Educar a la manera de Jesús (II)

Mt. 23:4-7

Vale, todos pensamos que el fariseísmo no tiene nada que ver con nosotros, porque ni pensamos, ni enseñamos, ni vivimos como lo hacían los fariseos. ¿Seguro? ¿Ni siquiera un poco? Es mucho más fácil pensar en las cosas que pensarnos a nosotros mismos. Pero, importa caer en la cuenta de que, por esa misma razón, no vemos las cosas como son, sino que vemos las cosas como somos. Comenzamos.

La ética y la enseñanza fariseas se impone por lo civil o por lo criminal. La ética y la enseñanza de Jesús son una invitación que seduce y fascina. 

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“Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”. Mt. 23:4

El ejemplo que no logran transmitir con la enseñanza fiel de la palabra, acompañada de una vida ejemplar, pretenden imponerlo en las conciencias  de las personas sencillas a base de preceptos insoportables que solo transmiten frustración, dolor y sentimientos de culpa. Pero ellos, que ostentan el poder y el dominio, no se sujetan a lo que exigen a los demás. Son la encarnación del despotismo religioso: unos mandan, otros obedecen; unos enseñan, otros cumplen. Todo para el pueblo pero sin el pueblo, o con el pueblo sometido. 

Para comprender un poco todo esto, es necesario realizar un “retrato robot” del fariseo tipo: 1. Un fariseo es una persona que se considera absolutamente segura de sí misma. 2. Esta seguridad es el resultado de lo que él y solo él entiende que es una conducta sin tacha ni mácula, sin ninguna fisura espiritual. 3. Como consecuencia, cuando dirige su mirada a los otros lo hace siempre en clave de desprecio, porque siente, piensa y cree que los demás no le llegan ni a la altura del zapato. 4. El resultado final es que acaba viviendo en una “burbuja” de falsa piedad que le aísla de los otros, porque acaba importándole más el “sacrificio” que “la misericordia”. ¿Nos vamos entendiendo? ¿Seguro que esto no tiene nada que ver con nosotros? ¿De verdad nos queda tan lejos que creemos estar “vacunados” contra estas patologías? Sigamos.

Jesús, el maestro con mayúscula, practica una ética didáctica que desata la indignación de los “Catedráticos de la moral”, porque se sienta a comer con publicanos y pecadores rompiendo todos los códigos de honor, sociales y religiosos; realiza milagros que liberan, restauran y  restituyen a las personas devolviéndoles la dignidad que una religión deshumanizadora les había secuestrado a la fuerza; cuenta parábolas para hablar de un Dios diferente, que no juzga, ni condena, ni oprime, ni impone nada, sino que ama y acoge porque es paciente y misericordioso con todos los pecadores, sin importar su condición. Por eso, el pueblo acaba seducido y fascinado por la manera de pensar, de enseñar y de vivir de Jesús. 

“Antes bien, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues ensanchan sus filacterias y extienden los flecos de sus mantos;  y anhelan los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas y el ser llamados por los hombres: Rabí”. Mt. 23:5-7.

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Cuando no se vive para Dios, se vive para uno mismo. Cuando no se busca la gloria de Dios, se persigue la propia y, entonces, en vez de proclamación se da auto exposición y en vez de servicio a los demás, se sirve a los propios intereses creados, aunque la necedad acumulada no lo perciba ¿Cuánto fariseísmo existe en nuestros corazones? ¿Cuánto de fachada, de apariencia y de ficción vendemos a los demás? Necesitamos pensar, aprender y vivir confrontándonos de manera radical con el modelo programático de Jesús de Nazaret, el Señor y Maestro, porque solo si conocemos cómo pensó, enseñó y vivió, y le imitamos y seguimos, seremos felices. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis”. Soli Deo Gloria.