La fe sólo es fe en el acto de obediencia, es decir, siempre se da en el camino, andando con él y construyendo el reino.
Juan 2:23-25; 6:22-29
Cuando nos acercamos a la palabra de Dios, los cristianos partimos de unos saberes y conocimientos que nos parecen ya amortizados, es decir, estimamos que ya no hay que volver a ellos porque los acumulamos en “el disco duro” de la memoria. Solemos estandarizar los contenidos de nuestra mente dando por hecho que creemos y vivimos realidades que, en la práctica, pueden no resultar tan ciertas como nos las decimos a nosotros mismos. Una de esas cosas puede ser la fe. En el evangelio de Juan existe por parte de los judíos y Jesús un profundo debate sobre lo que es y lo que no es la fe.
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“Estando en Jerusalén, en la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”. Jn. 2:23-25. Aquellos que habían visto los milagros del Señor creyeron, pero esa fe es puesta en crisis por el propio Jesús, porque sólo era una respuesta negociada a las señales que hacía. Jesús conocía el interior de cada cual y sabía de sus motivaciones últimas: “Escudriñad las Escrituras porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas dan testimonio de mí… ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros y no buscáis la gloria que viene del Dios único? Jn. 5:39, 44. Jesús cuestiona la fe de los judíos en el verdadero Dios porque parte de premisas erróneas: 1) No ven el testimonio que las Escrituras dan de Jesús. No lo disciernen. 2) La razón de su ceguera es que se encuentran centrados en sí mismos recibiendo aplausos y halagos los unos de los otros.
En el pasaje de Jn. 6:23-25, Jesús es encontrado por la multitud que le buscaba y desenmascara sus intenciones últimas. Todo parte de la multiplicación de los panes y los peces, Jn. 6:1-15. Al final de ese milagro la gente vitorea a Jesús como el profeta esperado y pretende hacerle rey, pero Jesús se aleja de allí, vs. 15. Los milagros no pretenden desatar “emociones de capilla” ni “falsos entusiasmos” momentáneos. Son clamores de que el reino de Dios se ha acercado. Por eso, el Señor ahora les señala con claridad sus motivaciones: “Me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis…” ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado”. Jn. 6:28-29.
Pero ¿No creían ya? ¿No querían hacerle Rey? ¿No le habían seguido hasta encontrarle de nuevo? Jesús no quiere una fe resultadista, que se describe en términos de relación contractual, ni una transacción espiritual de créditos y débitos. Eso no es fe, es un tráfico de intereses que convierte a Jesús en un “Dios tapagujeros” y a nosotros en cristianos aprovechados que sólo practican la fe cuando nos ofrece una salida inmediata y convincente ante los atolladeros a los que la vida nos somete.
¿Por qué creemos en Jesús? ¿Por lo que podemos conseguir de él? ¿O por quién es, por lo que ha hecho y sigue haciendo en nuestras vidas? En los evangelios se habla de “la fe”, pero se habla con mayor insistencia del “seguimiento” para hablar de la relación de los cristianos con Jesús. “Y estableció a doce para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar”. Mr. 3:13-14. “Estar con él”, cercanía, relación personal, aprendizaje de su persona, conocimiento de su carácter, de su enseñanza, de su vida. “Enviarlos a predicar”, movimiento, invitación a plasmar en hechos concretos lo que aprendemos de la cercanía a Jesús. La cercanía y el movimiento son esenciales porque la fe sólo es fe en el acto de obediencia, es decir, siempre se da en el camino, andando con él y construyendo el reino desde el conocimiento experiencial de su persona. Eso es creer.
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“Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro el patio del sumo sacerdote; y estaba sentado junto a los alguaciles calentándose al fuego”. Mr. 14:54. Marcos da a algunos conceptos espaciales un valor teológico. Pedro siguió a Jesús de lejos y a continuación le negó. Creer en Jesús es estar cerca de él y dejarnos enviar por él. Esta es la obra, la tarea en la que hemos de ocuparnos: aprender a pensar, sentir, amar, servir, sufrir y vivir como lo hizo el Maestro. Esto es trabajar, no por el alimento que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Soli Deo Gloria.
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