Es mucho lo que a lo largo de los años he visto presentado y a la vez muy poco lo realizado.
Los planes de Misión para llevar a cabo la obra de Dios, deberían analizarse más detalladamente. Por su vital importancia la marcha y acciones de la misión debieran estar constantemente sometidas, a un escrutinio o examen teológico y práctico continuo y tal práctica nunca debe acabar, lo cual es lógico y necesario contando cada vez con más medios para tal reflexión (tesis doctorales, libros, conferencias sobre misión, y congresos específicos sobre el tema).
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El liderazgo cree necesitar planteamientos constantes de Misión. Nuestra esfera eclesial principalmente dentro del liderazgo, cree necesitar de propuestas y reflexiones, contar con dosis constantes de declaraciones y planteamientos que se espera que sean nutritivos y extraordinarios. Los líderes de los cuatro/cinco ministerios (Apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) constantemente creemos estar necesitados, para alimentarnos de investigaciones, estadísticas, videos y esquemas y modelos de misión que puedan ser llevados a la práctica.
Esfuerzos de todos por comunicar sus estrategias. A las vez, ante esta necesidad es lógico que las organizaciones, las agencias misioneras, los movimientos, las plataformas ministeriales y las congregaciones de todo signo denominacional, hagan todo tipo de esfuerzos para comunicar sus estrategias y sus trabajos de misión cada uno, a su forma.
Todos los actores que promueven el avance, estamos envueltos en una profusión de ideas sobre Misión. También, los que dirigen la obra, así como conferenciantes y actores directos que laboran en los campos de misión, quieren atraer la atención de los especialistas y de todos aquellos que están involucrados en la acción directa de la planificación y en la ejecución de los diversos trabajos de Misión en lo que denominamos “campos blancos” y “campos de misión” explicita e implícita. Es tanta la producción sobre los temas de Misión, que resulta abrumadora. Esto hace difícil el manejo de la información y la selección para tratar de fijar estrategias y elaborar pautas realizables para la acción.
Efecto de escepticismo que crea dichos planes y falta de entrega de los creyentes. Debido a la abundante información y presentación de planes para la misión, no estamos exentos a la vez de una cierta medida o cantidad de escepticismo teológico y de filosofía práctica de ministerio, acerca de este gran despliegue de planes para la Misión. Es preciso tener paciencia y contar con que no todo el liderazgo está dispuesto a involucrarse en el ambiente de congresos, lectura de libros y encuentros misiológicos; tampoco hay demasiado entusiasmo en los creyentes en general en participar con su entrega para el llamado misionero, tanto en la vertiente doméstica, como en responder a un llamado de Dios a salir al campo misionero en el extranjero.
Nuestro estado como liderazgo. Reconozcamos que, la situación de muchos de nosotros, como líderes, es precaria en cuanto a contar con recursos económicos y tiempo para enfocarnos en nuevas áreas misionales lo cual produce un perceptible cansancio físico, ya que estamos involucrados en demasiados proyectos y organizaciones. Solemos dar la impresión de ser capaces de todo y de tener aparentemente a la vez, soluciones para las necesidades y problemas que sean. Pero tengamos en cuenta que: No hay Misión sin tiempo para desarrollarla y: No hay Misión con prisas, porque de lo contrario lo que hay es activismo.
Presentación abundante de planes. Nuestras nuevas formas de comunicación tecnológica, favorecen el itinerario casi interminable en la presentación de grandes planes, con los cuales esperamos obtener también grandes avances. Sin duda que nos movemos por fe, al presentar a Dios dichos planes de misión, que además requerirán para su éxito, contar con consejeros, conocedores de las señales de los tiempos, con sabia dirección.
Ante la baja respuesta de participación conviene el esfuerzo cercano y local a las iglesias. Viendo todas las cuestiones de estos diseños y propuestas que, están apareciendo profusamente en nuestro contexto eclesial y ministerial (a nivel provincial y nacional), no debería ser tan sorprendente que tengamos una baja respuesta de participación, ya que los encuentros que están reclamando la presencia física del liderazgo y de los mismos creyentes, como posibles interesados, supone contar con tiempo y con recursos económicos; los cuales son cada vez más escasos. Por lo que hay que preguntarse, si no es más efectivo el esfuerzo local para intentar activar a los miembros de las iglesias, involucrándolos en la obra misionera nacional y extranjera.
Haciendo comprensible el plan. A Dios las gracias porque podemos contar con especialistas, tanto teóricos como prácticos de la misión “a pie de obra”. Aunque debemos esforzarnos en hacer planteamientos comprensibles y no fatigosos; porque si no responden líderes y demás creyentes, tanto como sería deseable, tal vez es cosa de hacer sencillo lo difícil y claro lo que es demasiado amplio y también específico, lo que les resulta abrumadoramente disperso a la mayoría.
