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¡Hasta pronto mamá y papá!

Gracias Dios por la vida de mis padres y gracias Jesús por tus palabras: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Jn 11:25).

KALEI2KOPIO AUTOR 949/Mati_Sanchiz_y_Benji_Galvez 21 DE ENERO DE 2024 22:00 h

Por Benji Gálvez



 



Como cada sábado, el 16 de diciembre 2023, salimos a pasear con mi madre. Escogimos pasear por el Paseo Jaime I de Salou, siempre por la parte más cercana a la playa. Antes de ir de nuevo hacia el coche para ir a comer, escuchamos música y nos acercamos. Al ver que había un nutrido grupo bailando sardanas, quisimos que Paula, la cuidadora de mi madre, conociera el baile típico de Catalunya. Como mi madre se cansaba, ella y yo nos sentamos en un banco cercano, mientras las demás disfrutaban del espectáculo. Luego fuimos a comer a un restaurante. Oramos por la comida y por la oportunidad de pasar este tiempo junto a mi madre. Ella comió muy bien una sopa de pescado, un minicalzone y un trozo de pastel de chocolate.



Al día siguiente mi madre se levantó indispuesta y ahí empezó todo. Gastroenteritis, médicos, deshidratación, suero, monitores, goteros, debilidad extrema, ambulancias, urgencias…



En urgencias del Hospital Joan XXIII de Tarragona andaban colapsados por resfriados, gripes y virus desatados. Después de unas cuantas horas finalmente pasaron a mi madre a un box. Paula y yo nos turnamos para estar con ella las 24 horas. Los pasillos de urgencias llenos de camillas con enfermos. No paraba de escucharse gente tosiendo y sufriendo. Casi por empatía comencé a toser, lo achaqué al fuerte viento que se había levantado. «Tal vez sea mi alergia», pensé. Mi madre estaba controlada y monitoreada pero sumida en una somnolencia y semiinconsciencia casi total. Mientras, de forma extraña, el equipo médico lo encontraba todo correcto. Una doctora muy amable no podía creer que el día 16 estuviéramos caminando, paseando, sonriendo y comiendo en un restaurante, y decide iniciar de nuevo todas las pruebas afinando más. Nada. Eso me hizo pensar que su enfermedad neurodegenerativa estaba dando un paso gigante hacia delante. Paula me sustituye y arrastro mi tristeza a casa esa noche. Sigo tosiendo y con malestar general. En casa mi esposa había quedado con una contractura lumbar y mi hija menor comenzó con síntomas gripales.



El viernes 22 cantaban la lotería de Navidad, nuestro premio: una camilla en urgencias. Vi despierta a mi madre y logré darle una pera triturada, fue la primera comida en varios días que comió, a parte del suero intravenoso. Di gracias a Dios porque a pesar de todo, había paz en mi corazón. «Estoy donde debo estar», es mi simple oración. Hice una fotografía al monitor que mide las constantes de mi madre y escribí un breve comentario en Facebook. 





«Un lugar donde nadie quiere estar en estas fechas, y sin embargo, incluso aquí es posible tener paz. ¡Gracias Dios!



"Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado". Is 26:3».



El sábado 23 llegaron los celadores del Sociosanitario Francolí y subieron a planta a mi madre. Ella continuaba igual, en un estado de aletargamiento inusual, extraño, sin responder a estímulos, en una somnolencia casi total, y apenas moviendo débilmente una mano y un poquito los ojos. Yo seguía tosiendo y cada vez me encontraba peor. Una doctora me explicó que ella solo estaba de guardia que había poco personal por las fechas navideñas. Una enfermera me insistió en que debía ir a Admisiones y llevar la tarjeta sanitaria de mi madre y dar mis datos. Apenas me tenía en pie y atendí a la enfermera sentado. Esa noche me sustituyó Paula y pude ir a casa. Al llegar comprobé que estaba a más de 39ºC. Me hice una prueba y di positivo en Gripe A. Paracetamol al canto y a sudar la fiebre. Pasó la Nochebuena y la Navidad… pero no las percibí, sumido en la nube de la fiebre y preocupado por mi madre hospitalizada con diagnóstico incierto.



