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Lutero: con la educación subsistirán el evangelio y las ciencias

Alegría, esperanza, fuerza, trabajo, comunidad… ¡La Palabra y sus frutos!

REFORMA2 AUTOR 7/Emilio_Monjo 16 DE DICIEMBRE DE 2023 22:00 h
Foto: Unsplash, CC0.

Cada año, por estas fechas, la navidad vuelve a casa por navidad. Tiempo de lucecitas, figuritas, y palabritas. Cada cual como le parezca, pero colocar un arbolito o un belencito como figuras de los valores éticos de Europa, frente a… pues no se sabe bien, dice bastante de los valores que se sustentan.



Si nos ponemos en los inicios de lo que se ha llamado Reforma Protestante, y leemos, un suponer, los primeros escritos “de reforma” de Lutero (lectura obligada, hoy más que antes), queda en la más simple superficie un hecho fundamental, pero que con los brillos de los intereses propios, se oscurece: La Reforma, la Europa moderna que de ella nace, lo hace contra el papado.



 



Los arbolitos o belencitos pretenden mostrar una Europa “cristiana”, formada por la Reforma y el papado (personas particulares, siempre aparte), pero lo que queda realmente, si bien se mira, es el artificio de un árbol o belén: apariencia sin realidad. (Sería como decir que la cruz representa los valores del templo judío o/y del imperio romano).



 



Esos escritos iniciales (sin dejar sus exégesis de libros bíblicos), sobre la teología escolástica (1517); el valor de las indulgencias. Las 95 tesis (también 1517); Indulgencia y gracia (1518); Controversia de Heidelberg (también 1518); La cautividad babilónica de la iglesia (1520); A la nobleza cristiana de la nación alemana (también 1520); La libertad del cristiano (también 1520); Magnificat (1520-21); Discurso de Worms (también 1521); Derecho de la comunidad a elegir a sus pastores (1523); A los magistrados de todas las ciudades alemanas, para que construyan y mantengan escuelas cristianas (también 1523); etcétera, dejan bien claro que la Reforma de la Iglesia y de la Sociedad civil, se tiene que hacer sobre las ruinas del papado. Si éste queda en pie, lo otro no aparece. Donde esté lo uno, no puede estar lo otro. (Quizás este no sea lenguaje propio de “lo que hay que decir” por navidad, pero es la verdad de aquel tiempo.) Si alguien pretende en esos momentos mostrar los valores de Europa, la Europa cristiana, tendrá que convenir en que son los de la Reforma contra el papado, o, si mejor le gusta, los del papado contra la Reforma, pero nunca unirlos.



 



Una de esas obras (traducidas y editadas en magistral selección por Teófanes Egido, 1977. Un carmelita y una editorial católica. -Cito de ese texto-): A los magistrados de todas las ciudades alemanas, para que construyan y mantengan escuelas cristianas, la vamos a tener cerca en nuestro rato de conversación.



 



Imposible leerla sin notar el aliento del Espíritu de Dios en esos momentos. Alegría, esperanza, fuerza, trabajo, comunidad… ¡La Palabra y sus frutos! Su autor es un Lutero en un tiempo que necesita el “también” a cada paso, pues es una fuente de producción de obras fundamentales, sin parar. Un Lutero todavía con hábito de agustino; perseguido, cobijado, calumniado, aclamado… siete años para cambiar siete siglos. ¡No. No me resisto a que hoy no pueda ser igual!



 



En el título de la obra tenemos seccionada la virtud de la obra de Reforma: “magistrados”, “ciudades”, “alemanas” (¡esa “nación alemana”!), “escuelas”. (Las luces del árbol pueden cegar, pero esto, si bien lo miras, es la negación del papado.) Lo primero, los magistrados, el poder civil, es querido por Dios. ¡Y no debe estar sometido al trono eclesiástico! (La primera y fundamental muralla que se tenía que derribar.) Pero, ¿no es un eclesiástico el que propone esas cosas? Si. En un sentido. Es un profesor de la universidad, un pastor, pero, sobre todo, es un miembro de la comunidad (eclesiástica ¡y civil!), y como tal debe hablar con la palabra que le proporciona la Palabra. Lutero “dice” lo que cualquiera de la comunidad debería decir, pues con la Palabra, cada miembro tiene palabra. Por eso reclama (y advierte) que su palabra no la tomen como suya, sino como la Palabra, a la cual deben su cargo y buen futuro. (La Palabra ya no está en la palabra de una jerarquía. Esa es la segunda muralla que se viene abajo con la primera. La Palabra, la Escritura, está en la comunidad.)



 



Ya me callo. (Se ha hecho tardísimo, entramos en el sábado.) Les pongo unos renglones de la obra.



