El 7 de julio es el día internacional de la conservación del suelo.
¿Porqué es tan importante conservar los suelos? En la segunda parte de los años treinta del siglo pasado (1935 a 1938) ocurrió un evento importante en el centro sur de los Estados Unidos que afectó y sigue afectando como nos relacionamos con el medio ambiente.
[photo_footer]Una tormenta de arena en Texas, en 1935. / George Everett Marsh Jr., Wikimedia Commons.[/photo_footer]
El novelista John Steinbeck lo describió en su famosa novela, The Grapes of Wrath, (Las uvas de la ira), que le valió el premio Pulitzer de 1940. Los suelos fértiles de las llanuras del centro sur de los Estados Unidos, fértiles por la acumulación durante siglos de material orgánico en las praderas, habían sido sobre-explotados por la maquinaria agrícola para sacar beneficios a corto plazo. El suelo perdió su estructura y riqueza orgánica, y al venir un tiempo de sequía, los vientos erosionaron la capa seca y suelta del suelo. Cientos de miles de granjeros, también explotados por las compañías agrícolas que les habían dado préstamos, se vieron forzados a emigrar a California. El sueño americano se tambaleaba, y muchos tampoco lo consiguieron al llegar a California.
Mucho tiene que ver con la percepción que el hombre tiene del suelo, como algo de riqueza inagotable para su propio enriquecimiento, sin conocer cómo funcionan los sistemas naturales que crean y mantienen la fertilidad de esos suelos.
Pasó lo mismo con Henry Ford en la cuenca del Tapajos, afluente del Amazonas en la Amazonía, en su plan de plantar árboles euforbiáceas, del género Hevea, como Hevea brasiliensis, que producen el caucho. Quería una fuente barata de caucho para las rueda de sus automóviles, pero su idílica colonia enorme ‘Fordlandia’ fue un fracaso total, ya que no entendió que los suelos de la Amazonia no son fértiles en sí, y la frondosidad de los bosques, creciendo en arenas de desiertos arenosos de la era glacial, pero principalmente por el efecto del ‘leaching’, donde las lluvias tropicales diarias ‘transportan’ a capas más inferiores los nutrientes procedentes del material orgánico de los bosques, dejan la superficie infértil. Al eliminar la cobertura de sombra y las raíces protectoras, el sol resecaba la tierra y las lluvias erosionaban la capa de suelo, que es un proceso casi irreversible. La fertilidad de los bosques tropicales es solo apariencia. Su frondosidad engaña, porque los nutrientes provienen de las mismas hojas que van cayendo y descomponiéndose, y así el ciclo de nutrientes continúa.
[photo_footer]Ruina de la fábrica de 'Fordlandia', en Brasil. / Wikimedia Commons.[/photo_footer]
No aprendemos. Lo mismo les pasó a los británicos en Tanganica (Africa Oriental) con el proyecto de cacahuete en los años 50 del siglo pasado, y también al empresario Daniel K. Ludwig, el magnate de la prensa en los años 70 del siglo pasado, que intentó repoblar parte de la Amazonía con árboles como el gmelina y el eucaliptus para producir pasta de papel para sus periódicos, hasta construyendo dos balsas en Japón para llevar la fábrica y la planta energética a través de medio mundo hasta su localización en el proyecto en Amazonía, Brasil. Fue otro fracaso, con problemas por los insectos, el desconocimiento de los suelos y la insatisfactoria respuesta al clima de las especies de árboles traídas de otros climas, además de otros problemas socio-económicos y la explotación de la población indígena, donde se veía que los proyectos industriales no se pueden aplicar tan fácilmente a ecosistemas tan diferentes y desconocidos.
Vemos que el suelo es importante, pero casi todos nosotros vivimos en ciudades de cemento, hormigón y asfalto.
El suelo se compone de material mineral de roca meteorizada (arena), material orgánico vivo o muerto, agua y gases. Los suelos se desarrollan a través del tiempo en una zona con una estructura y características acorde con el clima de la zona, el tipo de mineral y vegetación, y la inclinación del terreno, entre otras cosas.
No se puede separar la cobertura vegetal de los suelos. Están íntimamente relacionados. El suelo no es nada sin la vegetación, y las plantas no crecen sin un suelo adecuado y productivo. El suelo es normalmente fértil al recibir el material orgánico de las mismas plantas que crecen sobre ella. Por ello al eliminar o segar la planta, el árbol, o el cereal, hay que suplir la fertilidad de otra forma, normalmente con fertilizantes industriales, traídos a gran coste de otros lugares.
Los suelos del valle del Nilo han sido renovados continuamente a través de milenios por las inundaciones regulares del río y sus afluentes, especialmente del Nilo azul (principal afluente del Nilo que viene de los montes de Etiopía). La construcción de la enorme presa de Aswan para satisfacer las necesidades energéticas de Egipto redujo drásticamente estos sedimentos anuales. Ahora los agricultores egipcios deben pagar por los fertilizantes que se producen con la energía eléctrica de la presa.
Los suelos proveen la base para la agricultura, la silvicultura y la ganadería, siendo entonces esenciales para la alimentación y otros recursos de la población y animales domesticados.
