Su crítica a las indulgencias la imprimió Johann Rhau-Grunenberg, cuyo taller estaba en Wittenberg, y el trabajo fue reproducido por impresores de otras ciudades, como Leipzig y Basilea.
Ningún otro crítico de la Iglesia católica tuvo a su favor un instrumento clave como del que se valió Martín Lutero, la imprenta. Anteriormente, al monje agustino hubo distintos personajes y/o movimientos disidentes del catolicismo romano cuya influencia no trascendió los círculos eclesiásticos y universitarios. Con Lutero, por primera vez, los asuntos teológicos trascendieron el ámbito de los clérigos y se transformaron en temas de discusión pública.
Andrew Pettegree expone acuciosamente el impacto y recepción de los escritos de Lutero. La suya es una investigación que descubre una vertiente de la Reforma protestante que otros autore(a)s refirieron marginalmente. En Brand Luther. How an unheralded monk turned his small town into a center of publishing, made himself the most famous man in Europe and started the Protestant Reformation (Marca Lutero. Cómo un monje anónimo convirtió su pequeña ciudad en un centro editorial, se hizo a sí mismo el hombre más famoso de Europa y comenzó la Reforma protestante), el autor de la obra publicada por Penguin Books en el 2016 sigue el itinerario de Lutero como escritor, el alcance editorial de lo que publicó y la recepción de sus ideas en forma impresa por un público más grande que ningún otro autor había logrado.
La Universidad de Wittenberg, en la que Lutero enseñaba, tenía escaso, por no decir nulo, prestigio en el conjunto de centros educativos europeos. La fundó Federico el Sabio en 1502 y en la pequeña ciudad de dos mil habitantes solamente había una imprenta que publicaba materiales de pocas páginas. Pettegree ya había referido en un volumen anterior (The Book in the Renaissance, Yale University Press, 2011) la poca importancia de Wittenberg y cómo dependían sus estudiantes de los libros impresos en Leipzig. En Brand Luther, el investigador proporciona un caudal de datos en los que sustenta la transformación de la diminuta ciudad en lugar de peregrinaje y producción de libros a raíz de la venta masiva de las 95 tesis contra las indulgencias que Lutero hizo públicas primero en latín y después en alemán.
Lo que hizo Lutero el 31 de octubre de 1517, al dar a conocer las 95 tesis, fue convocar a debates teológicos sobre lo que consideraba un exceso del papa León X y tergiversación del significado bíblico del perdón. Lo sorpresivo para él y que marcó el inicio de su creciente distanciamiento con la Iglesia católica romana fue tanto la reacción de las autoridades eclesiásticas como la entusiasta recepción que sus propuestas tuvieron entre algunos teólogos/sacerdotes y sectores del pueblo. Una vez que alcanzó notoriedad pública, Lutero se propuso usar intensivamente la imprenta para difundir con amplitud lo que bosquejó en las 95 tesis.
Su crítica a las indulgencias la imprimió Johann Rhau-Grunenberg, cuyo taller estaba en Wittenberg, y el trabajo fue reproducido por impresores de otras ciudades, como Leipzig y Basilea. Lutero y sus cercanos enviaron copias a diversos personajes que consideraban tendrían interés en conocer el documento. La traducción al alemán, según escribió el mismo Lutero, fue realizada e impresa en Nuremberg.
La edición de Basilea fue, comenta Pettegree, un “bien cuidado y elegante panfleto”. Fue esta versión la que conoció Erasmo de Róterdam y envió (18 de marzo de 1518) a Londres una copia a Tomás Moro. Fue entonces cuando Lutero “entró en el torrente sanguíneo de la comunidad intelectual europea”. Un teólogo marginal atrajo las miradas de autoridades eclesiásticas, políticas y académicas.
El primer crítico que publicó un escrito intentando demeritar las 95 tesis fue el dominico Johann Tetzel, quien había estudiado en la Universidad de Leipzig. Era un predicador elocuente, conocido por su teatralidad, y que recorría parte del territorio germano promoviendo la venta de indulgencias. Tetzel dio a conocer sus contra tesis en latín. Lutero hizo una réplica a los planteamientos del dominico y eligió que la misma fuera en alemán. Con esto estaba sacando del terreno meramente académico el debate y ensanchándolo para que fuera conocido por más personas.
El que Martín Lutero tituló Sermón sobre las indulgencias y la gracia lo redactó a principios de marzo de 1518 y salió publicado hacia fines del mismo mes. La demanda del impreso hizo que Rhau-Grunenberg publicara en pocas semanas dos, tal vez tres, ediciones. Pettegree menciona que antes de finalizar el año el Sermón tuvo reimpresiones en Leipzig (cuatro veces), en Nuremberg, Augsburgo y Basilea (dos veces). Una versión en castellano del Sermón está compilada en Martín Lutero, obras reunidas. Escritos de Reforma, tomo 1, edición de Pablo Toribio (Editorial Trotta, Madrid, 2018, pp. 49-56). El autor de Brand Luther subraya que “la decisión de dirigirse a un público más amplio fue de Lutero, pero fue la imprenta la que lo convirtió en una figura nacional”.
El uso de la lengua del pueblo y el formato en que circuló el Sermón marcaron pauta para posteriores escritos de Lutero. Fue el fruto de un “genio intuitivo”. Consta de veinte párrafos cortos, cada uno se refiere solamente a un tópico y con frases cortas. “Todo el trabajo consta de mil quinientas palabras. Cabía perfectamente en un panfleto de ocho páginas”.
A diferencia de tratados y obras farragosas que no comunicaban lo argumentado a la gente común, el Sermón podía ser leído personalmente o en voz alta para quienes no sabían leer “en diez minutos” atrayendo su atención al corazón del asunto. Con el Sermón “Lutero en verdad quemó sus naves”. Cambió el escenario de debates teológicos académicos en recintos eclesiásticos o académicos a ponerlos en el centro de la plaza pública.
Tetzel volvió a la carga con Refutación a un presuntuoso sermón de veinte artículos erróneos, que solamente tuvo una impresión. El dominico señaló, fue el primero en hacerlo, una conexión entre el inglés John Wyclif y el bohemio Jan Hus. Ambos, el primero en el siglo XIV y el segundo en el XV, criticaron lo que consideraban adulteración de la fe cristiana por parte de la Iglesia católica. En febrero de 1520, Lutero afirmaba que era husita sin saberlo. El teólogo germano volvió a tomar la pluma y consignó que la Refutación de Tetzel era “un ejemplo de ignorancia sin paralelo”. Antes de que terminara 1518 el nuevo escrito de Lutero alcanzó nueve ediciones.
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