Haber nacido, crecido y estar vivos en este mundo poblado por seres habituados a costumbres y tradiciones pecaminosas hace necesario anunciar la Palabra de Dios.
Cada año vivimos estos días caracterizados por el intercambio de mensajes entre todos, deseándonos “un próspero año nuevo”, en el “que se cumplan los más caros anhelos”. Y, como ocurre cada vez, desde la tercera semana del año nuevo, poco a poco volvemos a batallar la diaria y dura lucha para sobrevivir en un mundo consumido por guerras, hambre, cambio climático, epidemias, falsas promesas y desesperanza.
Quienes creemos en un Dios único, eterno y verdadero, haremos bien en contrastar estas costumbres con lo que al legislador Moisés le fue revelado acerca de la relación de Dios con el tiempo terrenal: “mil años delante de tus ojos son como el día de ayer, que pasó” 1; el Salmista lo expresó así: “Mas tú, SEÑOR, permaneces para siempre, y tu nombre por todas las generaciones” 2; y el apóstol Pedro supo que para Dios “un día es como mil años, y mil años como un día.” 3
Las Sagradas Escrituras manifiestan, antes y después de su nacimiento en Belén de Judá, que el niño Jesús pertenecía en modo dinástico a la Casa de David, rey de Israel. Como reacción a la irrupción en el calendario humano del Mesías prometido, el criminal monarca Herodes I ‘El Grande’ decretó una matanza de niños, lo que obligó la huida de José y María a Egipto. Solo al enterarse de la muerte del cruel soberano la familia siguió el consejo divino y regresó del exilio para radicarse en Nazaret. Allí, mientras crecía, Jesús sorprendió a propios y extraños por su sabiduría y conducta.
Pero, fue solo desde los treinta años de edad que conmocionó a sus contemporáneos, tanto con sus palabras como con sus obras incomparables. Este es el comienzo de las inconmensurables veces en que nuestro Señor obró milagros. Tan imposible es saberlo todo, que el más joven de los doce, de nombre Juan, al finalizar su propia versión de ‘La Buena Nueva’ lo definió de esta manera:
“Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.” 4
En los días vividos bajo la poderosa Roma imperial, un médico e investigador de nombre Lucas, componía lo que luego vino a ser el tercer evangelio sinóptico. Guiado por el Espíritu Santo, este docto amanuense le escribe a quien denomina “excelentísimo Teófilo” la serie de hechos que cambiarían la historia de la Humanidad, teniendo como actor principal a Jesús. Uno de ellos, es el histórico y excelso momento en que Jesús declara el cumplimiento de la profecía dada por Dios a su siervo Isaías, unos ochocientos años antes de elegir Jesús a sus doce apóstoles. Así lo narra:
“Fue a Nazaret, donde se había criado y, conforme a su costumbre, el día sábado entró en la sinagoga y se levantó para leer. Se le entregó el rollo del profeta Isaías; y cuando abrió el rollo encontró el lugar donde estaba escrito: ‘El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año agradable del Señor.’ Después de enrollar el libro y devolverlo al ayudante, se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a decirles:
‘Hoy se ha cumplido esta Escritura en los oídos de ustedes’.” 5
En lugar de creer en sus palabras y obras como prueba del cumplimiento de la promesa mesiánica, los escribas y fariseos se escandalizaron, lo rechazaron y luego en medio de burlas lo persiguieron durante años, hasta lograr el necesario contubernio entre religiosos y políticos, previamente enemigos. Solo así, falseando la verdad, movilizaron a la plebe adicta para torturar y crucificar hasta ver morir a quien antes habían aclamado “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!” 6
Muchos testigos presenciales han dado cabal testimonio acerca de la simultánea y perfecta humanidad y deidad de Jesucristo; lo hicieron dando fiel testimonio de lo que vieron con sus ojos y oyeron con sus oídos.7 Sin embargo, la mayoría de los que comparecieron ante las autoridades opresoras, dieron voluntariamente sus vidas antes de abjurar de la verdad.
Sin duda alguna, hoy hay gente que no se diferencia de aquellos incrédulos que en sus días, aun viendo sus milagros, negaron que ese hombre fuese el Enviado de Dios. Y también desde entonces una infinidad de hombres y mujeres niegan la Revelación, y tercamente insisten en que él era un hombre común, como cualquiera de nosotros.
Así, a lo largo de la historia, las costumbres, tradiciones y hábitos mundanos de todo tipo, dieron nacimiento a numerosas ideologías que muestran a Jesús de Nazaret de muchas maneras, pero nunca como el Hijo de Dios. Desde poderosas empresas editoras y de comunicación se publican falsas doctrinas que infiltran a muchas iglesias registradas en cualquier parte del mundo con el rótulo de ‘cristianas’ o ‘evangélicas’.
[photo_footer]Foto del autor, tomada en Palma, Mallorca, España, en el atardecer del 29 de diciembre de 2022.[/photo_footer]
Frente a la confusión resultante, gracias al texto de Lucas, sabemos que Jesús desveló cinco verdades acerca de sí mismo, ante quienes le escucharon aquel sábado en la sinagoga de Nazaret. Ante los inicialmente atónitos presentes, afirmó Jesús que él:
1. Estaba bajo el Espíritu del Señor.
2. Era el ungido para anunciar las buenas nuevas a los pobres. Era enviado para:
3. Proclamar libertad a los cautivos y vista a los ciegos.
4. Poner en libertad a los oprimidos.
5. Proclamar el año agradable del Señor.
Hoy mismo con mi esposa reflexionábamos sobre todo ello en una constructiva conversación. Coincidimos en ver que cada segundo vivido por Jesucristo conllevaba el milagro de la vida, el milagro de la existencia, el milagro de la creación.
Nuestra fe es avalada en la resurrección y glorificación de quien voluntariamente puso su vida para pagar el precio que significó rescatarnos de la esclavitud y condena del pecado. Su persona viva fue y es la verdadera “proclamación del año agradable del Señor”.
Aunque hoy vemos que todo lo creado gime por redención, también damos fe que la misericordia divina diaria y fielmente retroalimenta la esencia de la vida. Cada paso dado en la fe de Jesucristo conlleva la eficaz supremacía de su poder, y va completando lo que aún falta. Cada palabra que sale de sus labios ordena el caos, serena el alma, sana la enfermedad.
Él abre su boca y decreta justicia y verdad. Con su sola mirada puede construir lo imposible; o destruir toda obra maligna. Aunque la mentira se disfrace de impensada belleza para engañarnos, Él la desvela ante nuestros ojos y nos afirma en la verdad. Hasta su silencio es temible, tanto que a su debido tiempo enmudecieron los profetas.
Haber nacido, crecido y estar vivos en este mundo poblado por seres habituados a costumbres y tradiciones pecaminosas hace necesario anunciar la Palabra de Dios.
La mayoría de nuestros congéneres necesitan conocer antes del fin de los tiempos, que Jesucristo es milagro inagotable, es vida renovable, es de todos el mejor camino; el único que conduce a la vida eterna.
Vivamos cada día del 2023 siendo fieles mensajeros del año agradable del Señor.
Referencias
1. Salmos 90:4
2. Salmos 102:12
3. 2 Pedro 3:8
4. Juan 21:25
5. Lucas 4:16-21
6. Mateo 21:9
7. Juan 3:11; Hechos 4:20; 1 Juan 1:1, 3
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