Dios no está empeñado en destruir a los destructores, sino en transformar a los destructores en sus siervos amados.
Para ser un siervo de Jesucristo es prioritario que Dios nos llame a serlo. A la vez Dios decide quién nos va a servir de ayuda en nuestros inicios, es decir, “nuestro Ananías”.
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El Señor escogió a un elemento visible y destacado en las ofensivas contra su Iglesia. No decide revelarse o presentarse al Sanedrín, tampoco al sumo sacerdote… el Señor lanza un desafío al que ha sido encomendado para perseguir y su acción no sólo tiene el objetivo de parar la persecución del momento, sino el de convertir al destructor, en siervo a favor de la causa que éste está tratando de parar y destruir. Aquí vemos una prueba de que Dios no está empeñado en destruir a los destructores, sino en transformar a los destructores en sus siervos amados.
“Saulo cayó al suelo y oyó una voz” (v.4).
Pablo tenía una vida que le parecía que cumplía con la voluntad de Dios y que se estaba dedicando a hacer las obras de Dios. De alguna forma, parece que necesitó “caerse”, para escuchar lo que en verdad Dios pensaba sobre lo que él estaba haciendo.
La segunda parte del proceso por el cual Dios le estaba llevando, tenía que ver con “escucharle a Él”. Ya tenía más que suficiente experiencia en escuchar a otros que le habían mandado y orientado en “el trabajo que hasta ese momento pensaba que él hacía para Dios.
“Saulo preguntó” (v.5).
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Aunque algo muy nuevo y diferente le estaba sucediendo, Pablo no había perdido sus facultades intelectuales, por eso “preguntó”, “indagó”; aún en un momento tan especial no se debe perder la serenidad para hacer preguntas importantes a esa voz que se ha interpuesto en nuestro caminar, en esa experiencia extraña y sublime que vivimos, a ese sentir que nos deja perplejos y maravillados.
Es algo maravilloso el que Dios nos deja seguir siendo personas libres y no anula nuestro ser. Por eso Pablo en ese encuentro con Jesús, el cual será el inicio de una nueva vida…hace preguntas.
El llamado de Dios no es menos, si nos atrevemos a preguntar, con el fin de asegurarnos que de verdad ha sido Dios quien nos ha hablado. No debe ser suficiente con que nos hablen: mi discipulador, mis pastores, maestros o amigos cristianos, o incluso mis emociones y mis circunstancias. Necesito asegurarme de que el llamado, la voz que yo escuche en mi interior, o a mi alrededor, sea la de Dios mismo llamándome a dedicar mi vida a ser Su hijo/siervo.
Por tanto, no hay nada malo, ni incómodo para Dios, en hacerle preguntas a él; porque Dios no tiene ningún complejo de inferioridad, ni en él existe ninguna inseguridad ni autoritarismo.
“Saulo estaba muy asustado” (v.7).
Este hombre agresivo y furioso en su militancia religiosa, que creyendo equivocadamente que sería a Dios, experimentó miedo, estaba asustado. En los profetas podemos ver muchos casos de temor ante el llamado. Porque el encuentro y llamado siempre comporta unas demandas que van a requerir algo más que habilidades, arrojo humano y valía personal; el llamado nos hace sentir que no somos suficiente, también, que no somos dignos y que si Dios no nos ayuda, no podremos llevarlo a cabo, no podremos cumplirlo. Por esa razón, es lo normal que se sienta “miedo, o que nos asustemos”, dado que no es un ser humano el que nos llama y nos habla, sino Dios.
“luego Saulo se levantó del suelo” (v.8).
Hay en Saulo como también luego en Pablo, un elemento que todos debemos tener en cuenta, esto es su actitud de no quedarse bloqueado en las situaciones complejas de la vida. Se dice que “se levantó” ¿Es parte de los principios misioneros del Apóstol, el levantarse y seguir adelante? Si lo es. En otro momento de su vida Pablo dijo “prosigo a la meta”. Así es que “levantarse” y “proseguir” son señales del carácter necesario para ser uno que sirve a Dios; para ser hijo de Dios, para ser un misionero y es parte de su filosofía de vida y metodología de ministerio.
Saulo estaba viviendo un proceso que iba desde la conversión hasta la visión de la visión, la formación y de la formación al llamado específico de Dios para su vida.
“Ananías, le dice Dios… (v.10) “ve…y pregunta por un hombre de Tarso…está orando…” (v.11).
