Es cierto que ésta ha evolucionado en todas las materias y con referencia al texto bíblico, parte a priori de principios analíticos menos sesgados que hace años, no forzando un hallazgo arqueológico para explicar un relato bíblico, sino dejando que éste hable por sí solo. Es en este punto donde aparecen factores a considerar; entre ellos no siempre los materiales encontrados, son sencillos de interpretar y por otro lado, la falta de los mismos inicia unos planteamientos que los más osados declaran como verdad objetiva, cuando son teorías personales que explican conceptos preconcebidos.
También se niega el Éxodo aludiendo a los anacronismos (palabras que provienen de un periodo posterior) para restar credibilidad a la Biblia, cuando estos no son más que inclusiones de glosas de escribas en las sucesivas revisiones y copias. Como ejemplo “el camino de la tierra de los filisteos” en Éxodo 13:17.
Es innegable la fuerza de una tradición histórica, de la que toma su identidad Israel, fundada sobre unos acontecimientos que marcan la religión monoteísta, y que parten de una esclavitud inconcebible de memorizar para el honor de un pueblo, sino fuera por el suceso trascendental y extraordinario narrado.
Partiendo actualmente de la falta de datos explícitos en fuentes externas al relato bíblico del Éxodo, no obstante, hacemos una aproximación al lector, para que, un poco al corriente, interprete algunas referencias históricas:
ISRAEL EN EN EGIPTO
La presencia de semitas en Egipto en el segundo milenio AC, está abundantemente verificada por hallazgos arqueológicos y textos históricos. Las pinturas de la tumba de Jnumhotep II en Beni Hasan (Dinastía XII) muestran a cananeos bajando a Egipto, con animales y bienes (cuya imagen se corresponde con la que encabeza el comienzo de este artículo).
El arqueólogo I. Finkelstein indica:
“sabemos que algunos fueron asignados como esclavos para cultivar la tierra de las fincas propiedad de los templos. Otros lograron ascender en la escala social y acabaron siendo funcionarios del gobierno, soldados e incluso sacerdotes.”
Sobre 1800 AC y a través de un proceso gradual, se realizó una invasión pacífica de Canaán a Egipto, culminando en el establecimiento de una nueva dinastía, la XV conocida por el nombre de Hicsos
“Soberano de países extranjeros”, con capital en Avarís “Tell ed-Daba”, situada en la zona oriental del delta del Nilo. (Es en este contexto donde podemos ubicar la entrada de la familia de Jacob en Egipto.) En el canon de Turín aparece la lista de reyes de esta dinastía que fue expulsada por el faraón Amosis en 1570 AC, cuyos hechos se encuentran narrados en la tumba del marino y militar Amosis hijo de Abana (necrópolis de El-Kab.) Este faraón llegó a perseguir a los Hicsos hasta Sarujén cerca de Gaza, donde la asalta tras un largo asedio.
El arqueólogo Manfred Bietak, director del Instituto Arqueológico Austriaco y al mismo tiempo director de la excavación en el yacimiento de Tell ed-Daba, aporta el hallazgo de cabañas de Juncos de mas de 3000 años de antigüedad, pertenecientes a trabajadores (tal vez esclavos), con la misma planta y distribución que las antiguas casas israelitas de cuatro habitaciones, identificadas en Medinet Habu, frente a Luxor.
La existencia de numerosos nombres de origen egipcio en el relato bíblico, como indica el conocido erudito John Bright, son testimonios indirectos de la presencia de Israel en Egipto: Jofni, Finefás, Merarí, predominantemente en la tribu de Levi.
Otros nombres como el lugar de acampada Pi-hahirot (Fejirot) y Migdal aparecen en inscripciones egipcias, aunque estos lugares no han sido identificados con seguridad. Sí en cambio ha sido identificado Baal Safón cuyo nombre viene de un dios cananeo. Igualmente las ciudades de Pitom y Ramesés (Éxodo 1:11), la primera localizada en Tell-er Rettabeh al oeste del lago Timsá (noreste de Egipto), la segunda es la antigua capital de los hicsos Avaris reconstruida por Seti y su hijo Ramsés II.
Otras referencias internas en el texto bíblico son el origen del nombre de
Yahveh (Jueces 5:4) en el Sinaí (a la izquierda vemos
Jebel Musa lugar donde la tradición ubica el monte Sinaí). O el trasfondo del
Pacto de Moisés en el ámbito de otras leyes existentes en la Edad del Bronce, como el descubierto en los archivos hititas.
Es curioso lo que apunta el egiptólogo Kenneth Kitchen, reconocido experto de la XIX Dinastía egipcia que trabaja en la Universidad de Liverpool. Éste indica que el precio de las 20 piezas de plata por la venta de José como esclavo (Génesis 37:28) se ajusta al periodo hicso y no al periodo persa (como lo encuadran quienes afirman que la narración bíblica se hizo en este último) donde la venta de un esclavo era de 120 piezas de plata, confirmando así la ubicación de la historia de José en el periodo que relata la Biblia.
Se niega el Éxodo, basándose en la inexistencia de expresiones específicas sobre Israel en Egipto. Pero es manifiesta la costumbre de los egipcios de borrar todo lo que no era de su agrado como, por ejemplo, Akhenatón, llamado el faraón hereje, al que sus sucesores intentaron borrar su memoria, debido a que sus ideas religiosas chocaron con las propias de la tradición egipcia, o como el faraón Tuthmosis III destruyó los registros de la reina Hatshepsut, suegra de éste a quien detestaba.
ISRAEL EN EL DESIERTO
Nos dicen los que niegan la fiabilidad de la Biblia que no hay rastros arqueológicos del paso de los israelitas por la península del Sinaí. Ni en Cades-Barnea, Esión-Gueber, Arad, etc. en el Bronce Tardío. Pero, sería poco más que imposible encontrar hallazgos en el desierto, de un pueblo que está de paso hace más de 3000 años.
ISRAEL EN EN PALESTINA
Por otro lado, en Palestina la arqueología constata un gran cambio en él ultimo tramo de la Edad del Bronce. Sobre diferentes ciudades se levantan construcciones más pobres que las anteriores. En la zona montañosa se producen nuevos asentamientos, con una configuración agrícola y ganadera. La cerámica usada es tosca y pobre, la distribución de las construcciones es la típica “casa de cuatros habitaciones”, e incluso la alimentación, no encontrándose restos de cerdos en los poblados.
Mario Liberani, catedrático de historia de Oriente Próximo en la Universidad de Roma, hace la siguiente referencia sobre la posible mención de Abraham:
“Una estela de Seti I procedente de Bet-Sean 1289 AC hace referencia a luchas entre grupos locales, cuyo escenario es la zona circundante de la propia Bet-Sean, y que son presentadas como síntoma de la irremediable anarquía de la población local. La estela nombra, a parte de los Habiru del monte Yarmuti a una tribu de Raham. Podemos pensar que los miembros de dicha tribu se definieran como hijos de Raham y que su antepasado epónimo fuera un padre de Raham, que es el nombre del patriarca Abraham”.
La primera mención hallada de Israel en Palestina fuera del texto bíblico, se encuentra en la estela del faraón Merneptah 1230 AC,
hijo de Ramsés II, descubierta por Sir Flinders Petrie en 1896, en el templo de este faraón en Tebas (cuya foto vemos a encima de estas líneas, y ampliada donde se menciona a Israel a la izquierda de este texto).
Con una altura de 225 cms en granito negro, contiene himnos que celebran la victoria sobre los enemigos en una campaña suya a través de Canaán. En ella se cita a ciudades como Ascalón y Guezer así como al pueblo de Israel.
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