Seducción de futuro

No hace mucho, tuve la oportunidad de presenciar la siguiente situación, como una de las paradojas más tristes e injustas de la vida. Fui invitada a participar en un acto festivo que se celebraba, al aire libre, en El Centro Municipal del Mayor. Junto a este centro se halla ubicado también, el Albergue Municipal.

Al oír la música, los inmigrantes fueron acercándose. Al comienzo de la tarde, sus pieles destacaban contra las falladas encaladas, más tarde sus rostros se confundían con la noche. Parecían sombras con ojos tristes, sin nombres. De haber querido, con solo estirar la mano habrían podido alcanzarme. Sin embargo, guardaban las distancias, se acomodaban a su situación de “sin papeles”. Estaban detrás de las rejas, en la calle, observando lo que ocurría dentro del recinto del jardín de los ancianos. Ellos eran jóvenes, fuertes, con ganas de comerse el mundo, pero con un futuro tan incierto que sólo querían mirar hacia dentro de aquel espacio ajardinado, donde Futuro parecía esperarlos con manos rebosantes.

Aunque sabía que mi postura no cambiaria la situación, yo no quería mirar. Mirar, a veces, me hace sufrir de un modo insoportable. Les oía hablar su propio idioma. Supongo que hacían comentarios sobre nuestra manera de vivir.

Ellos, los que habían logrado saltar la verja que les ataba a la pobreza, estaban en aquella calle, supuestamente libres para hacer lo que quisieran, pero miraban adentro, hacia los que estábamos cercados y protegidos por la valla. Codiciaban la prisión estable del asilo, la vida ya hecha, la no preocupación. Estaban allí, aferrados a las rejas, como encarcelados libres deseando la esclavitud y la seguridad del recinto cerrado en fiesta. Miraban lo que hacíamos, como pájaros desorientados queriendo entrar en la jaula de oro del canario que feliz canta. Ironía. Obsesión colectiva por mirar hacia dentro, hacia la seguridad de Futuro.

Los inmigrantes que nos llegan, estaban allí. Son los inmigrantes que han puesto su mirada en nuestra forma de vivir. Inmigrantes dispuestos a trabajar como esclavos para vivir lo más parecido a como nosotros vivimos.

Estaban allí, y desde entonces, esa imagen viste mi conciencia e importuna mi sueño. Sé que es Dios quien me está hablando, pero espero a entender lo que quiere decirme… lo que no quiero en ninguna forma es permanecer indiferente.