El miércoles 27 amaneció con cielos despejados, un agradable sol de invierno y sus timoratos rayos bañaron la habitación de mi madre. Una tórtola nos visitó posándose en la baranda del pequeño balconcito. Se me ocurrió hablarle a mi madre: “¡Mira mami, una tórtola nos va a cantar su arrullo! ¡Vamos a ver!”. Pero no, no cantó, no arrulló, no emitió ni un sonido, uniéndose al silencio y la apatía de mi madre. Nos miró ladeando la cabeza, pero finalmente tras unos minutos, emprendió su vuelo. Antes de que escapara logré capturarla con mi móvil. Esa noche preparé un pequeño texto que subí a Facebook. Aproveché para agradecer a las personas que estaban preguntando por el estado de mi madre y oraban por ella o nos enviaban un abrazo.





«Gracias a tod@s por vuestras palabras de ánimo. Son de agradecer. Seguimos adelante un día más, que ya es mucho. Cuando en invierno visita tu habitación el bello astro y te abraza con su luz, todo se torna de color calma. Pero si además de la luz viene un pequeño ser alado, su belleza se multiplica. Así es, a nuestro balconcito hospitalario se vino a posar una tórtola, solo una. ¿Estará viuda de amor o será que aún lo busca para iniciar el vuelo de su vida? No sabía si llamarla señora o señorita. Sea como sea logré inmortalizarla. Animé a mi madre en su camita y nos preparamos para recibir su arrullo, pero creo que estaba afónica, como yo, ni una nota. Tampoco habíamos pagado por el concierto. Nos observó un ratito, sin prisas y luego continuó su búsqueda. 



En el libro bíblico de Cantares era anhelado el tiempo cuando el invierno, el frío y la lluvia iban quedando rezagados y llegaba el tiempo de la canción, del perdón, de la paz y el amor. Era precisamente cuando volvía a escucharse "la voz de la tórtola" (Cnt 2:11).



Aunque nuestra amiga no nos "cantó", sí que nos recordó que en las etapas duras, no estamos solos. Jesús no mentía cuando decía: "Mirad las aves del cielo, que no siembran... y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?" (Mt 6:26). La pequeña solista también trajo a mi memoria vuestros buenos deseos para mi madre y para todos los enfermos. En cierta manera fue vuestra emisaria. ¡Gracias a Dios por los viejos y jóvenes amigos y amigas! Gracias por cada abrazo que nos habéis enviado por multitud de medios. Y como no, gracias querida tórtola por visitarnos en el dolor. Fue grato verte, vuelve, puedes traer compañía».



El estado de mi madre no mejoró ni un ápice, sufrió episodios de fiebre, convulsiones y no podía comer por sí misma. Antitérmicos, cambios posturales, insulina, respiración agitada, heparina… En algunos breves momentos la vi más despierta, abría sus cansados ojitos, aunque no sé si tan siquiera me veía, comía con nuestra ayuda, eso sí, todo triturado y con jeringuilla. Nochevieja y Año Nuevo pasaron de puntillas. 



Iba leyéndole la Biblia, orando a su lado, haciendo algún devocional tomado de su mano (con cuidado de no molestarle en las vías), cantándole alguna canción o himnos conocidos al oído, de los que ella sabía muchísimos. Le mostré vídeos con saludos y cariños de la familia que me fueron enviando mis primos de Terrassa y de Francia. Abrió los ojos, los miró, me pregunto si acaso los veía. Tras una aparente y leve mejoría todo se complicó aún más, al parecer la infección estomacal invadió a otras zonas. De ahí la fiebre. Viendo cómo desmejoraba cada vez más, los médicos nos comunican que nos preparemos para despedirla. Ya llevaba días dándole gracias a Dios por la oportunidad de estar con mi madre despidiéndome, con mi padre un dolor escondido me acompaña, debido al covid no pude hacerlo.



La noche de Reyes pasaron por la habitación “los tres reyes magos”. Era una noche ventosa y fría. Los personajes vinieron en motos vespa. Haciéndose una fotografía en la entrada del hospital casi salen volando. Le dejaron una figurita de un ángel sonriente hecha de madera con la leyenda en inglés de “Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo”. Finalmente, la madrugada del martes día 9 de enero del 2024 mi madre se marchó a un maravilloso lugar, donde un día nos volveremos a reencontrar.



El día 12 de enero escribí la noticia en Facebook con el resumen de la ceremonia de despedida y agradecimiento por la vida y la fe de mi madre. 





