Qué suerte tenerte

Por Mati Sanchiz

Se podría decir que por estas fechas ya he hecho tradición familiar escuchar la Lotería Nacional especial de Navidad, con la paradoja de que no juego a la lotería. Pero es que mi juego es otro.

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Juego a viajar a mi infancia, cuando se iniciaban las tan deseadas vacaciones navideñas. En casa éramos siete y la abuela. No es broma, mis padres, mis cuatro hermanos y yo, y mi abuela materna que vivía con nosotros. O sea, éramos ‘con 8 basta’.

Y entre todos montábamos el Belén, pero en todos los sentidos. En casa no había lugar para el aburrimiento, ni para el descanso, pobrecicos mis papis.

Pero por estas fechas la ilusión también se desataba, comenzaban las fiestas de invierno, llegaba la cesta navideña de la empresa de mi padre, se acababan las clases en la escuela, podíamos levantarnos a las tantas, ver la programación navideña de la 1 de Televisión Española TVE (claro, no había otra… bueno, sí, estaba la 2), la espera de los regalos de los Reyes Magos, que se demoraba hasta el 6 de enero, las comidas especiales, los villancicos, salir a pedir el aguinaldo la Nochebuena casa por casa y dar la tabarra a los vecinos y amigos que levantábamos de la cama para que escucharan nuestros desafinados acordes navideños.

Aporreábamos panderetas, zambombas, almireces, rascábamos botellas de anís del mono y hacíamos todo el barullo estridente, que nosotros llamábamos villancicos, sin que nadie se quejara.

Ah, y esperábamos que, por aquellas cosas del universo, alguna confluencia cósmica se alineara y nos tocara ‘algo’, que bien podría ser el ‘gordo’ (aunque a la mayoría nos tocaba el flaco), de la Lotería de Navidad. ¡En mi corazoncito de niña no sabéis cuánta ilusión albergaba!

Mi padre siempre tenía algún décimo, regalos familiares, compromisos con amigos y algún capricho que se le pasara por la cabeza; la cosa es que cada 22 de diciembre escuchábamos con suma atención, y mucha expectación, cómo entonaban los Niños del Colegio de San Ildefonso los números cantarines, en peseeetaaas en aquel entonces.

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Nunca nos tocó nada… miento, creo que tuvimos mucha suerte, porque tuvimos el mejor premio posible. Tener una familia numerosa y que permanezca unida por los años de los años no tiene precio.

Hoy mis padres nos faltan, pero los hermanos con toda la familia extendida nos seguimos reuniendo por estas fechas (salvando pandemias de por medio…).

No hay mejor suerte que haber tenido a alguien a quien amaste, tener a quien amar hoy, haber sido amada y tener a quien te ame.

No hay mejor fortuna que ser un derrochador de cariños, repartidor de afectos y acaparador de ternuras. Me siento afortunada, porque tuve, tengo y me sobra.

Es una suerte tener a quien te dice te quiero y corresponderle. Hoy yo vuelvo a ser la lotería. Y sigo repartiendo premios.

¡Qué suerte tener a Alguien que nos ama con amor incondicional y que podamos dar amor porque hemos sido amados por el Amado!

Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar (Jn 10: 17) Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. (Jn 15:12-13)

[…] Nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención (Ef 1:6-7)

En él digo (en Cristo), en quien asimismo tuvimos suerte… (Ef 1:11 RVA), En unión con él, en quien también hemos tenido suerte… (Ef 1:11 RVR77)

Cuando me siento bien, canción de Efecto Pasillo - PADRE NO HAY MÁS QUE UNO 3 | Sony Pictures España

Efecto Pasillo - Cuando me siento bien