Soy una niña herida que quisiera curar todas las heridas. Las del corazón, las de adentro, las de afuera.
Por Mati Sanchiz
Tengo una niña acá adentro de mí,
es una niña enfadada, berrinchuda y con pataleta.
Una niña malcarada, respondona y machopirolo,
ella habla lo que piensa sin pensar en consecuencias.
Es una niña golpeada, lastimada
por no saber morderse la lengua,
por ser testaruda, descarada y boca ancha.
Y la tengo castigada, amordazada
y un tantito domesticada.
Porque mis enfados, muchos de ellos justificados,
no me dan derecho a herir a los demás
con mis flechas afiladas.
Tengo en mi interior una niña enojada
que fue rota en cachitos pequeñitos,
que con diminutas manos tuve que recomponer.
Soy un puzle con alguna pieza perdida,
con huecos, vacíos y silencios,
con gritos, llantos y suplicios.
Tengo una niña enfadada
que quiso ser protegida
y se sintió desamparada.
Tengo una niña irritada
que odia el odio, que odia odiar
y se odia por sentir odio.
Tengo una niña iracunda
que aborrece los bandos
las banderas y las acepciones de personas.
Que le duelen las guerras y
los niños que sufren desde todas las fronteras.
Tengo una niña rabiosa, que se molesta
porque usan a los niños como colchón y como pretexto,
como excusa, como escudo y como arma afilada.
Tengo una niña malherida que sufre
con todos los niños heridos,
que no conoce de colores, de diferencias
ni de intereses, ni de barreras,
que llora cada lágrima inocente
sobre cada cicatriz que lacera el alma.
Tengo una niña que grita: ¡Basta!, de injusticias,
de barbarie, de muertes y guerras injustificadas,
de odios ancestrales, de rencillas ruines,
agrias, sin sentido, rancias y desgastadas.
Tengo una niña que está harta de peleíllas de patio del cole:
‘Este espacio es solo mío y tú no lo puedes ni pisar’.
Es una niña que ya no distingue quien odia más,
cuando lo que deberíamos hacer es competir
por ser los mejores en amar.
Soy una niña herida que quisiera curar todas las heridas.
Las del corazón, las de adentro, las de afuera,
las que se ven, las invisibles y algunas más.
Pero solo soy una niña herida.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros. – Is 53: 4-6
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