El principio para sacar provecho a nuestros encuentros es, cada uno como mejor pueda, atenernos a la verdad honestamente.
Este año no les ha traído suerte, y aquí estaré con ustedes, d. v., echando un rato, cada semana, conversando de asuntos que considero de interés para la edificación de la casa de Dios y destrucción de la del diablo, como diría mi gran amigo Calvino.
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Una cuestión que me ha ocupado es la recuperación de las obras y personajes de nuestra reforma española. Junto al previo de Luis de Usoz, con la colaboración de algunos, especialmente las traducciones de Francisco Ruiz de Pablos, se puede decir que, salvo cartas que quedan y alguna cosa por ahí, ya la tarea es bastante. En el tiempo que resta, es obligado ocuparme de rescatar a nuestra reforma de las deformaciones que se barruntan. Y en eso procurar decir la sustancia de la Reforma del XVI como proclamación necesaria para el XXI.
Casiodoro de Reina está el primero. Ariete utilísimo, en libros publicados de referencia, o en tesis sin editar, para arrempujar al bueno de Calvino y echarlo fuera, o tirarlo al fuego. Donde sea, pero quitado de en medio. Haz la prueba. Acude a cualquier conferencia, o lee algún artículo sobre Casiodoro, y ya verás cómo tuvo que huir de Ginebra porque no podía respirar debido al humo de la hoguera de Miguel Servet. Del cual, te dirán que era tan buen amigo como enemigo de Calvino.
En los próximos encuentros charlamos de esto.
Hoy será útil mirar un aspecto que abarca más. No sólo Calvino, sino toda la Reforma Protestante. Pues ya me dirás si no es penoso que nuestro egregio personaje, tan alabado, el primer traductor de la Biblia (¡y qué traducción!) al castellano, el modelo de cristianismo por su lucha por la libertad, vaya ahora y se le ocurra bautizar niños. Eso no puede ser; hay que arreglar el portillo. ¿Que también Cipriano de Valera, Antonio del Corro, etc., bautizaban niños? Sí; todos los nuestros y nuestras del XVI. ¡No me amargues!
He hecho lo que me dijiste. Dos conferencias, y varios artículos sobre Casiodoro. Y vengo reconfortado/a. Uno de los conferenciantes afirmó que casi, casi, nuestro Casiodoro era anabaptista. Bueno, no de los de la época; pero tenemos muchas señales de que tampoco les haría ascos. La verdad es que no pude preguntarle que si eso era así, ¿cómo, en tantos años y peripecias, nunca estuvo con uno de esos grupos; y cómo ninguno de ellos lo llamó para ser su pastor? Lo dicho, que me ha entrado el cuerpo en caja. Que me han enseñado, en esas actividades de rescate de la memoria de nuestra reforma, que Casiodoro hoy sería uno de los nuestros. Ya sé que tú dices que no. Que ninguna iglesia en España lo llamaría para pastor (bueno, alguna sí). Pero me siento mucho mejor al saber que, al menos, hubiera evolucionado y ahora enseñase el bautismo de adultos.
Fíjate en lo que me han dicho, y también lo he leído. Que siempre rechazó la persecución a los grupos anabaptistas. (Vale, no me seas tan incordio; es cierto que firmó fórmulas luteranas que sí iban por ahí.) Y que en su confesión de Londres, escrito, bien escrito, dijo, igual que para la Trinidad, pero te entrecomillo lo del bautismo: “Y aunque no haya mención expresa [lee, lee; ¡que no hay mención expresa!] en la Escritura divina que el bautismo se de a los niños, antes que tengan uso de razón, nos conformamos, sin embargo, con la Iglesia del Señor, que tiene por más conforme a la Escritura darlo que no darlo: pues por beneficio del Señor, y por su Promesa, ellos no menos pertenecen a su Alianza que los padres”. ¿Qué? Ya ves, el bautismo de niños no es bíblico, pues no se dice expresamente. Aunque te reconozco que eso del final, que los niños pertenecen igual que los padres a la Alianza, me ha descolocado. Porque si es así, tampoco es tan descabellado querer darles el símbolo de esa Alianza. Ya sé que tú incluso enseñas que, por eso, deben también participar cuando puedan de la santa cena.
