Unidad de España: perversión de una idea

Les pongo esta breve reflexión, que sigue para recordar también el libro, de lectura imprescindible, que les dije la semana pasada, pues es un asunto ese de la unidad de España, que, bien mirado, te obliga a mirar para ver. Pues se ha ocultado lo que se debería ver, para, en su lugar, mirar deslumbrados una gloria pervertida.

En la obra citada aparecen episodios fundamentales de la historia de España, olvidados a conciencia, pero que acreditan que España es una tierra que nace y vive en la guerra civil. Todo el previo y el siguiente a la consolidación de la monarquía de los Católicos es un ejemplo. Una de esas parcelas nombradas es la guerra civil de Andalucía de 1508. Olvidada, muy olvidada. No podía dejar de pensar en este asunto en los días pasados en un campamento familiar en Priego de Córdoba, pues en esos enfrentamientos tuvo sitio prominente el marqués de Priego, cuyo castillo en Montilla, al final es arrasado, con otros señoríos cercanos: Cabra, Ureña... Y la presencia importante de Sevilla y, especialmente por su final, Niebla, todo con el referente de la poderosa casa del ducado de Medina Sidonia. Le he puesto lo de guerra civil, pero valdría la rebelión de Andalucía, sus ciudades y señoríos, contra el Católico, que no dejaba de ser simple regente. Esas ciudades y señoríos, con la casa de Medina Sidonia, habían acordado con Felipe. Se murió o lo murieron, y Fernando retomó el poder. Con su ejército de mercenarios venció la rebelión. Niebla quedó como ejemplo de la unidad futura de España. Se conservó su castillo, pero para colgar a sus habitantes, que previamente se habían rendido. El vencedor unió en sus arcas la riqueza de esas ciudades y señoríos.

Un detalle que se oculta especialmente: esas ciudades y señoríos rebeldes contra el dominio de Fernando, tenían en causa común el rechazo de la presencia de la Inquisición. También tuvieron con ellos a las elites conversas. Pero, ¿a quién le interesa eso?

Se cita otro episodio, que me parece tan necesario recordar, que lo voy a hacer poniendo algunos renglones. Creo que es el espejo de España; si quiere mirarse y verse. 

“El pogromo de Toledo de 1449 [negritas mías] constituye el primer acto de exterminio diseñado desde magistrados investidos de autoridad política y destinado a intensificar la división de la comunidad urbana para obtener beneficios políticos y económicos. Es preciso insistir en que fue impulsado desde el poder legal mismo del valido Luna. Los pogromos de 1391 no habían sido decididos desde el poder político. El de Toledo de 1449, sí. Además ya no se dirigió contra un pueblo externo y paria -como hasta ese momento de 1391 eran los judíos-, sino contra una parte del mismo pueblo cristiano, la poderosa minoría conversa parte de la elite dirigente.  El poder político quiso así obtener beneficios de la separación de lo que ya estaba unido. Consideró la unidad conseguida en 1391 por la violencia como inválida, circunstancial, y eso porque ahora interesaba despojar de derechos a poblaciones que ya los tenían, gozaban y usaban de ellos.”

¡Separar lo que ya estaba unido! Que esa es la acción gloriosa de la política en España, pues es más que evidente (todo lo contrario del modelo de nuestro Altusio, el fiel calvinista). Quiero, sin embargo, destacar algo evidente, pero que suele taparse. Ese modelo no es sólo político, sino que va de la mano de otro modelo en unión de intereses, que es netamente religioso. Hubo religiosos que consideraban el cristianismo de los conversos como el enemigo a batir. No se trata solo de reconquista, sino también de conquista y expulsión de España de un modelo de catolicidad, bíblico, de raíces en el pacto y concordia del Dios de la concordia y la misericordia del Antiguo y Nuevo Testamento, esa formidable unidad de la Escritura en una cruz común, una redención para todos por la gracia igual para todos, que pudieron vivir y publicar esos conversos, donde aquí en nuestro suelo, pudimos ver la acción redentora para todo el Israel de Dios. Pero ahí estaban los judaicos nuevos, los católicos viejos, los de la sangre y la exclusión, ¡el nuevo judaísmo que lleva de nuevo a la cruz al Mesías! Los conversos, ¡oh asombro!, que de la sangre derramada surge la mano de su pastor que los recoge y salva, ¡ahora pueden llamar judíos a esos del papado! ¡No han salido de Saulo todavía! Sin embargo, ellos están con el reconciliado, con el enviado a los gentiles, ¡son de Pablo! ¡Las cosas viejas pasaron, ahora todo, para todos, es nuevo! Ahora somos un solo pueblo.

El autor de la obra que les propuse, una y otra vez, destaca este hecho. ¿Cuanto se perdió España al perder a este modelo de cristianismo? Pero, ¿quién mató y persiguió a ese modelo de cristianismo? El papado de la unidad, conseguida precisamente por la exclusión de ese modelo. Y eso supone destruir también un modelo de convivencia, de política. En esos conversos estaba lo que ya se apunta en Europa. La España de la contrarreforma se ha ejercitado antes en contra de esa modalidad de cristianismo que se dio en su propio seno.

La perversión de la unidad conseguida por el robo, la exclusión, la ocultación: la gloria de España.

Tengo plena esperanza de que esa gracia mostrada en esos momentos terribles, esos frutos de sano cristianismo, esa Reforma antes de la Reforma, fructificará de nuevo aquí en nuestro suelo. Cuando eso ocurra, como dicen los profetas, el pueblo de la unidad perversa, la echará de sus manos como cosa inmunda.