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¿Desolación o esperanza?

Con apenas 13 años, Baher perdió el brazo y, con él, su esperanza y su fe.

ROSTROS DE LA PERSECUCIóN 09 DE JULIO DE 2023 09:00 h

Desde hace una semana Baher*, de 13 años de edad, trabaja en una cantera en el Alto Egipto. Este joven cristiano necesita trabajo para poder mantener a su familia, ya que su hermano mayor ha fallecido hace poco en el mismo lugar de trabajo. Cuando Baher llega a la cantera, no sabe qué le deparará el día. Su vida podría cambiar radicalmente.



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Como de costumbre, comienza el día orando. Le pide al Señor que le proteja y le devuelva a casa sano y salvo, ya que el trabajo de la cantera es sumamente peligroso.



En este día veraniego está transportando ladrillos. En un solo segundo de distracción la máquina cortadora le abre una herida profunda y le rompe la pierna. Se desploma y en la caída pierde el brazo, que es amputado por la máquina. Ve arrancarse el brazo y se desmaya. Le llevan rápidamente a urgencias. Cuando se despierta más tarde, le falta un brazo y tiene 65 puntos de sutura. En espacio de solo un día, Baher se ha convertido en minusválido, incapaz de ayudar a su familia a salir adelante.



 



«Me odiaba a mí mismo y odiaba a Dios»



«Cuando llegué a casa empecé a darme cuenta del verdadero alcance de mi discapacidad. Me desesperé. Me odiaba a mí mismo y a Dios porque pensaba que tenía Él toda la culpa de lo que me había pasado. Pensé que no era bueno, que era el responsable de lo que me había pasado. "Dios, ¡por qué me has hecho esto? No he hecho nada malo. ¡Sólo quería ayudar a mi familia! ¿Por qué me has hecho pasar por esto? ¿Por qué me atormentas así? ¿Por qué tengo que dar pena a todos los que me ven?". Había perdido el brazo y también los medios de subsistencia. Cuando me veía con un solo brazo me deprimía».



¿Cómo es que un joven de tan corta edad tenga que buscar trabajo en un entorno tan difícil? Baher tiene ahora 25 años, y lo explica así: «Vivía con mis padres, mi hermano y mis cuatro hermanas. Dejé el colegio en el cuarto curso porque mis padres no podían pagar las cuotas. Mis padres son mayores y están enfermos. Mi padre tiene una enfermedad terminal y no puede trabajar. Mi madre es diabética e hipertensa. No pueden costear nuestra manutención, y es por eso por lo que dejé el colegio para cuidarles. Seguramente eran conscientes de la importancia de la educación, pero a veces la vida nos obliga a trabajar para sobrevivir».



Junto con su hermano mayor, se vio obligado a cuidar a la familia. «En cuanto a mis cuatro hermanas, no se les permitía estudiar o trabajar. Vivíamos en una estricta comunidad islámica que subestima a las mujeres y las considera motivo de vergüenza. Lo que se espera de las mujeres es exclusivamente que se casen y sirvan y satisfagan las necesidades y expectativas del esposo».



Continúa su relato con voz triste: «Los años de mi niñez fueron una época muy penosa. Me dolía que otros chicos fueran al colegio y yo no podía ir. Empecé a trabajar en la cantera a los 13 años, para ayudar a mi hermano mayor casado a mantener a la familia, ya que nos tocaba esa responsabilidad. Mi hermano trabajaba muchísimo para mantener a las dos familias».





 



La presión que soportan los jóvenes



La voz de Baher revela su ansiedad y depresión cuando habla: «Los jóvenes de nuestra comunidad soportan continuas presiones. Nos vemos obligados a trabajar en la cantera, pues no hay otra opción. Yo tenía miedo ante la perspectiva de trabajar en la cantera con mi hermano, pero no tenía otra elección. Trabajar en la cantera da miedo y es horrible. Cada año hay muertes y heridas por culpa de las condiciones difíciles y peligrosas. Te da la sensación de haber nacido de nuevo cada vez que sales de la cantera. Nos pasa a diario».



