La muerte es algo con lo que sabemos que nos tocará lidiar tarde o temprano. Y es mejor que estemos listos, ¿no os parece?
Permitidme tratar un tema que, aunque siempre lo apartemos de nuestros pensamientos, sabemos que nos tocará lidiar con ello tarde o temprano (Eclesiastés 8:8). Y es mejor que estemos listos, ¿no os parece?
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La muerte puede sobrevenirnos por guerra, suicidio, enfermedad, accidente o vejez. Eso es lo que nos dicen los sabios que desconocen Romanos 6:23, versículo que afirma que la paga del pecado es la muerte. Pero sí es cierto que en sentido físico, es así. Con los adelantos en la medicina, el porcentaje de gente que muere porque se la apaga la pila tras muchos años de vida es mucho mayor que el de las otras causas expuestas.
Se puede apreciar gradualmente que aparecen signos y síntomas comunes, como por ejemplo el cambio de la coloración de los dedos y las uñas, las cuales pasan a tener un color grisáceo pálido. Hay pérdida de apetito, peso y nivel de energía, algunos presentan confusión, etc.
En los momentos preliminares, aparecen otros síntomas como dificultad respiratoria y estertor de muerte, hasta llegar al último hálito con la subsiguiente ausencia de movimiento y reacción a estímulos.
Una vez que se produce la muerte, Las células del cuerpo empiezan a verse privadas de oxígeno y empiezan a morir. Al frenarse la circulación, la sangre empieza a encharcarse en los puntos más bajos del organismo ocasionando el enfriamiento y palidez del cuerpo. Los músculos comienzan a endurecerse en lo que comúnmente se conoce como rigor mortis. Después, la rigidez desaparece y el cuerpo pasa a estar blando. Las bacterias en el cuerpo del difunto empiezan a descomponer las células y los tejidos degradados pasan a presentar una apariencia pútrida y hedor pestilente.
Y eso es lo que podemos constatar a través de nuestros sentidos. Lo podemos documentar. Pero hay otro elemento que no se ve y que por tanto, no se menciona casi nunca. Digo casi nunca porque sí tenemos algo de información disponible gracias a la Palabra de Dios. Eclesiastés 12:7 dice “y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio”. Si los médicos, forenses y científicos se basan en lo que perciben con los sentidos para describir lo que le ocurre a la cáscara del alma cuando el alma ya ha partido, Dios nos describe lo que es verdaderamente importante ya que nadie ha pasado por lo descrito anteriormente y regresado tras la muerte para decírnoslo. Salmo 84:2 también afirma que tenemos una parte invisible llamada alma aparte de nuestra parte corpórea.
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Leamos algunos casos:
“Y exhaló el espíritu, y murió” (Génesis 25:8).
“Al salírsele el alma (pues murió)” (Génesis 35:18).
“Y exhaló Isaac el espíritu, y murió” (Génesis 35:29).
¿Qué podemos deducir de dichos textos?
Cuando te miras en el espejo, ves tu cuerpo. Pero tú, dentro de tu cuerpo, eres el alma con la facultad de comprender lo que estás leyendo. Cuando pases por la muerte, ese alma sale. La Palabra de Dios afirma que bien pasará al Hades (Lucas 16:22c-23) aguardando la sentencia del Juicio Final descrita en Apocalipsis 20:11-15, o te llevarán los ángeles al Reino de Dios (Lucas 16:22b). Sí, el alma volverá a juntarse con su cuerpo resucitado (Juan 11:24) y unos irán a vida eterna y otros a condenación (Daniel 12:2). En palabras de Juan 5:28-29: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”.
Pocos habrán leído hasta aquí. Si tú lo has hecho es porque sabes que este tema es de suma importancia. Todavía tienes esperanza: “Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).
No me extiendo más. El contexto queda claro y solo me queda por preguntarte personalmente:
¿Si murieras hoy, dónde pasaría la eternidad tu alma?
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