La presentación y adopción de un plan de Misión es solo el inicio, el ABC de un alfabeto mucho más extenso de trabajo posterior. Los líderes con capacidad financiera (otros quisieran estar presentes pero sus finanzas no se lo permiten), se reúnen a menudo en grandes encuentros, nacionales e internacionales y en tales ocasiones nos hacemos con la información sobre planes y volvemos con grandes declaraciones de palabras y propuestas bien sonantes, o entusiasmantes que en el papel, desde el atril, suelen ser intachables y según creo, muy bien intencionadas, sin lugar a duda. Mi pregunta: ¿Es suficiente? ¿No hay nada más que hacer después de esa presentación?
El plan presentado en un Congreso o Conferencia de Misión debe producir en su puesta en marcha un avance real. Son planes, algunos, tan ambiciosos que, solo aquellas organizaciones, iglesias y agencias misioneras con mayor capacidad de recursos humanos y financieros, logran movilizar con ayudas prácticas a unos pocos obreros y creyentes para llevar a cabo lo que les hemos presentado en el Congreso o Conferencia. Nuestro reto y desafío debe estar enfocado en que nuestros planes sean para muchos y terminen produciendo la ejecución de los nobles objetivos que nos hemos fijado inicialmente al presentar el plan de misión; para que así contribuyamos de verdad a la plantación de nuevas congregaciones; de planes de evangelización en un determinado pueblo; o barrio de una ciudad grande; o, incluso el llegar a sectores de nuestra sociedad que, para alcanzarlos es preciso contar con un personal de entorno y perfil específicos, acorde al nivel socio económico y profesional de los habitantes de esos lugares. Por lo que no debemos permitir que únicamente se quede en meras propuestas llamativas o exóticas de la Misión, presentadas de forma profusa y desafiante en un Congreso al que pocos tienen acceso.
Hagamos que el plan de Misión aceptado, llegue al liderazgo y a sus congregaciones y no se quede solo en su presentación en el Congreso y evaluando posteriormente lo conseguido. No estoy proponiendo que desestimemos el valor de presentar planes de misión, por causa de la serie de cuestiones faltantes que estoy señalando; sino que hay que estar dispuestos a evaluar lo que conseguimos realmente con las grandes declaraciones y propuestas de misión. Ya que lo verdaderamente efectivo será, el llevar el plan a las pequeñas comunidades, al trabajo de cercanía con el liderazgo, en un encuentro personal con cada líder de las congregaciones. Por tanto, lo que presentamos en un Congreso o similar, para llevarlo a la realidad práctica requerirá un mayor trabajo posterior, puesto que los líderes de cada iglesia en verdad, están volcados principalmente en las necesidades y problemas de su congregación, lo que resulta en su escasa atención a las propuestas y llamadas que les queremos transmitir desde los distintos Congresos y Conferencias de Misión; y teniendo en cuenta sobre todo que, son ellos los que movilizan el recurso humano, eclesial más amplio, para la misión cristiana.
La presentación del plan erróneamente igualado a los resultados que promete. Los líderes (unos más conscientes que otros) sabemos que hay un efecto en los anuncios de grandes planes y para algunos erróneamente, esto es tan o más importante que los resultados últimos de los mismos. Hay un vértigo informativo y nadie quiere quedarse atrás sin ser uno más que planifica, organiza y lleva a cabo conferencias, retiros, congresos, etc. Estamos inmersos en ese frecuente vértigo que causa como poco dispersión, bastante gasto y en algunos incluso estrés y cierta impotencia o parálisis de acción.
Nuestro objetivo confundido al creer que se trata solo de presentar el plan de misión. Es por eso que, muchas veces da la impresión de que concebimos que el objetivo es y a la vez termina, cuando el congreso ha sido realizado, la conferencia ha terminado; y de nuevo nos enfocamos en el siguiente encuentro, en la siguiente llamada a congregarnos, para asistir a escuchar más, más y más de los nuevos planes de misión, aunque sea con diferentes expositores o actores de la propuesta. Pareciera así que, nos fijamos solo en la presentación de planes de misión, más que en la ejecución y los resultados de dicha labor.
La evaluación de lo obtenido con el plan presentado y adoptado, no es tarea fácil ni entusiasmante. Preguntas tales como… ¿Se consiguen siempre los fines que persiguen los planes presentados, a veces a bombo y platillo? debe tener respuesta. Reconocemos que la evaluación de los planes de actuación en nuestros enfoques de Misión, puede resultar un asunto tedioso y en no poca medida soslayable; porque técnicamente es un asunto complicado, y no suele despertar demasiado interés en las organizaciones, iglesias y agencias misioneras.
