El pueblo se defiende de la adversidad huyendo, renunciando a seguir y pretendiendo volver atrás. ¿Por qué?
Núm. 11:4-7; 14:1-4
Israel ya no está en Egipto, pero lo lleva en “la mochila”: Dioses, costumbres, religión, pensamientos, aspiraciones, relaciones fraternas. O sea, ha salido de Egipto, pero continúa allí. Ha abandonado un pasado de esclavitud, pero sigue anhelándolo. Es un pueblo nuevo, pero aún le pesa lo viejo. La pregunta sigue resonando ¿Volver a Egipto o perseverar en la libertad? ¿Murmurar y quejarse, o dejarse educar por el Dios más que suficiente?
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Núm. 14:2-4 – “Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: !!Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto … ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto”.
El pueblo no se hace cargo de sí mismo frente a la adversidad; no quiere enfrentarse con la realidad del camino que Dios le ofrece y entrega su libertad a cambio de un dirigente que les diga lo que hay que hacer. Se defiende de la adversidad huyendo, renunciando a seguir y pretendiendo volver atrás. Solo necesitan un líder que capitalice la renuncia a la libertad que Dios les ofrece ¿Por qué?
Núm. 11:4-7 – “Y la gente extranjera que se mezcló con ellos tuvo un vivo deseo, y los hijos de Israel también volvieron a llorar y dijeron: !!Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto de balde, de los pepinos, los melones…”
Muy poco tiempo después de salir de Egipto, Apenas la vida aprieta y aparecen las primeras dificultades del camino, se produce una reacción de disgusto y desconfianza. El pueblo tenía razones para estar preocupado. Eran una multitud de varios millones de personas: hombres, mujeres, niños y ancianos andando por el desierto con muchas limitaciones y no era tarea fácil mantenerse en pie experimentando situaciones de precariedad.
El pueblo de Dios había visto con sus propios ojos la mano redentora de Dios. Un Dios que los liberó de sus cadenas ofreciéndoles la libertad y un nuevo proyecto de vida bajo su guía. Habían contemplado las obras portentosas de este Dios en las plagas de Egipto, en la celebración de la Pascua, en la apertura del Mar Rojo y en la aniquilación de los ejércitos de faraón. Dios no podía hablar más alto y más claro acerca del amor que sentía por su pueblo. Y es entonces, precisamente, cuando el pueblo muestra una rebeldía que tenía raíces muy profundas.
No se trataba sólo del descontento externo con las condiciones del desierto, sino sobre todo de una desconfianza frontal con respecto a la actuación salvífica de Dios. El pueblo no está preparado para considerar su historia como un camino dirigido por el Dios del éxodo. No quiere entregarle a Dios su historia porque más que una historia de salvación parece de sufrimiento. El problema en que en un mundo roto, injusto y desigual la idea de una historia, aún al lado de Dios, sin sufrimiento y sin adversidad es un “cuento chino”.
Israel no quiere creer que, a través de todos los obstáculos del camino, Dios cumplirá sus promesas. Y esta desconfianza provoca que sea incapaz de poner en valor los dones de Dios: La salvación de Egipto, el agua y el maná. Importan más los “pepinos y los melones de Egipto”. La provisión de la gracia de Dios es interpretada como una pérdida en la calidad de vida y entonces el pacto con Dios en vez de construir una relación personal, pasa a ser un “negocio” resultadista: ¿Qué gratificaciones podemos esperar obedeciendo a Dios? ¿Por qué cotiza tan bajo la confianza en Yavéh?
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Cuando Dios deja de ser para el pueblo el Señor y, por tanto, el Salvador y el referente último de la vida, la queja y la murmuración se extienden como un tsunami que amenaza, rompe y destruye todas las relaciones ¿No es esto también lo que sucede con nosotros? ¿No experimentamos tantas veces, ante situaciones límite, que la murmuración y la queja generan desconfianza, nos alejan los unos de los otros y de Dios y producen en el corazón una profunda esterilidad espiritual? ¿Verdad que entonces los pepinos y los melones de Egipto parecen muy apetitosos?
Importa recordar los milagros de Dios; importa traer a la memoria el amor, la salvación, la compañía y el cuidado del Señor a lo largo de toda nuestra historia, porque la gratitud es la memoria del corazón y, si el corazón recuerda, no importa el camino que haya que atravesar, porque entonces experimentaremos de un modo nuevo la presencia y la guía del Señor como poderoso gigante ¿Murmurar, o esperar en el Dios más que suficiente? Nuestros corazones tienen la palabra. Soli Deo Gloria.
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