Con un poco de umor y mucho hamor.
Últimamente recordaba las peculiares historias de mi escalera en el distrito quinto de la ciudad condal (en mi antigua calle, hoy Avenida del Raval) entiéndase el barrio chinobarcelonés. Y de pronto me vino a la mente uno de los viejos comics de la época de mi adolescencia, que era “Rue del Percebe 13” que me evocaba algunas de las historias un tanto disparatadas, como las de entonces en mi antigua escalera.
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Aunque pudiera parecer un tanto tragicómico, las situaciones que se producían en mi escalera en los años 60 y 70 que yo recuerde, eran de lo más variopinto que uno pueda llegar a imaginar. Recuerdo a las señoras Nicasia y Salvadora, dos hermanas solteronas pero muy mayores, siempre lamentándose de sus dolencias y de las amarguras de la vida que no eran pocas, con ellas vivía Maruja una sobrina huérfana que la habían adoptado como una hija, esta era una joven esquizofrénica, pero muy guapa y una buena muchacha, siempre recuerdo que en las fiestas populares de nuestra calle, yo bailaba con ella, siendo yo un chaval.
También recuerdo a la señora Rosario, una buena mujer, pero también era la chafardera indomable, que era la gaceta de toda la escalera, esta fue la primera vecina de nuestra escalera en tener una televisión en blanco y negro (y por supuesto mi hermana y yo íbamos frecuentemente a su casa para disfrutar de algunos programas de televisión). También recuerdo al Jordi un hombre soltero que vivía con su madre viuda, la señora Magdalena, a este Jordi (un homosexual de la época) tuve que defenderlo en varias ocasiones de las agresiones de sus furtivas parejas, que lo maltrataban y se aprovechaban de su debilidad física y emocional. También recuerdo a la señora Eugenia una mujer un tanto rara y a su marido el señor Francisco, un buen hombre que me llevaba con él a las salidas campestres por Vallvidriera para realizar senderismo y recolectar hierbas buenas, mientras caminábamos por el campo, todo esto, siendo yo un chaval, lamentablemente este hombre acabó suicidándose por razones desconocidas para mí, lo cual me produjo una gran pena.
Otro caso era la señora, a la que llamaremos Antonia, esta era una madre soltera que vivía sola con su hija y tenía problemas con el alcohol para ahogar sus penas que al parecer no eran pocas. Otra mujer muy especial en el primer piso de la escalera, era la señora Asunción, rodeada de gatos meones en su casa, una buena mujer que alquilaba habitaciones a mujeres, del oficio más antiguo del mundo, propio de nuestro barrio. El Modesto y la Anita eran los vecinos del terrado, él era un estibador del puerto, un hombre rudo, con un extraño sentido del humor, al que no le gustaba que le llevasen la contraria y siempre trataba de hacerse el gracioso sin serlo. La comare era la suegra del estibador y la única que siempre hablaba en catalán a todos los vecinos, por cierto era una mujer un tanto graciosa pero también muy gruñona.
Otra vecina era la señora Mikaela, que era enfermera en el cercano dispensario de urgencias de Peracamps y era una de las vecinas más normales de la escalera, por cierto "maña" de pro. La señora Luisa era otra vecina, a la que abandonó su marido y vivía sumida en una depresión crónica. También me acuerdo del Pepito, hijo de una madre soltera madurita de edad, este hombre era un discapacitado psíquico, y le costaba articular palabras correctamente, pero era un hombre muy trabajador, lo que antiguamente se denominaba un buscavidas, iba cada día al Borne o al Mercabarna a buscarse la vida y siempre venía cargado de alimentos a casa.
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Y por supuesto también estaba mi azarosa familia, mis padres y algunos de mis hermanos que vivían en nuestra casa, cada uno siendo mundos muy diferentes y algunos de ellos muy problemáticos, mi madre era una auténtica heroína que solo vivía para sacar adelante a sus siete hijos, y mi padre un monarca ausente, debido a las penurias y amarguras sufridas durante la guerra civil, un hombre trabajador, pero que vivía más en la taberna de enfrente de casa que en nuestra casa. Creo que me olvido de algún que otro vecino de mi escalera. Por cierto, junto a mi escalera había un cine de barrio, llamado cine Argentina, y los lunes, íbamos casi todos los vecinos de la calle y colindantes a ver las dos películas de rigor de la época, eran tiempos donde la gente aplaudía emocionadamente cuando los buenos vencían a los malos. La entrada al cine costaba cinco pesetas de las antiguas. En fin amigos, la vida es una noria que va rodando imparablemente y nos devuelve aquellos lejanos recuerdos, un tanto curiosos por una parte, pero también entre ellos recuerdo momentos de gran humanidad por parte de los vecinos, a pesar de nuestras diversas rarezas y peculiaridades...
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