¿A dónde vas? ¿No te interesa ya el tema? ¿Qué traes ahí? Nos quieres enrollar con Ireneo, Tertuliano y Orígenes. Ya lo he dicho muchas veces; ellos reconocían que “la iglesia recibió de los apóstoles la tradición de dar el bautismo a los infantes”. Por lo tanto, Casiodoro no está diciendo nada nuevo. El dato, que no se puede eliminar, es que la Iglesia cristiana, en occidente y oriente, desde el principio, y así por siglos, bautizó a los niños. Yo creo que la Iglesia corrompió el bautismo, como todo el culto, pero no por darlo a los niños. De eso charlamos en otro encuentro.
Siempre con los datos. ¿Qué es eso? La “tradición apostólica”, que la iglesia romana pone de Hipólito (que llegó a antipapa, y de ahí a santo). Es muy interesante. Supone contemplar cómo funcionaba la Iglesia entre el 150 al 250, más o menos. Seguramente se recoge el modelo oriental. Ya has comentado que es donde se dice lo de la misa: “El Señor esté con vosotros. Y con tu espíritu. Elevad vuestros corazones. Los tenemos en el Señor. Demos gracias al Señor. Es justo y necesario”. Sí, y otras cosas muy interesantes. Como que se ofrecía por la comunidad queso y aceitunas. Todo como parte de la santa cena; aunque ya se percibe su corrupción como sacrificio ofrecido. Lo del queso es muy simbólico (esperemos que a nadie se le ocurra usarlo ahora en el culto), porque de muchas ubres luego se concreta una cosa nueva, el queso, muy buen símbolo de la unidad de los participantes. Con las aceitunas también pasa algo semejante. ¿Y con el bautismo? Pues ya se plantea como problema con los adultos. Creo que corrompido y lleno de supersticiones. Se vincula al perdón de pecados, había que hacer exorcismo, soplar, echar demonios, hacer la seña de la cruz (sin la cual no hay nada adecuado), etc. Tras rituales previos se procedía al bautismo en sí. Había que estar desnudos. Si la mujer contaba su costumbre, se esperaba para otra ocasión. Se usaba mucha agua, pero no por inmersión. Se prefería un lugar de agua corriente, si no, el mejor apaño. Sobre los niños, en un documento destinado a enseñar cómo funcionaban las iglesias ya asentadas para que imitaran las nuevas, se dice expresamente que, los que puedan hablar, dirán algunas fórmulas cuando reciben el agua, y los que no, por ellos hablan los que los presentan. Se da por sentado, sin tener que explicar nada, que los niños deben ser bautizados. Los nuevos creyentes, ya con muchas rituales y supersticiones, se bautizan de adultos (a ver si no), pero sus hijos pequeños se bautizan igualmente.
En la Reforma esto no se cambió. Hubo grupos que negaban este proceder. Si alguien quiere, eran los que estaban en la verdad y el resto mayor en el error. Lo que se desee. Pero no se puede quitar lo que no guste. Casiodoro de Reina siempre bautizó niños.
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Quería mostrar otro documento, pero lo dejo para el próximo encuentro, d. v. Es el catecismo que Casiodoro preparó para su iglesia en Amberes, “la cual profesa la Confesión de Augsburgo” (aceptado por las autoridades en 1581, y editado en 1583. Está traducido del latín por Francisco Ruiz de Pablos). Bautismo de niños por un tubo. Sin embargo es muy interesante en otros aspectos; y muy pedagógico para padres, madres, niños, jóvenes, maestros, etc.
Se trata de ocupar algo de nuestro tiempo en estos ratitos. Yo no estoy de acuerdo con todo lo que pensaba o hizo Casiodoro. Pero el principio para sacar provecho a nuestros encuentros es, cada uno como mejor pueda, atenernos a la verdad honestamente. Y luego, todos aprendiendo de todos.
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