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La justificación en la historia de la iglesia

La Iglesia han predicado que somos salvos solo por gracia, solo por la fe, solo en Cristo. Veamos algunas de las mejores citas del primer milenio del cristianismo.

RED CREDO AUTOR 870/Andres_Messmer 08 DE NOVIEMBRE DE 2025 18:00 h
Lutero y la cruz./ Generado con IA-ChatGPT

Desafortunadamente, los cristianos a menudo han confundido el don gratuito del perdón de Dios en Cristo con otras cosas que deben creer o hacer. Por eso, por ejemplo, Pablo tuvo que escribir a los gálatas. Como revela la historia de la Iglesia, se podrían citar muchas fuentes que, de hecho, parecen hacer que la salvación dependa de las obras, algo que nos debería entristecer a todos. Sin embargo, muchos más en la Iglesia han predicado que somos salvos solo por gracia, solo por la fe, solo en Cristo. Veamos algunas de las mejores citas del primer milenio del cristianismo.



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En el primer siglo, Clemente de Roma, pastor principal de la iglesia allí, dijo que éramos salvos por la fe, sin obras: “Y nosotros, consiguientemente, habiendo sido llamados en Cristo Jesús por su voluntad, no hemos sido justificados por nosotros mismos ni por nuestra sabiduría o conocimiento o piedad u obras, sino por la fe por la que Dios todopoderoso justificó a todos desde la eternidad” (1 Clem. 32.3-4).



En el siglo II, el autor de la Epístola a Diogneto ofreció un hermoso resumen de la justificación solo por la fe en Cristo, y de la imputación de la justicia de Cristo al creyente: “¿En quién podíamos ser justificados los inicuos y los impíos sino tan sólo en el Hijo de Dios? ¡Benévolo intercambio! ¡Inescrutable creación! ¡Inesperados beneficios! ¡La iniquidad de muchos quedó oculta en el único justo, y la justicia de uno justificó a muchos inicuos!” (Diog. 9-10). De igual manera, Ireneo escribió: “La fe en Dios justifica al hombre” (Contra herejías 4.5.5) y, de nuevo, Cristo “da preceptos adecuados a los que son libres y han sido justificados por la fe” (Contra herejías 4.9.1).



En el siglo III, Tertuliano también afirmó que somos justificados por la fe: “Ahora bien, como la paz solo es posible para aquel contra quien hubo guerra, seremos justificados por él, y a él también pertenecerá el Cristo, en quien somos justificados por la fe, y solo a través de quien los enemigos de Dios pueden ser reducidos a la paz” (Contra Marción 5.13).



En el siglo IV, Basilio de Cesarea afirmó que somos justificados solo por la fe: “Porque este es el gloriar en Dios verdadera y perfectamente, cuando el hombre no es ensalzado por su propia justicia, sino que sabe que le falta la verdadera justicia y es justificado solo por la fe en Cristo. Y Pablo se gloría de que menosprecia su propia justicia y busca la justicia que es por medio de Cristo, es decir, la justicia de Dios en la fe” (Com. Fil. 3:8-9). De igual manera, Juan Crisóstomo afirmó que somos justificados solo por la fe, sin obras: “Y ¿en qué consiste la ley de la fe? Que la salvación tiene lugar mediante la gracia. Así es como se demuestra el poder de Dios, porque no solo nos salvó, sino que también nos hizo justos y nos condujo a un motivo de vanidad, sin necesidad de obras, sino buscando únicamente la fe” (Hom. Rom. 3:27).



En el siglo V, Cirilo de Alejandría afirma 43 veces en sus escritos que Dios o Cristo justifica “por la fe”, como en su comentario sobre Juan, donde escribe que Abraham “fue liberado únicamente por la fe en Cristo”.



