Existen varios relatos en donde confluyen los tres elementos enunciados en el título de este trabajo, aun cuando son experimentados en marcos ideológicos y culturales muy diferentes: la expansión del mundo conocido, en primer término, la cual
nos hace ver cómo los patriarcas recorren vastas extensiones territoriales; las migraciones, que obedecen a las necesidades materiales teñidas de obediencia a la voz de las divinidades para llevarlas a cabo; y la situación de las mujeres en medio de toda esta conflictividad.
La calidad
rebelde de los textos ha sido muy subrayada en algunos análisis acerca del episodio de Agar e Ismael, por ejemplo, adonde el género y la nacionalidad se agrega a la interpretación de los sucesos en clave liberadora.(2) En algunos de los textos no necesariamente aparecen los tres componentes, pero eso no es obstáculo para que su revisión aporte luz a la reflexión que los acerca.
LA DEBILIDAD MASCULINA EN UN CONTEXTO DE MIGRACIÓN FORZADA
Tamez resume muy bien
las andanzas de Abraham, el padre de la nación hebrea, por Mesopotamia, Canaán y el norte de África:
La historia de Abraham, el padre de la fe, está llena de migraciones, como es de esperarse de un nómada. Lo interesante es que el relato es narrado como obedeciendo a un llamado de Dios. Inicia su aparición en la historia de la salvación al emigrar de Jarán hacia Canaán por un llamado de Dios (Gn 12.1) [...]. Ya había emigrado de Ur de los caldeos con su padre y sus hermanos (11.31). Dios le pide en Jarán que deje a su familia y migre a Canaán. Se establece en Bet-el, lugar de Canaán, pero de allí se mueve hacia el Negueb (12.9) y de allí se ve obligado a moverse a Egipto por una hambruna (12.10).(3)
En esta parte del periplo es donde
nos encontramos con un patriarca débil, amenazado con perder la vida “a causa de la belleza de su esposa”. Para prevenirse, inventa que Sara es su hermana, pero cuando el Faraón intenta hacerla suya, Abraham reconoce el temor que lo invade y confiesa.
El llamado “padre de los creyentes” incurre, simultáneamente, en dos pecados: falto de fe, pisotea la persona y voluntad de su esposa para conseguir sus fines; su condición de migrante lo pone en entredicho pues está en manos del derecho faraónico. Su indefensión, puesta a prueba en múltiples ocasiones, hace que no piense mucho en el bienestar de Sara y se sirve de sus virtudes físicas para sacar provecho.
Sara, la migrante, no sólo está en riesgo en Egipto, igual que Abraham, sino que está a merced de sus caprichos, es decir, su persona y su decisión no cuentan. Esto recuerda el episodio de la mujer del levita, narrado en Jueces 19, adonde los hombres se libran a sí mismos a costa de la vida de una mujer anónima. Aquí tiene nombre pero eso no es impedimento para usarla como un objeto llamativo en manos de dos hombres con mentalidades contrapuestas pero con métodos parecidos. No es la misma Sara, llena de poder y autoridad, que decidirá después el destino de Agar. El dueño de todo y el migrante comparten la ideología patriarcal y sus divergencias son apenas cuantitativas, no cualitativas.
Matthieu Collin resume este episodio como sigue:
Abrahán sigue siendo un verdadero hijo de la humanidad marcada por el pecado, pero en adelante sus mismas debilidades no dejarán de tener consecuencias sobre la humanidad entera: terrible y maravilloso peso el de la vocación divina [...]
Al faltarle la confianza en la promesa de Dios, dominado por el miedo, por la cobardía, por la mentira, busca los favores del faraón poniendo en sus manos a su mujer, Saray... Pero esto no resulta, sino que acarrea la maldición sobre el faraón y su país (12.17) en vez de la bendición de la que debería ser portador. Será echado de Egipto y nadie sacará provecho de aquel incidente.(4)
La próxima semana veremos la historia de Ruth desde esta perspectiva de “Globalización, migración y género en la Biblia”
(1) E. Tamez,
op. cit., p.
(2) Cf. el ya clásico ensayo de E. Tamez, “la mujer que complicó la historia de la salvación”, en
Vida y Pensamiento,
(3) E. Tamez, “Migración y desarraigo en la Biblia”.
(4) M. Collin,
Abrahán. 2ª ed. Trad. de N. Darrícal. Estella, Verbo Divino, 1987 (Cuadernos bíblicos, 56),
pp. 49-50.
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