Los suelos también regulan las lluvias. Una cobertura vegetal protectora, como el bosque, con buenos suelos, permite la infiltración de la lluvia y la recarga de los acuíferos en las rocas, permitiendo que los ríos tengan un suministro gradual y continuo de agua.
En las zonas tropicales, como la Amazonía, el mismo bosque es la fuente de evapotranspiración para crear las nubes que luego producirán la lluvia, un ciclo hidrológico que si se rompe por la eliminación de la cobertura forestal, no solo conlleva la erosión de los suelos, pero también resulta en menos lluvia, y por consiguiente un cambio en el régimen de las lluvias, un cambio climático regional, que también afecta todo el planeta.
Los suelos también absorben y almacenan el CO2, ayudando a limitar el calentamiento global. Si hay buenos suelos, es que hay vegetación que absorbe el C02. Aunque también los suelos emiten C02 y otros gases de efecto invernadero, y por ello es tan importante entender los procesos físicos que actúan en la formación y la estabilidad de esta capa superficial de la tierra.
En general hay un deterioro de la calidad de los suelos en España, por el sobreuso, los incendios forestales, y la expansión de los edificios industriales, urbanos y las extensiones fotovoltáicas, reduciendo la superficie de uso agrícola.
La reducción de la masa forestal en Europa desde la época romana ha resultado en la progresiva sedimentación de la costa litoral, alejando el mar de su punto original y creando llanuras y deltas en la costa. En España, a pesar de la subida gradual del nivel del mar por la desglaciación en los últimos 20.000 años, la tierra ha ganado al mar varios kilómetros, siendo aprovechados para la agricultura. Los naranjos de Valencia son un ejemplo. Pero esta zona ahora, con menos sedimentos bajando por los ríos a causa de los embalses que los bloquean, está ahora sufriendo la erosión, dado la continua y acelerada subida del mar.
Los nuevos suelos no solo vienen de la sedimentación de los materiales en los ríos. En China el ‘loess’ es una enorme masa de material traída por el viento desde el desierto del Gobi, que cubre miles de kilómetros con unas tierras fértiles, y la lava de los volcanes proporciona, con el tiempo, laderas muy fértiles. Ejemplos son las de Etna, el Vesubio, la zona de Olot en Catalunya, y miles de islas oceánicas.
Los suelos son, entonces, esenciales para el hombre, que debe de conocer como se forman, y cuidarlas para su mejor gestión. Requieren una buena ‘mayordomía’, o administración. Desgraciadamente el hombre sigue explotando los suelos, buscando una inmediata rentabilidad económica, y solo es en las últimas décadas quese están implantando prácticas de conservación.
Los relatos de la Biblia se sitúan en un contexto mayormente agrícola. Y la Biblia sí habla de la importancia de la conservación de los suelos. En el Pentateuco hay todo un manual de instrucciones sobre la sostenibilidad y la paz. Dios da instrucciones al pueblo de Israel para que pueda vivir en paz y en equilibrio con la naturaleza y con los pueblos vecinos. Las instrucciones sobre el descanso o reposo de la tierra, cada siete días, cada 7 años, y cada 50 años (Levítico 25), además de instrucciones de cómo cuidar a los extranjeros y trabajadores, e impedir la especulación de la tierra, fueron, a pesar de las claras advertencias si no se seguían estas recomendaciones, ignoradas por el pueblo escogido para ser luz a las naciones. El resultado fue que la tierra les ‘escupió o ‘vomitó’ (Levítico 18:25), siendo llevados al cautiverio por las naciones cuyos dioses ellos habían adoptado.
[destacate]En el Pentateuco hay todo un manual de instrucciones sobre la sostenibilidad y la paz.[/destacate]Pero podemos ir más atrás al principio de la creación, en el relato de Génesis 1: 28 y 2: 15. Al hombre y la mujer Dios le da la responsabilidad de ‘regentar’, no dominar o explotar, como se ha traducido erróneamente a veces, la tierra y Su creación de Dios. Es llamado a cuidar la tierra, a labrarla. No es suya y debe de hacerlo para Dios, como principal objetivo para su existencia.
Es interesante comprobar en recientes estudios científicos que la productividad de una zona de Brasil, bien cuidada y respetando el medio ambiente, puede ser mayor que dejando el bosque virgen, sin cultivar.
Allí mismo en Edén empezó el problema, cuando el hombre dio la espalda a su creador, buscando su propia gloria. Dios le dio más oportunidades, como pueblo, pero como hemos visto, tampoco funcionó. El relato Bíblico nos dice que a pesar de que el hombre ha seguido intentando independizarse de su creador y coronarse como Rey de la creación, Dios ha provisto a uno, su Hijo, que vino a este mundo de forma humilde, se identificó con sus criaturas, y por medio de su sacrificio en la Cruz y resurrección de los muertos ha dado al hombre y a toda la creación una esperanza futura.
El hombre es llamado a reconciliarse con Dios, por medio de aceptar que la única salvación y salida está en Jesús, y es llamado a reflejar en su vida diaria los valores del reino que Jesús instauró y ejemplificó en su vida al venir a este mundo.
Amamos y cuidamos a la creación de Dios porque Dios la ama. Y este cuidado incluye los suelos que El ha creado, que mantiene, y que nos encomienda que cuidemos.
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