Una labor, nada fácil, la que Dios le encomienda a Ananías. Aunque nosotros no hayamos tenido la vida de Saulo en su lucha contra el cristianismo, no es menos cierto que la Escritura dice que todos nosotros éramos enemigos de Dios a causa del pecado; como muchos millones de personas también lo son.
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“en una visión ha visto a uno llamado Ananías… recobre la vista” (v.12).
Se necesita tener una “visión” para participar de un trabajo para la Obra de Dios, para el Trabajo misionero. No pasamos de la “nada” a poder manejar principios de misión por el mero hecho de la conversión o de llevar unos cuantos años en la iglesia. Si eso fuera así, habría muchos millones de obreros para la mies, pero la realidad no muestra tal cosa.
Siguiendo el hilo del relato, después de que Saulo tuvo la visión cegadora viendo a Jesús y Dios le mostró a Ananías, el instrumento que serviría para prepararle y ayudarle, en sus primeros pasos, hacia ser un siervo de Jesucristo…Luego ha de hacerse visible ese “Ananías” para recibir la ayuda, se ha de producir una recepción del formador y de la formación que se nos está presentando e impartiendo.
Queremos métodos, pero ¿estamos dispuestos a ser guiados por aquellos “Ananías” que sin duda necesitamos, a fin de convertirnos en los siervos del evangelio que Dios tienen pensado? Son demasiados los líderes que se quejan de que los creyentes no están dispuestos a vivir el proceso de un discipulado; pero también son muchos los líderes que no están dispuestos a vivir bajo las directrices de un mentor.
Solo se puede recobrar la vista si la hemos perdido. Saulo, sin ninguna duda, no tenía visión del cielo antes de vivir la experiencia del camino de Damasco. Siendo un ciego de la verdadera voluntad de Dios, recibió el milagro de recobrar la vista. Podría decirse que era solo un física solo era símbolo asunto físico, pero en su situación estaban implicadas las dos esferas: la física y la espiritual.
“muchos me han hablado de ese hombre…” (v.13).
Nuestro pasado puede tener malos recuerdos para otros ciudadanos. Saulo no tenía fama de bueno, ni confiable y menos para ser tenido como un “hermano” en el Señor. Desde el punto de vista humano es posible que sea así y todo sean obstáculos. Pero desde el punto de vista del Señor no es ningún inconveniente. La Escritura nos dice que “Dios ha escogido a la gente despreciada y sin importancia de este mundo, es decir, a los que no son nada, para anular a los que son algo” (1ª Corintio 1:28).
Confiemos y esperemos en Dios para el avance de nuestra madurez cristiana. Él siempre tiene un “Ananías” listo para sernos de ayuda. Pero cuando se presente ¡¡No lo vayamos a rechazar!!
“ahora ha venido aquí…” (v.14).
En ese “ahora ha venido aquí” que Ananías declara, es que Saulo venía a Damasco para apresar y perseguir a más cristianos. Sabiendo esto el Señor, decide intervenir para dar un cambio de rumbo en la vida de Saulo e insertarlo en la iglesias. El misionero/obrero/siervo de Dios/hijo de Dios, no es nada separado de la iglesia.
Conforme al relato, no fue Saulo quien vino a Ananías, sino que fue Dios quien llevó a Ananías a él.
Así debe ser con los que quieren conocer los principios de vida y misión de Pablo. Deben abandonar sus incorrectas maneras e intereses de acercarse a la iglesia, para ser parte santa y limpia de ella. No nos extrañemos si hoy no son pocos los que se valen de la iglesia y del ministerio para enriquecerse, lucirse y para alcanzar notoriedad; todo menos un interés por glorificar a Dios sin otros intereses mezclados.
“he escogido a ese hombre para que hable de mí a gentes de otras naciones” (v.15).
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Antes de pensar en métodos, estrategias y maneras, tenemos la necesidad de contar con la experiencia de haber sido escogidos por Dios para ser sus embajadores, como hijos, como siervos.
Hemos de plantearnos, cada uno de nosotros, que debemos aceptar y qué no pasaremos a estados, ni posiciones, de servicio al Señor, por nuestro propio deseo o nuestro gusto; decidir nuestra posición, estado y servicio; es cosa directa de Dios, el cual nos ha escogido, como hijos y como siervos suyos.
El deseo y plan de dios para Saulo/Pablo, era que este dedicara su vida a hablar de Dios a las gentes. Ese es el único motivo digno para nosotros, al plantearnos el conocer tanto los principios de vida, como los métodos de hacer misión del Apóstol Pablo.
“yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa…” (v.16).
