En los últimos años se han producido muchas tesis, que desafortunadamente sólo están disponibles en las bibliotecas de las universidades donde fueron presentadas, que podríamos citar como ejemplo de nuestra afirmación.
Una generación de investigadores más interesados en tratar de entender por qué es bien recibido el protestantismo evangélico, sobre todo entre los pobres del campo y las ciudades, ha dejado atrás los esquemas preconcebidos en los años sesentas y setentas del siglo pasado. La que también podríamos denominar la
teoría del Muro de las Lamentaciones (casi llorar y maldecir por el enraizamiento de un credo foráneo en tierras mexicanas), va menguando en los estudios recientes. No es casual que el nuevo enfoque se haya consolidado después la caída del Muro de Berlín, hecho que también tuvo repercusiones políticas y metodológicas en los medios académicos y transformó los acercamientos a los distintos objetos de estudio en las ciencias sociales.
De los varios libros publicados en este año que está por concluir, resaltó dos que se refieren a la misma zona, el mundo maya mexicano, y más específicamente a Chiapas, que de alguna manera es como el laboratorio de los cambios religiosos en nuestro país. Lo es por la cifras de la diversificación religiosa, más intensa que en cualquier otra parte del territorio nacional. En Chiapas, según el Censo del 2000, un 64 por ciento declaró ser católico, mientras el resto de la población es protestante/evangélica, de otra religión, de ninguna, y no especificado. Los libros son
Diversidad religiosa y conflicto en Chiapas: intereses utopías y realidades, de Carolina Rivera Farfán, Miguel Lisbona Guillén, María del Carmen García Aguilar, Irene Sánchez Franco y Salvador Meza Díaz; y
Protestantismo en el mundo maya contemporáneo, coordinado por Mario Humberto Ruz y Carlos Garma Navarro.
En el volumen
Diversidad religiosa, los autores hacen un interesente registro panorámico de los estudios sobre el protestantismo en Chiapas. Muestran cómo las “primeras interpretaciones del cambio religioso chiapaneco estuvieron marcadas por la percepción negativa del fenómeno”, debido a la identificación automática que hacían los investigadores pioneros entre cultura norteamericana y protestantismo. Al constatar, el grupo de investigadores encabezados por Rivera Farfán, que tanto la llegada del protestantismo a Chiapas fue por múltiples vías y no nada más una, y que la conversión sobre todo de los indígenas a otros credos distintos del catolicismo tiene distintas causas y razones, marcan con claridad que es necesario entender el fenómeno antes que reducirlo a intereses políticos o manipulaciones foráneas. Es así que al “contextualizar los procesos de conversión religiosa y relacionarlos con otros procesos sociales más complejos, el problema de la ‘penetración imperialista’ deja de ser el centro de la discusión en torno al protestantismo en Chiapas… Si los incipientes estudios surgidos a tenor de la preocupación nacional por la penetración ideológica extranjerizante, ejemplificada en los ochenta por las diatribas contra el Instituto Lingüistico de Verano, fueron incapaces de demostrarla, por la heterogeneidad misma del fenómeno, los trabajos posteriores han optado, decididamente, por desmarcarse de cualquier resabio conspirativo…”
Es decir, los conversos no son víctimas manipuladas desde afuera, sino actores, sujetos, que interactúan con la propuesta, la hacen suya, la adaptan y difunden.
Hubo una
ceguera que borró del horizonte la diversidad de orígenes del cristianismo evangélico en la geografía chiapaneca, y sólo se le redujo a una: el protestantismo se instaló en Chiapas a partir del arribo del Instituto Lingüistico de Verano en 1939-1940. No quisieron ver, ni los investigadores de izquierda, sobre todo antropólogos, ni la derecha católica, que el cristianismo evangélico se asentó en algunas regiones de Chiapas desde finales del siglo XIX. De la misma manera ignoraron que fueron los conversos al credo protestante los que tuvieron el papel preponderante en la difusión del mismo, y en contrapartida
inflaron el papel desarrollado por los misioneros extranjeros. De esto doy cuenta en mi libro
Poligénesis del cristianismo evangélico en Chiapas (2004), donde con evidencias queda plenamente demostrado que los datos encontrados apuntan hacia que el protestantismo se instaló y desarrolló en esas tierras varias décadas antes de que siquiera el ILV fuera fundado.
En el libro que coordinaron Ruz y Garma, se hace la misma precisión metodológica que en el anterior. Se habla de la insuficiencia de la
teoría de la conspiración “para explicar un fenómeno particularmente multivocal como es el de la conversión religiosa”
En la introducción a los trabajos que componen la obra, Mario Humberto Ruz hace una observación tajante respecto a lo reduccionista que es concebir a los mayas conversos al protestantismo como seres pasivos: “…considerar tal cosa sería caer de nuevo en el error de visualizarlos como entes desprovistos de capacidad analítica y no como actores sociales de su propio destino”. En el mismo sentido, y al comentar uno de los ensayos del volumen, Ruz resume: “nos muestra en forma clara lo equívoco que resulta la postura de ciertos científicos sociales que arguyen que a una conversión protestante le sigue inevitablemente la pérdida casi total de las tradiciones o costumbres
‘tradicionales’, siendo que en realidad ocurre una resignificación tanto de conceptos como de patrones de conducta cotidiana; en suma, una nueva identidad religiosa; una peculiar manera de ser protestante sin dejar de ser maya”.
El libro
no es de metodología, aunque la misma está implícita en los distintos trabajos que lo componen, sin embargo quienes tienen interés en estudiar la composición del campo religioso mexicano, en especial en las zonas indígenas, podrían leerlo detenidamente y desmenuzar cómo cada uno de los investigadores se acercó a su objeto de estudio.
Fue largo el camino recorrido de la descalificación a priori del crecimiento del protestantismo a su comprensión multicausal, y este proceso deja lecciones, una de ellas es que la estigmatización simplifica un fenómeno complejo y no lo explica sino que lo juzga de acuerdo a intereses ideológicos y políticos contraídos de antemano.
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