 



“A los magistrados y regidores de todas las ciudades alemanas… Hace ya tres años, prudentes y sabios señores, que no podría haber abierto la boca, por mi calidad de excomulgado y proscrito, y si hubiera temido más a los preceptos humanos que a Dios…



Por eso no dejaré de hablar mientras viva y hasta que la justicia de Dios irrumpa como un rayo, y su gracia salvadora brille como una lámpara encendida… (p. 215)



 



En primer lugar, podemos contrastar la experiencia que se palpa en Alemania entera: aquí y allá se deja que las escuelas se desmoronen, las escuelas superiores apenas si se en visitadas, los conventos van desapareciendo… Gracias a la palabra de Dios se ha podido contrastar ahora lo poco cristiano de esas escuelas y cómo sólo se dirigen a favorecer el vientre… La mayoría, apegada a la carne, razona… ¿para qué mandarlos a estudiar [a sus hijos e hijas], si no van a ser sacerdotes, frailes o monjas?…



No es extraño, ni tiene que llamar la atención a nadie, que el diablo maligno reaccione de esta suerte en el asunto y sugiera a los corazones mundanos y carnales este abandono de la niñez y de la juventud… Porque, vamos a ver, ¿cómo iba a ser posible que le agradase el contemplar cómo por el evangelio se destruirían sus nidos, es decir, los conventos y las pandillas clericales? Es ahí donde corrompe él a placer a los jóvenes en los que pone todo su interés. ¿Cómo estaría dispuesto a consentir y alentar la buena educación de la juventud? Sería un necio si permitiese y fomentase en su reino la construcción de algo que en breve le destruiría a él mismo. Pues tal cosa sucedería si perdiese este estupendo bocado que es la juventud y tuviese que sufrir que a costa de sus bienes [abadías, cabildos, etc.] se estimulase el servicio divino… (p. 216)



 



Os ruego a todos vosotros, mis queridos señores y amigos, por amor de Dios y de la pobre juventud, que no toméis esta empresa como algo de poca monta, que es como la ven muchos que no se aperciben de lo que el príncipe de este mundo anda tramando. Es algo muy serio e importante para Cristo y para el mundo entero nuestra ayuda y consejo a la juventud; con ello nos ayudaremos y aconsejaremos nosotros y todos. Mirad que sólo a base de enorme y cristiano empeño podemos salir airosos en este ataque callado, secreto y taimado del demonio…



Queridos señores, si hay que gastar sumas tan crecidas al año para armamento, caminos, puentes, diques e innumerables cosas por el estilo con el fin de que una ciudad pueda gozar de paz y tranquilidad temporal, ¿por qué no habría que gastar más en vistas a la pobre y menesterosa juventud y así mantener uno o dos hombres capacitados como maestros de escuela?



Todos y cada uno de los ciudadanos deberían conmoverse ante la siguiente consideración: si hasta ahora han tenido que perder tanto dinero y tantos bienes en indulgencias, misas, vigilias, fundaciones, mandas, cabos de año, frailes mendicantes, cofradías, romerías y tantas aberraciones por el estilo, y se han visto para siempre liberados de tales robos y donativos por la gracia de Dios, sería muy conveniente entregar parte de lo que suponía como la mejor inversión en beneficio de las escuelas y de la educación de los pobre niños… (p. 217)



 



Baste lo dicho sobre la utilidad y necesidad de las lenguas y de las escuelas cristianas en orden al aspecto espiritual y a la salvación de las almas. Ocupémonos ahora de lo corporal, como si no existiera alma, cielo o infierno de ninguna clase; como si tuviésemos que tratar sólo del gobierno temporal y civil, y consideremos si éste no tiene tanta necesidad de buenas escuelas y de personas preparadas como el espiritual. Hasta ahora este problema no ha interesado lo más mínimo a los ‘sofistas’; han orientado las escuelas sólo hacia el estado eclesiástico… (p. 226)



 



No es preciso insistir aquí en que el gobierno temporal es un orden y un estado divino…



Incluso, como dejo dicho, aunque no existiera el alma, aunque las escuelas y las lenguas no fuesen necesarias para la Escritura y por motivos divinos, sería más que suficiente motivo para instituir en todos los lugares las mejores escuelas para muchachos y muchachas, la necesidad que tiene el mundo para el gobierno temporal de hombres y mujeres preparados, de tal forma que los hombres puedan regir el país y a la gente, y las mujeres educar y gobernar perfectamente a los niños, a los domésticos y a la casa. Pues bien, tales hombres tienen que salir de los muchachos y tales mujeres de las muchachas, de ahí la razón de instruirlos y educarlos correctamente… (p. 227)



 



La juventud tiene que retozar y saltar o estar empleada en algo que le guste; no hay que estorbárselo, puesto que no hay por qué prohibirle todo. ¿Por qué no habría que poner a su disposición estas escuelas y estos saberes? Gracias a Dios las cosas están hoy de tal manera, que los niños podrán aprender lenguas, otras ciencias e historias con gusto y aun jugando. No son ya nuestras escuelas aquel infierno y purgatorio en el que teníamos que sufrir el tormento de los casos y de los tiempos y todo lo teníamos que aprender a base de golpes, de temores, de angustia y ansiedades…



