Como las palabras son nuestras aliadas, pero también evocan cosas muy distintas en quienes las escuchan, aclaremos en lo posible los términos. Me referiré hoy a los trastornos de ansiedad o depresivos, subrayando el matiz médico del término, diferente al uso común en la calle o en muchos medios de comunicación.
Observo que
aún en nuestros círculos hay una resistencia, por múltiples causas, a aceptar la posibilidad de que también un cristiano tenga dichas alteraciones, y que requiera la ayuda médico-psiquiátrica y psicológica necesarias, viendo todo este arsenal como contrario a la fe a priori.
Es cierto que algunas escuelas psicológicas han combatido aspectos de la fe cristiana. Por ejemplo, los planteamientos de Freud en torno a la idea de Dios son rechazables para un cristiano (de hecho a veces el psicoanálisis tiene más de religión que de ciencia),
pero no todo es así. Las más de cien escuelas de psicoterapia existentes, muestran lo complejo del abordaje de los procesos mentales del hombre y su sociedad. Pero no por ello hemos de tirarlas a la papelera. Como siempre: habrá que examinarlo todo y retener lo bueno (3) Pueden ser herramientas muy útiles para guiar al paciente hacia la recuperación.
Por ejemplo: la escuela cognitiva-conductual trabaja sobre las ideas irracionales que nos perjudican. Por supuesto: el marco existencial que el Dios de la Biblia nos propone es el más adecuado y el terapeuta integral será aquel que con el adecuado discernimiento, la sabiduría necesaria y una fe bien entendida (que pueden incluir perfectamente una sólida formación en psicología y desde luego es indispensable una potente formación bíblica), lleve al paciente a una restauración cuya plenitud sólo está en Dios. En el ejemplo anterior: el objetivo para trabajar las ideas irracionales sería la transformación mediante la renovación de nuestro entendimiento que propone Romanos 12:2
El ser humano ha sido creado como una unidad de espíritu alma y cuerpo (4) , cierto que tras la caída la enfermedad está continuamente en el escenario (aunque Dios puede obrar los milagros que le dé la gana).
No somos un conjunto de compartimentos estanco. La mente influye sobre el cuerpo y el cuerpo sobre la mente. Por eso en esta reflexión es crucial dejar sobre la mesa el ignorado ingrediente de lo orgánico, de lo físico.
En un sentido, al igual que lo hacen el estómago, los huesos, etc., también el cerebro enferma y es necesario ir al médico, sin que basten tan sólo la voluntad y la disciplina espiritual. Hace ya años que se ha demostrado que pacientes con trastornos depresivos tienen, entre otras cosas, un conjunto de alteraciones neurobioquímicas, transitorias, un alteración del funcionamiento de unos mensajeros químicos entre las neuronas de nuestro cerebro que llamamos neurotransmisores, o incluso alteraciones del flujo sanguíneo cerebral.
Puede ser que una alteración de las hormonas tiroideas, algo que un médico de atención primaria puede determinar fácilmente si lo ve indicado, esté en el origen de trastornos del ánimo nada desdeñables. En la génesis de ciertos trastornos de ansiedad se conoce ya la implicación de estructuras cerebrales concretas que disparan lo que conocemos como catecolaminas, sustancias responsables de que el paciente tenga sensaciones muy desagradables y variadas en su cuerpo originando las crisis de ansiedad, cosa que le puede ocurrir aunque se encuentre en el más bucólico de los entornos.
Claro que no es todo bioquímica, pero ésta tiene su papel. Por eso la indicación de la toma de ciertos medicamentos que regulan este aspecto. Es, pues, necesario el discernimiento ante las personas con estos trastornos, para dar un cobijo y cuidado integral y equilibrado en el seno de nuestras iglesias. La labor pastoral correcta no ha de desestimar nunca, todo lo contrario, la ayuda médica en dicho abordaje, para no incrementar el sufrimiento de quienes ya están tan heridos, añadiendo kilos de culpabilidad a la espalda.
El creyente tiene poderosos recursos en Dios, pero ha sido Dios también quien, en su providencia, nos regala la posibilidad de, por ejemplo, inventar fármacos que, correctamente indicados, ayudan en el proceso, colocados en el marco correcto de un tratamiento integral. Al fin y al cabo lo que Dios hizo con Elías fue, de entrada, darle de comer y dejarle dormir. La recuperación física adecuada antes de hablar de otros temas. Claro que los médicos y psiquiatras no cristianos sólo pueden participar en parte del proceso de recuperación de la persona (no los despreciemos por ello). Pero no tengamos miedo: la verdadera ciencia ni sustituye ni contradice a la Escritura. Y claro que es en ella donde encontraremos la fuente de la que nutrir nuestra vida, enseñada en todos sus aspectos y con el equilibrio adecuado.
(1) 1ª Reyes 19
(2) 2ª Corintios 2:
(3) 1ª Tesalonicenses 5:20
(4) 1ª Tesalonicenses 5:23
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