Es algo perturbador escuchar de parte de Dios, que esa persona a quienes nos toca ministrar (o discipular), será alguien que después de ser preparada su vida de testimonio, va a pasar por experiencias difíciles por hablar de Cristo y servirle. Sin embargo, Ananías ya fue advertido por el Señor, de que eso ocurriría en la vida de Pablo.
Los capacitados o formadores, al educar integralmente y edificar a los nuevos obreros/siervos, no puede faltar la enseñanza y advertencia de que todo el camino no será de rosas, sino que habrá tramos de muchas y hasta grandes dificultades.
“Ananías…puso sus manos sobre él…” (v.17).
Ananías, uno de los líderes de la iglesia de Damasco, no se negó a cumplir lo que Dios le había pedido que hiciera. Dios ha establecido un proceso en el que intervengan otras personas en mandar a otros creyentes a la obra misionera y en él, ha decidido que colaboren sus apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros).
No hay tal cosa como el creer que somos siervos por cuenta o iniciativa propia, sino que estamos unidos al cuerpo que es la iglesia del Señor.
“…el Señor Jesús…me ha mandado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo…” (v.17).
La formación de discípulos requiere de hermanos mayores: buenos conocedores de la Palabra de Dios y obreros fieles, nobles, humildes y con una gran entrega sacrificial para hacer su trabajo en el Señor.
Los “Ananías” no nos pueden faltar en el proceso de capacitación y visión para que otros reciban la “vista” de la voluntad de Dios y para que los discípulos reciban la tarea de ser los obreros misioneros de dios para ir al mundo a predicar el evangelio.
Los “Ananías” deben actuar sin complejos al hacer su labor espiritual. Pero no deben ser arrogantes, soberbios ni manipuladores, que abusen de su autoridad. No deben olvidarse que a ellos, tiene que haber sido Dios quien los ha llamado a servir en sus planes a los “Saulos” en cada congregación.
“…cayeron de los ojos de Saulo una especie de escamas y recobró la vista…” (v.18).
Es muy singular el trato de Dios con los que él llama. Los prepara y los lleva a experiencias muy únicas. Lo cierto es que Saulo dejó de ser Saulo. En el siguiente momento, ya empezamos a saber de un tal Pablo.
Seguramente hace falta que Dios nos saque las “escamas” antes de que recobremos la verdadera visión de él y de los planes que ha determinado para nosotros.
“…se levantó y fue bautizado…comió y recobró las fuerzas, y se quedó algunos días con los creyentes en Damasco” (v.19).
Cuando es Dios el que nos “tumba”, no aparecen los episodios de la depresión. El levantarse nos enseña una de las características que es un principio de vida de hijos/siervos/ministerio de Pablo.
Porque nuestros principios de misión no deben ser otros que aquellos que proceden del trato de Dios con nuestra vida personal; y lo que la Palabra nos enseñe acerca del trabajo hecho por los apóstoles y creyentes del Nuevo Testamento.
Lo demás, no suele ser otra cosa que copiar las vidas de otras personas tratadas por Dios a quienes admiramos (pastores, misioneros/ras, maestros y evangelistas). Solo los que no dejan que Dios trabaje a fondo con sus vidas, andarán buscando copiar la obra y los métodos de otros que sí han recibido el trato de Dios.
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Se quedó Pablo con los creyentes unos días en Damasco ¿Será esta una señal del amor del nuevo Pablo por la iglesia en la cual Dios le acababa de insertar?
Tener métodos no nos debe separar nunca de la iglesia (como algunos evangelistas actuales), porque no hemos sido equipados por el Señor para vivir como llaneros solitarios haciendo la misión. Todo debe estar interrelacionado: obreros, principios, iglesia y métodos. Y cuando esta ecuación se da en un hijo o hija de Dios, entonces la iglesia se edifica, se expande y cumple la voluntad de Dios.
Tenemos cinco textos referidos a la vista y a la visión. Sin ninguna duda este es un elemento muy importante en la vida y el ministerio de uno que sirve a Dios; porque de otra forma no podrá avanzar y saber qué hacer y cómo hacer, las obras de Dios. La visión es imprescindible.
Los métodos no son nada en un siervo de Dios si no cuenta con fundamentos como los que se dieron desde el principio en la vida del Apóstol Pablo. Porque no se trata de conocer y de aprender métodos y estrategias sino de tener una relación con Jesús y de estar lleno del Espíritu Santo; si esto está desde el principio en el misionero/obrero/hijo siervo del Señor, entonces si podrá aprender de otros y hacer las obras de Dios para la extensión del reino de los Cielos en la tierra.
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