahora voy a ejercer el oficio más difícil: voy a ser padre”. Su respuesta me impresionó por acertada y oportuna. Ningún oficio es más difícil que el de la paternidad. “Es más fácil gobernar una nación que a un hijo” Dice un proverbio chino, al que yo califico de veraz. Pero ninguna actividad reporta más satisfacciones y beneficios que ejercer adecuadamente ese papel.

Soy padre desde hace veintiún años y eso me permite ratificar la confesión de una sufrida madre, quien decía: “Hace muchos años tenía diez métodos de educación y ningún hijo; hoy tengo diez hijos y ningún método de educación”

En mi humilde experiencia he podido comprobar que no existen métodos de educación, lo que hay son principios para educar. Los métodos cambian, pero los principios permanecen inalterables. Los métodos deben adaptarse a los tiempos; los principios, por el contrario, deben perpetuarse. No me siento autorizado para decir qué debemos hacer con el fin de educar bien a un hijo, pero si me atrevo a compartir lo que nunca deberíamos hacer. He dado en llamarlo:

CINCO REGLAS PARA CONSEGUIR UN HIJO REBELDE

1ª regla.- Corrige a tu hijo con palabras, pero nunca con tu ejemplo. La escalera de la educación consta de cuatro peldaños:

DAR EJEMPLO. Este es el primero. Nunca podremos educar eficazmente a nuestro hijo sin pisar ese peldaño. Lo que eres –dijo alguien sabio- me distrae de lo que dices, porque tus hechos hablan más alto que tus palabras.

La falta de coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos es un atajo que conduce a nuestro hijo a la rebeldía. Ninguna cosa resta tanta autoridad a los padres como el mal ejemplo.

Leí hace tiempo -y no logro olvidarlo- el caso de un padre a quien comunicaron un día que su hija de dieciséis años acababa de fallecer en un accidente de tráfico, mientras viajaba con otros tres muchachos. Los análisis demostraron que los jóvenes estaban conduciendo bajo los efectos del alcohol.

Tras recibir la trágica noticia, este hombre apretó los puños y gritó: “Mataré al tabernero que les vendió el alcohol”. Pero antes de salir a cumplir su propósito, se acercó al mueble donde guardaba sus licores, con la intención de beber un trago. Al abrir el mueble descubrió una de las botellas casi vacía, y una nota pegada en ella. Inmediatamente reconoció la letra de su hija: “Papi, estuvimos bebiendo de tus licores, espero que no te enfades.”

En ocasiones parece que los dos oídos de nuestros hijos se comunican por un conducto que la ciencia aún no ha localizado, de modo que, lo que les entra por uno sale por el otro. Sin embargo es sabido que aquello que penetra por los ojos de nuestros hijos se aloja de manera permanente en su memoria. Alguien lo dijo con estas palabras: “Con nuestros actos, cada día de nuestra vida, estamos haciendo ingresos en el banco de memoria de nuestros hijos”

No podemos anteponer ningún otro aspecto de la educación a éste. La mente de un niño es una cámara fotográfica que registra todas las escenas que ve. Mientras toma imágenes no ocurre aparentemente nada, pero luego llega el momento del revelado, y entonces sale a la luz todo lo que registró.

Intentar imponer unas pautas de conducta que nosotros no respetamos es, en el mejor de los casos, una sutil hipocresía; pero es, además, una actitud que nuestros hijos no toleran. No nos respetarán por el autoritarismo, ni por el volumen de nuestra voz, sino por la firmeza con la que practiquemos los principios y actitudes que declaramos.

ENSEÑAR. Este segundo peldaño consiste en explicar a nuestro hijo, de manera clara y concreta, lo que esperamos que haga, a la vez que le informamos detalladamente de cuáles son las normas del hogar. Es importante enseñar con claridad cosas concretas. Al niño no le vale con que le digamos "sé bueno", "pórtate bien" o "come bien". Estas instrucciones generales no le dicen nada. Lo que sí le vale es darle con cariño instrucciones concretas de, por ejemplo, cómo se coge el tenedor y el cuchillo. O, cuando es más mayor, a qué hora exacta debe estar en casa. Eso supone una fuerte inversión inicial de tiempo. Requerirá que nos sentemos con él y aclaremos todas sus dudas; pero siempre es mejor que pasarnos luego el día renegando por todo lo que esperábamos que hiciera y no ha hecho.

