España: papado existencial

Comparto estas notas el mismo día del inicio de la campaña. Es porque uno de los candidatos, no importa quién, habló en su mitin de nación. Resulta que esa nación le diría a otro que se fuera. No se sabe si también le dijo que viniera, cuando el otro vino. No parece que todos asuman que la voz del Parlamento sea la voz de la nación. Y en esas estaba, buscando una nota al pie, en un artículo (¡de ya hace 19 años! Res publica) del profesor José Luis Villacañas, que trataba precisamente asuntos de nación y pensamiento reaccionario español. Como tenía anotaciones, me pareció útil ponerles algunas reflexiones.

El artículo se titulaba Ortodoxia católica y derecho histórico en el origen del pensamiento reaccionario español. Se desarrolla en torno a lo ocurrido en la constitución de Cádiz, 1812.

Sin entrar ahora en pormenores de ese momento, ni del poco anterior con la de Bayona (constituciones que, no se olvide, incluían a las naciones americanas), el proceso que pone al descubierto el modelo reaccionario, sigue vigoroso en nuestros propios días, eso sí, con alguna pintura “modernizadora”, para rechazar precisamente la modernidad. Por supuesto con cambios pertinentes del lenguaje, igualito que hoy, por ejemplo, el partido reaccionario se nombraba partido moderado. En aquél momento, el de la defensa de los valores contra la revolución, esa que traía libertades civiles, que ya el título es aberrante, ¡cómo va a haber libertades fuera del confesionario, los sacramentos y la mano jerárquica! ¡Eso es fruto de la reforma protestante! [Esta proclama es literal en algunos de los pensadores fundamentales del papado español.]

Respecto a la constitución de Cádiz, queda manifiesto uno de los principios rectores de esa reacción, que duran hasta hoy. “Lo decisivo en las Cortes de Cádiz fue que el principio constitucional moderno de la soberanía nacional se vio internamente lastrado por elementos típicos del pensamiento reaccionario, especialmente diseñados para reaccionar contra aquél principio” [las negritas las pongo yo].

Sigo citando. “Y esto de varias maneras orgánicas entre sí. Primero, porque no se afirmó el principio dela sociedad civil moderna. En España no se reconocía la libertad religiosa ni la libertad de cultos porque se afirmó la idea de España como de una comunidad católica. Más importante era la razón de este hecho: el ser histórico español ya estaba firmemente constituido a lo largo de muchos siglos. España, para decirlo con un tecnicismo alemán, tenía una Verfassung. Este principio de constitución histórica limitaba la omnipotencia del soberano popular. La historia no estaba a disposición del soberano. El soberano no podía impedir que la comunidad española fuera históricamente católica. De aquí se derivaban dos principios fundamentales. Si España era católica y si el soberano político no podía decidir esta cuestión, tampoco podía decidir acerca de la verdad de ese catolicismo. En realidad, sólo la historia decidía todas estas cuestiones. Pero entonces, según el ser histórico de España, la verdad del catolicismo era la verdad ortodoxa. La ortodoxia no podía estar en manos del soberano sino en manos de quien históricamente había definido la verdad católica: la iglesia de Roma. Cuando la constitución de Cádiz aprobó el ser católico de España, la iglesia entera entendió que se aprobaba la plena y tradicional soberanía de la Iglesia católica en cuestiones de fe y el pleno [anoten, anoten, que esto sigue igual] mantenimiento de su independencia administrativa. Como es natural, desde la entrada en vigor de la constitución exigió su cumplimiento”.

… “Lo antimoderno, lo específicamente reaccionario de este punto, no era que el Estado dejara de tener competencia para definir la verdad religiosa, cosa evidente por sí: sino que el propio pueblo español no era una sociedad civil liberal, sino una comunidad nacional-católica; esto es: católica en su propia dimensión pública, como pueblo español. Con ello, la iglesia católica no era una institución de derecho privado, sino una institución política nacional”.

Sigo citando, porque esta reflexión no atañe al pasado, 1812, sino que con un lenguaje algo travestido se mantiene hoy día. “En realidad esos derechos históricos generaban privilegios eternos. Sobre estos privilegios eternos se asentaba la sociedad estamental en el seno de los antiguos reinos dotados de fueros... Sus derechos eran eternos y no podían desaparecer por la decisión de la nación [anoten, anoten, que esto sigue]. Antes al contrario, ellos constituían la nación... la radical ambigüedad del derecho histórico, que es de naturaleza subjetiva pero al mismo tiempo público-político, jugaba aquí en favor de esa apropiación privada de la soberanía política”.

Última cita. Tan actual, que parece de esta semana de elecciones. Sólo confesar, con los redimidos, nuestra gratitud porque el Redentor nos libró de estos miserables cruelísimos. España es su patrimonio, eso piensan, quizás la inmatricularon o falsificaron alguna escritura de propiedad.

“Pero entonces, al introducirse el principio de la comunidad católica, era imposible que no se introdujera el principio de la comunidad jurídica. El juego de estos principios permitió que la administración religiosa se mantuviera con toda su legitimidad pública, así como que la sociedad estamental de privilegios se resituara tras Cádiz mediante la afirmación de los derechos históricos de estamentos y territorios. La carencia de fuerza de la sociedad civil liberal no pudo detener estas reivindicaciones que, es preciso decirlo, no sólo estaban asociadas a importantes ventajas espirituales, sino también a ventajas materiales que beneficiaban a todas las capas sociales, incluso las populares. Ante las improbables ventajas de un progreso que no gozaba de evidencias, ante una sociedad civil que no se presentaba con los positivos elementos de confort, progreso y mejoras generalizados, sino como sociedad burguesa, elitista y entregada a una economía no productiva, la gente prefirió atenerse a las sólidas bases de una tradicional que, aunque de forma miserable, le permitía sobrevivir”.