Si nuestra primera estación es nuestro nacimiento y comenzamos nuestro trayecto de esa manera, el final del trayecto es nuestra defunción.
“esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. No se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito” (Josué 1:7-8).
Todos nos subimos al tren cuando nacemos. Vamos avanzando por los railes y pasamos por las diferentes estaciones de nuestra vida. Nos acercamos a la estación, después la dejamos atrás y seguimos rodando por la vía férrea…
Y cuando vamos por los raíles, es importante no apartarnos de la vía ni a la izquierda ni a la derecha. O lo que es lo mismo, “no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra”.
Si nuestra primera estación es nuestro nacimiento y comenzamos nuestro trayecto de esa manera, el final del trayecto es nuestra defunción. Esa es nuestra última parada y en ella debemos bajarnos nos guste o no.
El caso es que Dios le dejó la vía o el camino a Josué bien trazado. Un camino recto que llevaba al destino. Esa vía era la Ley de Moisés. Y si la cumplimos, llegamos al destino deseado del Reino de los Cielos. No nos apartemos ni izquierda ni a siniestra del camino que llegaremos al destino tarde o temprano. Todo resuelto. Tú eres el maquinista por lo que sigue recto y fuera problemas.
Pero te escucho responder: Para el carro un momento… O mejor, para el tren… ¿Qué pasa si no he guardado toda la ley siempre?
¡Ah amig@! Allí es donde hay que llegar porque no es tan sencillo, ¿verdad?
“Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gálatas 3:10-14).
Si has cumplido con toda la Ley siempre, vivirás. Si te das cuenta que ya la has chafado, entonces estás bajo maldición pero tienes esperanza en vistas de lo que hizo Cristo por ti como acabas de leer. Pablo lo reitera en otro pasaje:
“Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. Pues la ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros” (Romanos 4:13-16).
Dios le dijo a Josué que no se apartara del libro (Josué 1:8). ¿Por qué? Porque el Libro es la catenaria que suministrará a tu tren con los recursos para que no te descarriles. Y el libro te acaba de decir en Gálatas y en Romanos que la salvación no es por obras o guardar la Ley. No, la Ley simplemente nos demuestra que no la cumplimos para que en vez de intentar alcanzar la salvación por méritos propios, acudamos al Salvador para recibir el regalo de la vida eterna por gracia o favor inmerecido debido a la misericordia de Dios, no por nuestras buenas obras:
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Romanos 3:21-26).
El Libro lo reitera para que nos quede claro:
“Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio” (2ª Timoteo 1:9-10).
Dios también le dijo a Josué lo que debía hacer: “Para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito”. Y lo que está escrito es el Evangelio: “Sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”.
¿Conoces el Evangelio y cumples con los criterios para tu salvación? Llegarás al destino. Si no es el caso, tarde o temprano descarrilarás.
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