La intensidad de la sinceridad no es el criterio que se puede usar para determinar que una creencia sea cierta.
Da igual con qué fervor o con cuánta sinceridad creas en tu religión. Eso no te salva.
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Por ridículo que parezca el ejemplo del título, creo que ilustra lo que quiero decir: Imagina que se te acerca un tipo y te dice que cree que los elefantes vuelan. Por muy sincera que sea su creencia, estoy seguro que compartirás conmigo la alegría de que no vuelen. Cada vez que pienso en los excrementos de los pajaritos, estoy muy contento de poder afirmar que dicho tipo se equivoca.
Y lo cierto es que la intensidad de la sinceridad no es el criterio que se puede usar para determinar que la creencia sea cierta. Pero eso es lo que vemos se afirma actualmente con la cosmovisión postmoderna del mundo. Cada cual cree lo que quiere y eso está bien para cada cual, siempre que no estorbe a nadie más.
Pues lamento ser un aguafiestas pero no es correcto. Vamos a ver lo que dice la Biblia al respecto:
“Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios” (Romanos 10:2-3).
“Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:4-11).
Os acabo de dejar dos pasajes que describen a personas que eran muy, pero que muy sinceras. Pero estaban muy, pero que muy equivocadas. Estos ejemplos tienen que ver con judíos que rechazaban a Cristo en su día. Pero ilustran como actualmente también existen personas que muy sinceramente y muy equivocadamente, creen en algo que no les puede proporcionar seguridad en el día del Juicio Final.
Puedes pensar que, si haces más cosas buenas que malas en la vida, que la balanza pesará en tu favor cuando se examinen tus obras. Puedes pensar que si le das dinero a los indigentes que eso camuflará de alguna manera tu pecado. Puedes pensar que si olvidas tu pecado, que no volverá. Puedes pensar que ya que no eres tan malo como el vecino, que estás a salvo. Puedes pensar que si te confiesas, que un mero mortal te puede absolver de tus pecados. Puedes pensar que si algo permanece secreto, que no habrá consecuencias. Y puedes pensar esas cosas y otras muchas pero equivocarte en todo.
¿Por qué lo digo? Porque todo ello tiene la consecuencia de autoengañarte. A corto plazo, puede darte una falsa sensación de seguridad basada en una autosugestión subjetiva en vez de conocer el criterio real y objetivo que leemos en la Biblia. Si sigues confiando en esas cosas, aunque me duele, debo despertarte antes de que te des cuenta que eso no salva. Y sé que el pasaje que te dejo debajo es muy fuerte. Pero si estuviera tu casa en llamas, ¿crees que los bomberos llamarían suavemente a la puerta para avisarte?
Si crees que te puedes salvar por estas cosas, esto es lo que dice Apocalipsis 20:11-15: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.
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No se trata de si te salvará lo que crees sinceramente sino de si prestas atención a la advertencia que nos da Dios en Su Palabra. Y como acabas de leer, el criterio universal y cierto sin excepciones es si tu nombre está escrito en el libro de la vida. Por eso Lucas 10:20b dice: “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
Por tanto, el objetivo del presente escrito no es dejarte aterrado sino de darte otro aviso antes de que llegues al punto sin retorno. El pasaje de Apocalipsis está escrito a modo de señal de prohibido el paso. Asegúrate de que tu nombre está escrito en el libro de la vida. Tu nombre puede escribirse hoy mismo en los cielos si dejas de confiar en cosas vanas y te aferras a lo que Cristo hizo por ti al morir en la cruz en tu lugar. Confía en Él y apártate del pecado y serás salvo.
El autor se despide habiendo hecho su parte: “A otros salvad, arrebatándolos del fuego” (Judas 23).
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