«La madrugada del martes 9 de enero de este año 2024, a las 2:30, mi madre Luisa Arqueros López se marchó al Hogar Celestial. Horas antes la visitó en el hospital su pastor Josué García y le leyó el Salmo 34. Mi madre había bendecido al Señor en todo tiempo, su alabanza estuvo siempre en su boca y supo que efectivamente, "los leoncillos necesitan, y tienen hambre; pero los que buscan al Señor no tendrán falta de ningún bien". Me encantó que fuera este el Salmo que eligiera para leerle a mi mami. Josué es un hombre cálido, de la tierra del mojo picón, y tras orar por ella y charlar un rato conmigo, se marchó desprendiendo un aroma agradable.



Ya en la oscuridad de la madrugada, mi madre expiró. Ahora ya no sufre, no padece, no siente dolor... ahora disfruta de la Vida Eterna en toda su plenitud. Su fe en Jesucristo fue siempre sencilla, pero firme como una roca. 



El jueves día 11 pudimos despedirla en un sencillo acto de celebración por su vida en la Iglesia Protestante de Salou (Tarragona). Fue una tarde fría, pero allí estuvimos rodeados del calor de la familia, los amigos y los hermanos en la fe. Mi amigo Santi abrió con una oración y Patricia, Marcos y Jacob continuaron este tiempo con unos preciosos himnos. El pastor Josué dirigió el acto dándonos paso a los hijos para dar unos agradecimientos y contar algunas anécdotas. Mis padres amaban el mar y se enamoraron de Salou hace muchos años. Aquí atracaron su navío y también los hijos acabamos amarrando nuestros botes en el mismo puerto. Un precioso centro floral de la Iglesia, una foto bastante reciente de mi madre con una bonita pamela y una mesa de arena con conchas, erizos, estrellas de mar... fue la sencilla decoración que adornó el acto. La mesa de arena hablaba de ese cariño por la playa, las olas, el sol... que caracterizó a mis padres. 





Luego se dio paso a un vídeo con tiernos retazos de la historia de mi mami y de mi papi. El vídeo fue hecho con mucho cariño por nuestra hija Keila y por su marido Josías. Hicieron un gran trabajo para honrar a la abuela, y también lograron derramar unas cuantas lágrimas en la sala. 



Tras una breve meditación bíblica del pastor Josué García, honrando la fe de Luisa, dio unas palabras el pastor emérito Eduardo Bracier, quien junto a su esposa Esther fueron buenos amigos de mis padres. Terminamos con el antiguo coro de "Solamente en Cristo", compuesto por otro amigo de la familia, Félix Benlliure. 



Carlos Brazier se encargó del sonido, vídeo y la retransmisión para que la familia de Francia y los que estaban enfermos pudieran "estar" presentes. Manuel Sánchez (Manolo), que siempre fue el manitas amoroso de mis padres, nos ayudó repartiendo las esquelas en la entrada.



Al final de la ceremonia comenzó el tiempo de los abrazos, sentidos, apretados, sinceros, compasivos, llenos de esperanza. Un tiempo grato, donde la tristeza dio paso a la gozosa esperanza de que en Cristo, efectivamente... esto es solo un ¡Hasta pronto mamá y papá! ¡Os querré siempre!».



Cuando le enseñé a mi amada Mati Sanchiz la figura que le trajeron “los reyes magos” a mi madre pocos días antes de marchar, mi esposa dejó que su alma destilara estos bellos versos. 





La muerte fue vida



(9 enero 2024)



«Y pasó un ángel 



y la recogió en sus brazos, 



el dolor se mudó en danza 



y la oscuridad de la noche 



se convirtió en alba. 



 



Y pasó un ángel



con ternura en su mirada



sollozando esperanza



descubriendo la paz



escondida en su alma. 



 



Y pasó un ángel



con un mensaje de luz



con manos abiertas



soñando sonrisas.



Y pasó un ángel 



y la muerte fue vida».



 



Mati Sanchiz Rodríguez



El regalo de los Reyes Magos en la isla de los juguetes rotos.



En memoria de Luisa Arqueros López (1944-2024).



 



Como nos envió en un mensaje nuestro amigo Paul Calzada, “La muerte no triunfa, es la vida la que triunfa”, por eso, gracias Dios por la vida de mis padres y gracias Jesús por tus palabras: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. (Jn 11:25).



 



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