En el siglo VI, Fulgencio de Ruspe argumentó que la misericordia de Dios precede a la voluntad del hombre y le permite realizar buenas obras, como cuando escribió: “aquellos que han sido justificados gratuitamente por la fe y también reciben la ayuda de la gracia posterior para hacer buenas obras” (Ep. 17.48). Esto es lo que nosotros, como protestantes, queremos decir cuando afirmamos que la santificación fluye necesariamente de la justificación.



De igual manera, en el siglo VIII, Beda el Venerable armoniza la enseñanza de Pablo y Santiago sobre la justificación de una manera similar a la de los protestantes: las obras no son la base de nuestra justificación, sino que se derivan de ella. Esto es lo que dijo: “Y con mayor razón usa el ejemplo de Abraham sobre la inutilidad de la fe si no se traduce en buenas obras, pues el apóstol Pablo también usó el ejemplo de Abraham para demostrar que el hombre es justificado sin obras. Pues al recordar las buenas obras de Abraham que acompañaron su fe, demuestra claramente que el apóstol Pablo no enseña, por medio de Abraham, que el hombre es justificado sin obras hasta el punto de que quien lo cree no tiene la responsabilidad de realizar buenas obras, sino que, en cambio, nadie debe pensar que ha alcanzado el don de la justicia que se obtiene por la fe por los méritos de sus buenas obras anteriores” (Com. Stg. 2:22-24).



En el siglo IX, Claudio de Turín escribió: “Al mismo tiempo, nos vemos obligados a darnos cuenta de que todos los padres antiguos que fueron justificados lo fueron por la fe sola” (Com. Gal. 3:16). Y, finalmente, Sedulio Escoto también habló de la justificación solo por la fe cuando escribió: “Dios justifica al impío convertido solo por la fe, no por las buenas obras, que antes no tenía, de lo contrario debería haber sido castigado por obras impías. Dice esto porque la fe del impío que cree en Cristo le es contada por justicia sin obras de la ley, como a Abraham” (Com. Rom. 4:4).



 



La importancia de la justificación



Ahora que hemos visto que la comprensión protestante de la justificación se apoya en las Escrituras y la tradición, podemos preguntarnos: ¿Cuán importante es la justificación? Por un lado, es muy importante, porque la Biblia la hace importante. Como vimos al principio del video, Romanos es posiblemente la carta más importante que Pablo escribió, y la justificación se encuentra en el núcleo. Por lo tanto, no podemos ignorar la importancia de la justificación sin ignorar una enseñanza central de las Escrituras.



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Dicho esto, debemos recordar que la justificación no es el objetivo final de la salvación, sino el precursor necesario para dicho objetivo. Dios no nos perdona nuestros pecados ni nos imputa la justicia de Cristo con el objetivo final de declararnos justos. Más bien, nos declara justos para que podamos tener comunión con él, que es el verdadero objetivo final de la salvación. En otras palabras, una relación personal con Dios es lo Dios realmente busca en salvarnos, y la justificación es el precursor de ese objetivo, porque Dios no tendrá comunión con la humanidad pecadora. Casiodoro de Reina lo expresó hermosamente en el capítulo 17 de su confesión de fe, que dice: “Dios tiene declarado en su santa Palabra que el fin por el cual él libra al hombre del pecado, de la muerte y del demonio es para que le sirva en justicia y en santidad de vida, todos los días que viviere. El fin por el que lo regenera y lo hace nueva criatura por su Espíritu es para que, dejada la imagen del viejo y terreno Adán, vista la del nuevo y celestial que es Cristo. El fin por el que lo mata por el rigor de su Ley y lo sepulta con Cristo es para que, por fuerza de la fe, en él resucite y suba a los cielos con él, y dejando ya de procurar las cosas del siglo, muerto a él, procure las del cielo y viva una vida celestial” (17.1).



Dios te justificó gratuitamente por su gracia y te dio la justicia de Cristo para que pudiera tener una relación personal contigo y hacerte más semejante a él. ¿Qué regalo más grande podría darnos Dios que él mismo?


 

 


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