Me refiero a unos “contratos no escritos” pactados y necesariamente cumplidos. Poco a poco, y a medida que aumenta la edad y la responsabilidad, se podrán ir modificando.

Algunos se sorprenden de que hablemos de “normas” para nuestros hijos. Piensan que ser un padre progresista y liberal es educar a los hijos sin establecer ningún límite. Eso es un error atroz.

El “no”, lejos de ser un desencadenante de traumas, es algo que ayuda a crecer. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no tiene conciencia de qué es bueno ni de lo que es malo. No sabe si se puede rayar en las paredes o no. Los adultos somos los que hemos de decirle lo que está bien y lo que está mal. Dejar que se ponga de pie encima del sofá porque es pequeño, por miedo a frustrarlo o por comodidad, es el principio de una mala educación.

El efecto de esa condescendencia equivocada es totalmente negativo; un hijo que hace "fechorías" y al que su padre no corrige, piensa que es porque su padre ni lo estima ni lo valora. Los niños necesitan referentes y también límites para crecer seguros y felices.

EXHORTAR. Es el tercer peldaño, y consiste en que, cuando los hijos han incurrido en desobediencia, o han traspasado determinados límites, nosotros debemos recordarles cuáles eran las normas y advertirles que si vuelven a “romper el contrato” tendrán que sufrir las consecuencias.

Al principio puede ser necesario dar tiempo de aprendizaje; especialmente cuando hablamos de niños pequeños. Una vez que le hemos dado las instrucciones concretas y claras, las primeras veces que las pone en práctica, necesita atención y apoyo mediante ayudas verbales y físicas, si es necesario. Son cosas nuevas para él y requiere un tiempo y una práctica guiada. Pero cuando descubrimos que sus “errores” no son tales, sino que son “desafíos” a la autoridad de los padres, es necesario advertir de que esa actitud acarreará consecuencias.

DISCIPLINAR. Es el cuarto peldaño, y sin duda el más difícil. Pero es absolutamente necesario. Una vez que se ha exhortado al hijo pero éste persiste en su actitud, es necesario pisar este escalón. Los padres que se pasan la vida gritando “la próxima vez te vas a enterar”, pero el hijo nunca se entera, pierden la autoridad. El hijo sabe que todo queda en amenazas que nunca se cumplen.

Prodigar amenazas es negativo. Las amenazas no cumplidas y las mentiras, restan credibilidad en el adulto.Si alguna vez se utiliza una amenaza, ésta ha de ser realista. Se acabó el “si te portas mal, te llevará el hombre del saco”

No hay nada peor para un niño que una promesa no cumplida de los adultos. Aunque esa promesa sea la de un castigo. Ceder después de decir no, o dar marcha atrás después de haber prometido un castigo, tiene efectos nefastos en la educación. Una vez que usted se ha decidido a actuar, la primera regla de oro a respetar es la del “no”. El “no” es innegociable. Nunca se puede negociar el “no”, y perdone que insista, pero es el error más frecuente y que más daño hace a los niños. Cuando usted vaya a decir “no” a su hijo, piénselo bien, porque no hay marcha atrás.

Si usted le ha dicho a su hijo que hoy no verá la televisión, porque ayer estuvo más tiempo del que debía y no hizo los deberes, su hijo no puede ver la televisión aunque le pida de rodillas y con cara suplicante, llena de pena, otra oportunidad. Hay niños tan entrenados en esta parodia que podrían enseñar mucho a las estrellas del cine y del teatro. En cambio, el “sí”, sí se puede negociar. Si usted piensa que el niño puede ver la televisión esa tarde, negocie con él qué programa y cuanto rato.

“Corrige a tu hijo y te dará descanso, y dará alegría a tu alma” Proverbios 29:17. Es un consejo que nos da la Biblia. Me gusta especialmente como figura en la versión en lenguaje actual de Sociedades Bíblicas Unidas: “Corrige a tu hijo y vivirás tranquilo y satisfecho.” Proverbios 29:17 (Biblia en lenguaje actual SBU).

Hoy hemos visto la primera de las CINCO REGLAS PARA CONSEGUIR UN HIJO REBELDE. Pudiera ser que aquello que hemos referido en este apartado, genere ciertas preguntas y hasta discrepancias. Lo veré lógico y totalmente respetable; no obstante, estoy seguro de que las cuatro reglas restantes, arrojarán mucha luz y disiparán dudas que ahora se nos presentan.
 

 


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