Sin haber evaluado a tiempo lo anteriormente propuesto seguimos lanzándonos a la presentación de nuevos planes. Todos (especialmente aquellos que ya llevamos como poco un par de décadas dedicados a la Obra) hemos comprobado que, la evaluación (en caso de que se realice) del plan presentado y de la practica realizada, se hace cuando ha pasado el tiempo y a la vez sucumbiendo a la tentación de presentar un nuevo plan. Se pone en marcha la maquinaria pensante que elaborará la nueva propuesta de cómo, cuándo y dónde presentar el nuevo plan misional en un nuevo Congreso o lugar de Misión. Hagamos un alto aquí porque hace falta conocer cuánto de todo lo anteriormente presentado, logra movilizar a la iglesia (Efesios 4:12), y cuánto de lo presentado, nos está alcanzando y movilizando a nosotros mismos como líderes.
El análisis y las evaluaciones son el seguimiento perfecto y necesario a la presentación y puesta en marcha de planes de Misión. Es también necesario que contemos con una mentalidad y con las finanzas necesarias para tener activados los mecanismos de análisis y de evaluación; porque con demasiada frecuencia, planes que sobre el papel y el atril suenan bien, se frustran o incluso se malogran, quedando asfixiados por la burocracia eclesial y por los procedimientos para su realización, lo cual requerirá que más obreros se incorporen a la mies. Es mucho lo que a lo largo de los años he visto presentado y a la vez muy poco lo realizado.
El plan ofrecido generalmente no rinde lo que se proponía. Además, frecuentemente se constata y eso a pesar de la falta de un análisis profundo, que hay diferencias entre lo que en las convocatorias se ofrece y lo que en la realidad se alcanza; tampoco es fácil saber lo que realmente se ha hecho ¡Que siempre por lo general resulta mucho menor de lo imaginado o pretendido!
El análisis final sobre el resultado obtenido de la idea o plan de Misión, es irreemplazable por ser absolutamente necesario y cosustancial a la tarea misional. Para alcanzar tales objetivos de excelencia en la Misión y en la movilización de los miembros de nuestras congregaciones, el liderazgo más influyente debe trabajar mejor de lo que lo ha venido haciendo, en la consecución de trabajos de seguimiento para la realización de las evaluaciones, análisis y resultados de los planes, estrategias y propuestas de misión adoptadas. Está, en gran medida, en las manos de los líderes que asisten a Congresos, Conferencias o cualquier otro lugar donde se trate el avance de la Misión, el no dejarse arrastrar por continuos planes para presentar a su denominación, agencia misionera o congregación, pues no se trata solo de presentar el plan, sino que es parte de la tarea misional, saber si lo que hemos presentado se ha sembrado y está cayendo en tierra fértil y dando fruto.
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Presentar el proyecto no se puede igualar o confundir con haberlo llevado a cabo. Creo que hay un desajuste entre las propuestas que se anuncian de planes de misión, en relación a sus consecuencias últimas; es decir, los efectos no se están alcanzando realmente en la puesta en marcha de esa idea o plan propuesto, como: la movilización de los creyentes para hacer la obra del ministerio; la formación de plantadores; o el logro en la plantación misma. No nos quedemos tranquilos y satisfechos con la alabanza al plan de misión presentado, pues muchas veces nos conformamos con reflejar las buenas impresiones y motivaciones momentáneas recibidas al oír la presentación del mismo en la Conferencia o Congreso. Vayamos más lejos…¡¡O vemos que se produce “fuego espiritual” con determinación de poner en práctica el plan oído, o no demos por alcanzado nuestro objetivo por haber presentado cada uno de esos planes!! Las propuestas de misión deben pretender sobrevivir por lo menos dos años posteriores a su presentación y si vemos que en el espacio de seis meses a un año ya no se sigue hablando y causando acciones de misión, tengámoslo en cuenta para aprender lecciones valiosas sobre lo no adecuado que hemos estado presentando como una buena idea misional. No nos creamos que tenemos el derecho a proponer al liderazgo y a la iglesia, todo lo que se nos ocurra, porque no lograremos ser lo efectivos que pensábamos haber sido con nuestras ideas y planes.
No nos engañemos a nosotros mismos. La Misión no se hace solo con las declaraciones, sino con los obreros necesarios, que tales propuestas finalmente deberían poder lograr movilizar. Cuidado con el entusiasmo excesivo por la teoría que conduce a poca práctica efectiva. La efectividad de nuestras propuestas está proporcionalmente relacionadas y ligadas al número de obreros dedicados a servir en la Misión, dentro y fuera de España; y a la realización práctica de la puesta en marcha de los planes de misión presentados en congresos, conferencias, talleres, encuentros. De otro modo nos engañamos a nosotros mismos con planes, ideas, propuestas y proyectos ilusorios que solo darán la impresión de que trabajamos en la Obra de nuestro Dios, pero no alcanzará fruto para vida eterna.
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