¡Cuánto me pesa no haber leído más poetas e historias y que no tuviese nadie que me enseñara a hacerlo! En su lugar me vi forzado a leer la mierda del demonio, a filósofos y ‘sofistas’, y esto con tantos gastos, tanto trabajo y contrariedad, que bastante tengo con barrerlo…



Lo que falta es la voluntad sincera de educar debidamente a la juventud y de ayudar y asistir al mundo con personas preparadas. Al demonio le encanta contar con gente zafia e inútil, y lograr así que a los hombres no les salgan bien las cosas de la tierra… (228)



 



Por fin, hay otra cosa sobre la que tienen que reflexionar bien todos los interesados en que en Alemania se establezcan y se mantengan estas escuelas y posibilidades de aprender lenguas: no se puede regatear celo ni dinero para contar con buenas bibliotecas o librerías, principalmente en las grandes ciudades que pueden hacerlo. Porque si se quiere que el evangelio y las ciencias subsistan, es imprescindible que se redacte por escrito y se conserven en libros… (p. 230)



 



Dejamos que todo se escape, como si el asunto no fuera con nosotros. La respuesta de Dios consistió en permitir que en lugar de libros buenos llegase Aristóteles [escolástica], acompañado de innumerables libros perniciosos, que cada vez nos alejaban más de la Biblia, que es lo que en definitiva hicieron esas máscaras del demonio, los monjes, y los fantasmas de las universidades. Los hemos dotado con bienes inhumanos, hemos cebado a incontables doctores, predicadores, maestros, clericallas y monjes, -es decir, esos asnos corpulentos, gordos y grasos, ornados con birretes rojos y brunos, como marrana enjoyada con cadena de oro y de perlas-, gravándonos a nosotros. Nada bueno nos enseñaron; por el contrario, nos fueron cegando y entonteciendo cada vez más a cambio de devorar todos nuestros bienes. Lo único que recogieron fue mierda y estiércol de sus libros cochinos y venenosos, con los que llenaron -horror da el sólo pensarlo- todos los conventos y rincones…



Este es el precio de la ingratitud que ha supuesto el descuido hacia las bibliotecas, el haber permitido la desaparición progresiva de los buenos libros y haber conservado sólo los inútiles… (p. 231)



 



Ha llegado la hora de que hagamos recolección y llevemos lo mejor a los graneros, de que amasemos tesoros para que no desperdiciar la rica cosecha y conservar algo de esta edad dorada para el porvenir, puesto que Dios se ha dignado graciosamente proveernos con toda la plenitud de ciencias, gente instruida y libros. Porque es de temer -como vemos que está sucediendo otra vez- que se sigan produciendo libros nuevos y variados y se llegue al extremo de que, por obra del demonio, los libros buenos que están apareciendo, gracias a la imprenta, vuelvan a verse ocultos, y los libros malos y nocivos, que tratan de asuntos inútiles y absurdos, arraiguen otra vez y llenen todos los rincones. Lo que resulta indudable es que el demonio anda procurando que se retorne a los molestos y martirizadores católicos, floristas, modernistas [seguidores de Ockam], con el estiércol condenado de los frailes y ‘sofistas’, para que e esté siempre estudiando y nunca se llegue a aprender…



A todos os encomiendo en la gracia de Dios. Que él se digne ablandar y caldear vuestros corazones para que en serio se hagan cargo de la pobre, miserable y abandonada juventud, y, con el auxilio divino, se la provea y se la ayude en vistas al gobierno bienaventurado y cristiano de la nación alemana, tanto por lo que se refiere al cuerpo como por lo que dice relación al alma, con plenitud y sobreabundancia, para alabanza y honra de Dios padre, por Jesucristo, nuestro salvador. Amén.” (p. 232)



 


 

 


2
COMENTARIOS

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Alfredo
17/12/2023
15:21 h
1
 
Sin duda Martín Lutero fue un genio de la propaganda. Otro ejemplo, su defensa del antisemitismo, unas tesis que más tarde serían precisamente utilizadas por Hitler para defender la persecución de los judíos. El todo es mas clarificador que la parte para comprender el poder de persuasión de la propaganda.
 
Respondiendo a Alfredo

Disidente
24/12/2023
22:32 h
2
 
Alfredo: Lo del Vaticano sí que es propaganda. ¿ No ha leído la bula papal "Cum nimis absurdum"? Lutero puso de ejemplo a los reyes católicos sobre cómo tratar a los judíos, y al final de su vida se arrepintió. Todos los errores de los reformadores ya existían en Roma, pero los aciertos de la Reforma no los aceptó el papado. Esa es la diferencia.
 



 
 
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