Mary, una joven nigeriana, fue secuestrada y abusada por ser cristiana. Su secuestro por parte de extremistas fulani amenazó con arruinar su vida y destruir su fe. Gracias a tu oración y apoyo, esta joven nigeriana fue rescatada y restaurada junto a su familia.
Mary*, de 20 años, estaba en la iglesia cuando los militantes fulani atacaron. En su aldea en el noroeste de Nigeria, la amenaza de ataque de los militantes islámicos siempre está presente. Sin embargo, no hay esfuerzos suficientes para prepararse para soportar estos episodios.
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“Estábamos en un culto dominical cuando oímos un disparo”, recuerda Mary. “Todo el mundo empezó a correr. Algunos se cayeron. [Los extremistas] atacan a los cristianos porque adoramos a Cristo y quieren expulsarnos de esta tierra”.
En medio del caos, estos hombres armados mataron a varias personas, incluido el tío de Mary. Mary estaba huyendo, pero escuchó a su hermana llamándola. “No sabía si debía regresar por ella o seguir corriendo”, nos cuenta.
Mary decidió volver corriendo por su hermana, pero uno de los militantes la detuvo. Obligó a Mary y otras tres mujeres a ir con él. “Dijeron que, si no íbamos con ellos, nos matarían. Y empezaron a golpearnos mientras caminábamos”. Pero Dios no había abandonado a Mary. En esta situación desesperada, pudo sentir la presencia de Dios: “No sé de dónde vino, Dios me dio fuerza y valor”, dice.
Mientras se las llevaban, los militantes se burlaban de las mujeres, gritándoles que su Dios no era un Dios vivo y que no haría nada para ayudarlas. Pero la fe de Mary se mantuvo firme.
“Un hombre tenía un arma; lista para dispararnos a todos”, recuerda. “Seguí orando en mi mente. Y por alguna razón se fue y nos dejó solos. Sé que Dios hizo algo”. Las mujeres fueron llevadas al bosque durante muchas horas. “Seguimos caminando, desde las 8 de la mañana”, dice Mary. “No llegamos al campamento hasta alrededor de las 10 u 11 de la noche”.
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Por la mañana, uno de los líderes del grupo llamó a Mary. Podía notar que en ella había algo diferente a las otras mujeres, y tal vez de las otras mujeres que habían estado anteriormente en la misma posición. “Pudo ver que yo no les tenía miedo”, dice Mary. “Soy valiente, y mi forma de hablar es diferente al resto de las personas con las que nos reunimos. Yo le dije que eso es lo que hace Dios”. Estas palabras enfurecieron al líder. “Dijo que, si no me callaba, me dispararía”.
Las mujeres fueron retenidas en el campamento durante 54 días. Mary se vio obligada a cocinar para los fulani, pero la comida que les dieron a las mujeres era la que usaban para alimentar a los animales. Durante ese tiempo, sufrieron repetidas agresiones sexuales a manos de sus secuestradores.
“Algunas noches, me obligaban a acostarme con los militantes”, dice Mary. “Otro de los ancianos me dijo: ‘No nos tienes miedo, lo noto en ti’. Dijo que solo quería una cosa de mí, y volvió a hacerlo: se acostó conmigo”. Las mujeres no fueron secuestradas solo para perturbar a la comunidad cristiana: los fulani también querían dinero. Pidieron un rescate para liberar a las mujeres, pero era una cantidad enorme que los vecinos no podían pagar.
Esta es una táctica que utilizan para desestabilizar las comunidades cristianas y destruir el futuro de jóvenes como Mary. Si se paga un rescate, ya no hay dinero disponible para la educación, y eso realmente limita las opciones de los jóvenes nigerianos. Empobrecido y sin esperanza de futuro, puede ser realmente difícil para un joven mantenerse firme en su fe. Mary sabía que su familia desearía verla regresar y suplicó a los líderes fulani que redujeran la cantidad. “Les rogué, porque no teníamos el dinero que nos exigían. Pero dijo que debíamos pagar ese dinero, sin que faltase nada. Si no lo hacíamos, nos matarían”.
Un día, uno de los militantes fulani vino y se sentó junto a Mary. Ella se sintió obligada a preguntarle: “¿Realmente no sabes que lo que estás haciendo está mal?”. Aparentemente nadie le había hecho esa pregunta antes. “Me dijo que sí, que sabía que estaba mal, pero que no tenía forma de no hacerlo. Le dije que sí hay una forma de detenerlo: ‘Si le das tu vida a Jesús, Él te perdonará, y podrás cambiar todas estas cosas que estás haciendo’”.
El coraje de Mary estaba fuera de toda duda. También compartió el Evangelio con otros dos militantes. Incluso frente al peligro extremo, ella quería contarles a otros las Buenas Nuevas del Evangelio. Lamentablemente, no fueron receptivos en absoluto, pero Mary se mantuvo firme en la oración.
De alguna forma, la familia de Mary reunió el dinero necesario para pagar el rescate por su liberación. Tuvieron que pedir más dinero prestado del que podrían devolver, algo que en la cultura de honor nigeriana supone una vergüenza de la que probablemente no podrían librarse.
A pesar de la liberación, Mary continuaba sufriendo. “El dolor no había terminado. Cada noche soñaba con lo que me había pasado. Ni siquiera podía estar cerca de la gente. Reía, pero no en mi corazón, ni tampoco tenía paz”.
Fue entonces cuando tu apoyo, a través de Puertas Abiertas, marcó la diferencia. Mary fue invitada al Centro de Atención Postraumática, donde recibió ayuda y consuelo, y redescubrió su identidad en Cristo. Los colaboradores locales de Puertas Abiertas también ayudaron a la familia con artículos de primera necesidad y financiaron la educación de Mary, ya que no tenían nada para pagar sus estudios después del rescate.
Lamentablemente, Mary falleció a causa de complicaciones relacionadas con una intervención quirúrgica poco tiempo después de conocerla, pero tanto ella como su familia querían que su historia fuese contada para que otras jóvenes que viven situaciones como la suya no se enfrenten solas al trauma.
Mary murió sabiendo que no estaba sola, y esto es gracias a la oración y el apoyo de personas como tú. “Doy gracias a Dios por la paz que trae a mi vida, y también por utilizar a gente como tú para ayudarme”.
*Nombre ficticio e imagen representativa utilizados por motivos de seguridad.
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