El amor todo lo puede

Se han escrito montañas de poemas y libros acerca del amor en sus diferentes expresiones pero no hay nada que se iguale a los textos poéticos de las Sagradas Escrituras respecto del amor en grado superlativo como es el amor de Dios transferido al corazón humano por la soberana acción del Espíritu Santo.

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El capítulo trece de la carta del apóstol Pablo a los corintios de Grecia es una auténtica oda al amor en estado puro, que ha sido versionada por infinidad de intérpretes, concluyendo con esta magistral declaración “El amor todo lo puede”.  Y así es, porque el amor en este caso de Dios, es la fuerza más poderosa de la tierra. Ciertamente la fuerza de esta clase de amor nos empodera para la vida.

Jesús es la máxima expresión del amor personificado sin duda alguna. Pero también vemos infinidad de seguidores/as del Maestro que  ejemplifican con su estilo de vida un derroche de amor demostrativo hacia el mundo que los rodea y hacia los más desfavorecidos de la tierra.

Más allá de los tópicos tradicionales sobre el amor, descubramos un poco más sobre lo que significa amar de verdad a nuestra familia, a nuestros amigos, a nuestros hermanos en Cristo y a la gente que nos rodea. Alguien ha dicho con razón, que el amor es algo más que un sentimiento, es un comportamiento.

El amor tiene diferentes formas de expresión, por ejemplo, la benignidad (bondad, ternura y compasión). La Escritura también nos recuerda “que nuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” entiéndase, nuestra amabilidad, que es la cara sonriente del amor sin hipocresía. El afecto fraternal también es un distintivo eminentemente cristiano, aunque también se practica entre amigos y entre clubes sociales.

El egoísmo, la envidia, el rencor y el odio son la antítesis envenenada del amor. El afecto, el aprecio, el respeto amable y el cariño son derivados del amor demostrativo. Con bastante retraso en cuanto a la inteligencia emocional se refiere, se ha tenido en cuenta la importancia de la afectividad manifiesta, de la asertividad y de la empatía, que también podríamos incluirlos como expresiones sociales derivadas del amor en las relaciones humanas. Sin duda alguna, estas manifestaciones son todavía algunos rasgos de la impronta del amor que aún pervive en los corazones humanos como un vestigio residual de la Divinidad.

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Amar intencionalmente es un acto de testimonio evangelistico supremo. La puesta en escena de una comunidad cristiana practicando el nuevo mandamiento “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os améis unos a otros… con amor entrañable” es una revolución social a pequeña escala que puede transformar vidas y comunidades enteras.

Evocando a los padres de la Iglesia antigua, nosotros también decimos “Ama y haz lo que quieras… porque el amor no hace nada indebido, ni tampoco hace mal a nadie, porque el amor es benigno”. Finalmente rescatamos el poderoso consejo paulino “Todas vuestras cosas sean hechas con amor”.