Dos siglos antes del nacimiento de Jesús, hubo dos hermanos que tuvieron gran influencia en la Antigua Grecia: Eumenes II y Átalo II. ¹ El primero fue un político dedicado genuinamente a promover la cultura, que hizo construir la Biblioteca de Pérgamo, rivalizando con la de Alejandría, por entonces la más grande del mundo.

Plinio el Viejo relata que el rey Ptolomeo para evitar que esa biblioteca superara a la suya, suspendió la exportación de papiro a Pérgamo. No calculó que con esa medida nacería el pergamino, un mejor material para escribir con tinta que usaba piel de animales jóvenes.

Al fundar la ciudad capital de su reino, Eumenes II la llamó Filadelfia (amor de hermano) debido a la fidelidad de Átalo II.  Estaba aproximadamente a 160 kilómetros al este de Esmirna y a 42 kilómetros al suroeste de Sardis, una zona caracterizada por asiduos terremotos.  Su nombre en la actual Turquía es Alasehir.²

La ciudad de Filadelfia había sido destruida por dos terribles terremotos durante los años 17 y 23 antes que Jesús de Nazaret comenzara su ministerio de tres años. Cuando el Apóstol Juan es encomendado por el Señor Jesucristo escribir la carta a la sexta de las iglesias en Asia Menor, a fines del siglo I de nuestra era, ya había sido reconstruida por el Emperador Tiberio.

Más información sobre esta congregación, la única que sobrevivió más tiempo que las otras seis nombradas en el Apocalipsis, puede leerse en el artículo “Filadelfia: el gran valor de una pequeña iglesia”. ³

Una pequeña congregación

Como se lee en el Apocalipsis, el Señor de la iglesia se presenta como Santo y Verdadero a la congregación en Filadelfia y le demuestra  que su verdadera condición: “aunque tienes poca fuerza”, se debía posiblemente a los frecuentes terremotos; y a que ellos no tenían otros sitios donde ir, como los de las clases altas. Con ello puede  inferirse que sus miembros no fueran numerosos, o que pertenecieran a las clases más pobres.

Esta condición contrasta con el reconocimiento que, acto seguido, recibe de parte de Jesucristo: “has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre”. 

El texto completo de esta carta dice: “Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” ⁴

Lo primero que podemos afirmar aquí es que el tamaño de una congregación no está en relación directa con su fidelidad a la Revelación divina. En el artículo anterior a este, bajo el título “No todo es lo que parece” nos referimos a la iglesia en Sardis, donde creían estar vivos los que a los ojos del Señor estaban muertos.⁵

Más que nunca antes pululan movimientos, denominaciones y grupos pseudo teologales de todo tipo que no se ajustan fielmente a la palabra revelada, pero organizan programas donde niegan al Santo y Verdadero. Compiten ferozmente para figurar entre los más influyentes y justifican su visible prosperidad material con la predicación de un evangelio basado en vivir acumulando poder terrenal. ⁶

Esos falsos maestros jamás citan al apóstol Pablo cuando les escribe a los corintios: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” ⁷ Y, cuando se atreven, es para implantar una apologética de la riqueza terrenal, que es la única que buscan.

Como todos los que movilizan a la clase social baja, tales ‘líderes’ enardecen a su público con discursos apasionados y promesas que nunca cumplirán. Son abusadores que, yendo contra los más elementales Derechos Humanos, organizan costosos shows en amplios estadios; los llenan gracias a promociones dirigidas a gente que vive de chapuzas por carecer de estudios, o por recibir subsidios estatales. Son hábiles para prometer riquezas con prédicas blasfemas en las que invocan a Dios interpretando la Biblia como mejor les conviene.

Lamentablemente, por internet se puede seguir escuchando y viendo a los que ‘predican’ dando fuertes gritos y diciendo una y otra vez ‘con la autoridad que me ha conferido el Espíritu Santo’. Se pasean desafiantes sobre el escenario – al que llaman altar - agitando sus brazos y zapateando.  Mientras vociferan palabras ininteligibles, golpean con sus grandes biblias sobre el púlpito en medio de alaridos y aplausos de la gente. 

Asumen un poder que no tienen, ni les ha sido dado, negando con sus hechos que “el Evangelio es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree”,⁸ y que solo Dios “Al pobre librará de su pobreza, y en la aflicción despertará su oído.” ⁹

Varones y mujeres que actúan como falsos maestros, profetas, pastores, apóstoles y ungidos, impulsan a sus seguidores a adoptar costumbres basadas en un poder temporal; un poder que debe ser renovado uno o más días de cada semana, haciéndolos esclavos de su propio sistema. Niegan con sus hábitos que reconocer nuestra debilidad es algo positivo a los ojos de Dios. Ignoran lo que en su segunda carta a los corintios, el apóstol Pablo de su propia experiencia comparte:

“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” ¹⁰  

Esta carta del Señor a la congregación de “pocas fuerzas”, nos enseña a reconocer nuestra debilidad y falta de recursos propios, y la necesidad de confiar solo en Él; pues “el que tiene la llave de David” desea abrirnos puertas a nuevas y bendecidas oportunidades.

Esta enseñanza es cada vez menos compartida en nuestra “Era Posmoderna”, plagada como está de consejeros en autoestima, meditación trascendental y el ‘tú puedes’.

Si el Señor lo permite concluiremos en un próximo artículo.

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Referencias

1.   Wikipedia 

2.  Artículo en Protestante Digital

3.   Wikipedia

4.   Apocalipsis 3:7-13

5.   Artículo en Protestante Digital

6.  Este autor ha escrito sobre este fenómeno herético que asuela el mundo y permea muchas iglesias  locales desviándolas del Evangelio de Jesucristo, poder de Dios para salvación de todos los que creen; entre otros:

     1, 2, 3      

7.   2 Corintios 8:9

8.   Romanos 1:16

9.   Job 36:15.

10. 2 Corintios 12:10.