Como Baher, muchos de los residentes de su aldea y de los alrededores no tienen trabajo. La mayoría de los niños y jóvenes acaban trabajando en las canteras, cargando piedras, al igual que antaño hicieran sus padres.



Los obreros de las canteras de piedra tienen salarios muy bajos y se enfrentan a condiciones de salud y seguridad deplorables. Carecen de cualquier tipo de defensa de sus derechos, y no tienen ninguna cobertura de seguros de salud. Las condiciones de trabajo son muy precarias y hay un alto índice de accidentes laborales.



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Baher continúa su relato: «Trabajamos con una maquinaria anticuada y poco mantenida para cortar la piedra y el mármol, y no hay medidas de seguridad. Resulta verdaderamente peligroso para los obreros.  Somos operarios de máquinas con cuchillas capaces de triturar a un cuerpo humano. Por eso, no es infrecuente que un obrero sufra la amputación de una extremidad. Además, los cables eléctricos están al descubierto y hay gran peligro de recibir una descarga eléctrica. Otro peligro al que estamos siempre expuestos es el polvo producido por las máquinas perforadoras y cortadoras. La inhalación de las partículas puede producir lesiones pulmonares graves y enfermedades oculares». Se le llenan los ojos de lágrimas.



Como si la familia no hubiera sufrido ya bastante, les sacude de nuevo la tragedia, seis años más tarde. «Por desgracia, le tocó a mi hermano mientras trabajaba en la cantera. Tenía buena salud. Pero primero recibió una descarga eléctrica. Poco después, se sintió enfermo repentinamente mientras estaba trabajando. El capataz no quería dejarle marchar sin que terminara el trabajo. Pero mi hermano no pudo soportar el dolor, y empezó a tener taquicardia y no podía respirar. Tenía los pulmones llenos de polvo fino. Intentamos salvarle.  Le llevamos a toda prisa a un centro médico, pero el hospital más cercano no estaba equipado para atender urgencias. Vino un médico con estetoscopio para examinarle, pero se dio cuenta que mi hermano ya había fallecido. Me desgarró el corazón y perdí toda esperanza».



Su propio accidente ya le había sumido en una crisis de fe. Culpaba a Dios por su propio accidente, y la muerte de su hermano sólo hizo crecer su rabia. Dio la espalda a la fe. Después de la muerte de su hermano, Baher se convirtió en el único sostén de la familia. «Tenía que seguir trabajando para pagar el sustento de sus padres, la viuda de su hermano y los niños».



En su desesperación, Baher intentó buscar otros medios para mantener a su familia. «Compré una cerreta y un burro para trabajar de transportista en el pueblo. Vi que otros obreros recogían la basura de los hogares. Me ofrecí como recolector de basura para unas residencias. Pero estaba lejos el vertedero y tardaba mucho en llegar allí con la basura. Lo dejé porque me di cuenta de que haría falta un vehículo motorizado. Pasé a transportar gravilla, arena y otros materiales de la construcción. Pero nadie quería contratarme, me rechazaban».



Justo cuando parecía que Baher y su familia habían perdido toda esperanza, las cosas empezaron a cambiar. Dios es infinitamente misericordioso. A través de su Iglesia, extiende la mano para alcanzar a los perseguidos, rechazados y necesitados, y satisface sus necesidades, tanto física como espiritualmente. Así es que uno de nuestros colaboradores locales contactó con las comunidades cristianas marginadas de Egipto, y entre ellas estaban los obreros de la cantera.



Este colaborador ayuda a los obreros de la cantera y sus familias en varios aspectos: espiritual, social y económicamente. Por ejemplo, les ayuda a desarrollar su propio proyecto que les permite ganarse la vida.





Durante el periodo más desesperado de Baher le pusieron en contacto con Fady, que trabaja en una de nuestras organizaciones colaboradoras. Estaba de visita en el pueblo de Baher, que es muy pobre, está densamente poblado y está rodeado de montañas rocosas.



