Te pregunto: ¿Le prestas la misma atención a tu alma que a tu cuerpo?
Quisiera revelar mis averiguaciones acerca de lo que ocurre en ese lugar llamado gimnasio. Te vas a reír, pero espero que reflexiones y reacciones igualmente:
Primeramente, he observado que dicho recinto está dividido en diferentes salas dependiendo del tipo de actividad que se quiera llevar a cabo. Como sólo empleo la sala de musculación y la sala de ejercicio aeróbico, me centraré en eso únicamente en el presente escrito.
La sala de musculación es la zona donde se promueve la tonificación de músculos por lo que allí dentro suele haber muchas pesas. Adicionalmente, hay máquinas que han sido estratégicamente colocadas para que, quien quiera usarlas, tenga que pasarlas canutas para caber entre las mismas. Esto es así para incrementar la motivación de los fanáticos del deporte. Lo que pasa es lo siguiente: Uno entra en la sala contento porque cabe por el marco de la puerta pero, de repente es asaltado por un sentimiento de culpabilidad al darse cuenta de que no cabe entre el casca-abdominales y la destroza-pantorrillas (lo siento, gemelos).
Una vez que el usuario logra situarse en la máquina de su lección, agarra la barra con la tenacidad propia de un bulldog, adopta una mueca típica de los que experimentan un episodio de estreñimiento, apuntala los pies firmemente en el suelo, coloca sus posaderas sobre el asiento, se asegura de que las pesas están sujetas a los ganchos, mira al indicador del peso que pretende levantar, sopla cuando se da cuenta de que podría tratarse de una tarea algo difícil, agarra la barra otra vez, mira hacia el indicador de peso por segunda vez, revela otra mueca aún más estreñida, sopla de nuevo y después llega el gran momento: Con un redoble de fondo, coge y se levanta para dirigirse a otra máquina que no parezca ser tan amenazante.
Otro tipo de usuarios actuará de forma diferente: Accidentalmente, le cae el agua de la botella sobre la camiseta, lo que da la impresión de que han estado sudando durante bastante tiempo. Después, se dedicarán a charlar con los demás usuarios sin mover un músculo. Dicho tipo de ejercicio solamente es recomendable para ejercitar la lengua.
[photo_footer]Junto a mi amigo Dani.[/photo_footer]
Existe otro tipo de usuario. Su nombre es Rambo y se caracteriza por los siguientes rasgos: Estará jadeando mientras que se desplaza de una máquina a otra, exagerando la talla de sus músculos y tensando su cuello al cruzarse con otros usuarios. Las conversaciones que establece se ven limitadas a cuanto se ha estado ejercitando y a cuantas competiciones ha ganado. Otro de los rasgos más típicos de semejante individuo es que suele ser bastante ruidoso a la hora de trabajar sus musculitos: Solamente tiene que levantar sus lentillas para emitir un ruido semejante al de los dolores de parto. A su vez, al dejar las mencionadas lentillas, suele resoplar con tal estruendo que ninguna conversación puede continuar sin que se vea interrumpida.
Además existe otro tipo de usuario: Suele parecerse más al típico personaje que presenta los vídeos que promueven el ejercicio y la vida sana. Ya conocéis el estereotipo: Esbelto, sonríe mostrando sus relucientes perlas mientras que habla con los demás usuarios algo más acolchados que él, ofreciéndoles la panacea para seguir esbeltos. Demuestran ser los sabelotodo en dicho campo y repiten sus tablas de ejercicios a la velocidad del rayo. No obstante, uno no puede más que sorprenderse al sentarse en una de las máquinas que acaban de usar porque el aparatito no ofrece ninguna resistencia. Al llegar a ese punto, uno se pregunta por qué estaban jadeando tan rápidamente si se podía llevar a cabo las repeticiones con un único dedo. Sigue siendo un misterio... Imagínate:
Pasas al lado de una puerta cerrada tras la cual se oye: “Arriba, abajo, arriba, abajo, arriba, abajo”. Y así durante un rato. Después te quedas patidifuso cuando escuchas al entrenador decir: “Muy bien. Ahora con el otro párpado”.
Vamos con la sala de ejercicio aeróbico: Los usuarios de dicha sala son diferentes y podrían dividirse en tres categorías: Peso pesado, peso medio y peso mosca.
Los de peso pesado son fácilmente reconocibles porque asustan al resto de usuarios haciéndoles creer que hay un terremoto mientras que corren en la cinta de andar.
Los ejemplares de la sección peso medio tienden a comenzar su ejercicio aeróbico con una amplia sonrisa. Al cabo de unos minutos es posible apreciar que el arco que formaban sus labios al principio se va enderezando. Unos minutos más tarde se puede apreciar como sus labios se separan y adoptan una posición circular mientras que intentan inhalar una bocanada de aire desesperadamente. Lo gracioso es que suelen traerse alguna chocolatina ¡para asegurarse de que no se quedan sin energía! Otros comen una cantidad ingente de comida basura para, debido al sentimiento de culpa, sentirse motivados para llevar a cabo el ejercicio.
Para finalizar, los esqueletos de cintura-palillo, es decir, la delegación de los peso mosca, son también fácilmente reconocibles porque logran acceder a su máquina de lección abriéndose paso entre la maquinaria mientras que el resto de los usuarios se ven obligados a usar pasillos más amplios. Una vez situados, ojean al usuario de al lado para comprobar a qué velocidad y cuanto tiempo lleva corriendo. Tras mirar al usuario del otro lado, se asegurarán que correrán más rápido y durante más tiempo que cualquier otro usuario. Botarán con alegría durante horas sólo para anunciar que llevan meramente tres horas al hablar con terceros. Mientras que les resbala el sudor de la frente, mantendrán esa sonrisa inicial les cueste lo que les cueste sin importarles que los demás usuarios sean conscientes de que están desesperados por jadear cuan perro tras una carrera en pleno verano. Son los que opinan que hay que guardar las apariencias por lo que nunca reconocerán que les cuesta mantener el ritmo.
Y ¿sabes qué? La mayor lección que he aprendido es la siguiente: “El ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1ª Timoteo 4:8). Puede que el chasis en el que habita tu alma sea esbelto y musculoso pero da igual si aterrizas en el infierno con un cuerpo atlético o rellenito. Te pregunto: ¿Le prestas la misma atención a tu alma que a tu cuerpo? ¿Sabes dónde pasará tu alma la vida venidera?
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