¡Taxi!

Lamento la tardanza, pero con el tráfico… ¿A dónde vamos?

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Al aeropuerto.

Muy bien, marchando. ¿Tiene el pasaporte, equipaje y todo?

Sí, todo listo.

Vamos al aeropuerto, pero ¿cuál es su destino final?

Bueno, en el presente viaje, voy a Murcia, pero ya que pregunta específicamente por mi destino final, es el Cielo.

Sí, ya… En ese caso ¿cómo se llega al cielo? Porque yo creo que iré allí cuando muera porque soy una buena persona, trabajo duro, cuido de mi familia y hasta soy voluntario en una organización caritativa. ¡Ah! Y voy a misa los domingos… Pero nunca se sabe porque nadie ha regresado tras la muerte para decirnos lo que hay a ciencia cierta. Eso es lo que opino yo. Pero por si acaso existe y es cierto, pues lo tengo todo cubierto.

Pues eso es un problema. La Biblia dice que todos somos pecadores:

“Como está escrito:

No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda.

No hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10-11).

Aparte de eso, nadie se salva por las cosas que hace:

“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª Timoteo 1:9-10).

Pero el hecho de que hago las cosas bien, o eso intento, y ayudo a los demás debe contar para algo, ¿no?

No. Lo reitero:

“Sabed, pues, esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree” (Hechos 13:38-39).

O sea, que incluso si intento cumplir los 10 Mandamientos, ¿no me gano el cielo?

No. Es por medio de Él.

Jesús, ¿a que sí?

Claro. Él es el Salvador y si confiamos en Él y nos apartamos del pecado, seremos salvos y podremos acceder al Cielo:

“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª Timoteo 1:9-10).

Así que ese es tu pasaporte para ir al Cielo.

Exacto, y no necesito equipaje cargado de mis buenas obras para llegar allí. Cristo lo hizo todo por mí. Perdonó mi pecado y me concede la entrada al Cielo y la vida eterna:

“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Romanos 5:8-11).

Toda esta charla es muy interesante pero me temo que no podemos seguir. Ya hemos llegado al aeropuerto.

Muchas gracias. ¿cuánto le debo?

{…}.

Muchas gracias. Hasta la próxima.

Y, queridos lectores, no sabemos lo que decidió hacer el taxista. Ni idea de si dejó de intentar complacer a Dios por méritos propios. Ni idea de si se volvió a Dios apartándose del pecado y depositando su fe en Cristo en vez. El taxista (y todos nosotros también, hay que decirlo) es libre de escoger si quiere seguir en la incertidumbre en cuanto al más allá o si quiere tomar la Palabra de Dios en serio y actuar en conformidad.

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Pero no te preocupes por el taxista. ¿Qué hay de ti?