Fady se acuerda muy bien de ese día. «Las casas estaban muy juntas unas a otras. La casa de Baher era oscura y apenas tenía muebles. Baher parecía desgraciado y temeroso; su corazón estaba lleno de resentimiento y rencor hacia Dios. Cuando nos contó su situación parecía que le culpaba a Dios por todas las desgracias y problemas de su vida».



Así lo recuerda Fady: «Cuando primero entré en la habitación, Baher no quería hablar conmigo. Me costó iniciar por fin una conversación con él. De repente, estalló. Expresó su ira y nos bombardeó con preguntas: "¿Realmente existe Dios? ¿Dónde está en mi vida? Si Dios es soberano, como vosotros decís, y obra siempre para bien, ¿por qué me ha abandonado? ¿Por qué me ha elegido a mí para sufrir todo este dolor y ser discapacitado?"».



Fady intentó tranquilizarle: «Créeme, Dios nunca nos abandona, porque es nuestro Padre celestial y el Padre nunca abandona a sus hijos. Ninguno de nosotros nacemos por accidente. Todos fuimos creados por Dios con un propósito particular que hemos de cumplir».



Fady recuerda muy bien lo que contestó Baher: «Me miró a los ojos y dijo "¿Qué más quieres que diga? ¿No es suficiente ya? ¿No te ha quedado claro que Dios no tiene ningún control sobre nada y no somos más que títeres en sus manos?"».



Baher estaba enfadado y deprimido y no quería asistir a la iglesia ni tener una relación con Dios. Fady le respondió: «Es terrible. Comprendo tus sentimientos y tu depresión, pero por favor, no pierdas la esperanza. Cuando tienes problemas, Dios no está lejos. No nos olvida. Es soberano sobre toda su creación». Entonces Fady tuvo que marcharse. Le dejó a Baher unos versículos de la Biblia, y le pidió a Dios que le tocara el corazón. «Dichosos seréis cuando por mi causa la gente os insulte, os persiga y levante contra vosotros toda clase de calumnias. Alegraos y llenaos de júbilo, porque os espera una gran recompensa en el cielo. Así también persiguieron a los profetas que os precedieron».



Los cristianos del pueblo de Baher sufren la persecución desde hace muchos años. Son humillados y oprimidos. Incluso ha habido casos de saqueos e incendios de las propiedades de algunos cristianos. Recientemente se han producido nuevos ataques.



A un líder de la iglesia le amenazaron de muerte cuando intentaba reformar su iglesia. No se respetan los derechos de los cristianos en el pueblo, y muchos padres temen ahora permitir que sus hijas salgan de casa por miedo a que sean raptadas por musulmanes radicales.



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A partir de la primera visita de Fady, nuestros colaboradores iniciaron un proyecto de apoyo a Baher. Explica Fady: «Primero, le ayudamos a poner en marcha un microproyecto de cría de ovejas para que pudiera tener una fuente de ingresos para su familia. Simultáneamente, hemos continuado demostrándole el amor del Padre por su familia de una forma práctica. Actualmente podemos observar el éxito de su proyecto».



Baher llegó a fiarse de Fady y del equipo, y escuchaba nuestros consejos. También fue integrado en un programa de discipulado donde escuchó el mensaje de la salvación. Aprendió sobre la autoridad de Dios, su apoyo y su presencia en los tiempos difíciles. Sigue aprendiendo y madurando emocional y espiritualmente.



 



«Sin vuestro apoyo todo seguiría igual»



Cuando estuvimos con Baher en la primavera de 2023, nos expresó su gratitud: «Mi familia y yo habíamos considerado a Dios culpable de todo lo que nos había ocurrido, pero el ministerio nos ayudó a superarlo. Ahora estamos agradecidos. Dejamos de echar la culpa a Dios y comenzamos a alabarle. Ahora vamos a la iglesia regularmente. El proyecto del ministerio me ha bendecido mucho. Está funcionando bien y puedo sacar adelante a mi familia. Si no me hubierais ayudado, no habría podido mantener a mi familia. Si no me hubierais respaldado, no habría cambiado. Me habéis levantado los ánimos y restaurado mi relación con Dios».



 



*Nombre cambiado por motivos de seguridad.


 

 


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