¿En qué guerra estás luchando actualmente, en la del Señor tu Dios o en la de otros que no tienen nada que ver con el plan de Dios para tu vida?
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Uno de estos días, estaba reflexionando en 1ª Reyes 22, cuando el rey Acab le dice a Josafat que le acompañe a luchar contra el rey de Siria y Josafat, inducido por un falso sentimiento de hermandad, se involucra en una batalla que casi le cuesta la vida. Acab se disfraza de un soldado cualquiera, mientras que Josafat es descubierto fácilmente por el enemigo a causa de su indumentaria real.
Es realmente curioso que una flecha perdida (1ª Reyes 22:34) acabase con la vida del perverso Acab y Josafat se librara de la muerte por la pura misericordia de Dios. Esto nos habla de nuestras alianzas humanas, de con quién estamos aliados, y de ciertas complicidades que pueden resultar muy peligrosas, además de contradictorias en diferentes cuestiones de nuestra vida.
Una buena pregunta para cualquiera de nosotros sería: ¿En qué guerra estás luchando actualmente, en la del Señor tu Dios o en la de otros que no tienen nada que ver con el plan de Dios para tu vida? Además de la posibilidad real de salir mal parados por estar en batallas que tienen muy poco o nada que ver con los intereses del Reino de Dios entre nosotros, aquí y ahora…
Hay distintas guerras de escala mayor y otras de escala menor con las que tenemos que lidiar frecuentemente, pero muchas de ellas son puramente humanistas al más alto nivel: La guerra con nuestras entrañas es típicamente jacobina, como diría Machado. La guerra psicológica con los medios y la publicidad con sus múltiples truculencias son un acoso constante, creándonos falsas necesidades e induciéndonos a elegir muchas veces entre lo malo y lo peor como inevitable.
Otra de las guerras más sutiles y envolventes de nuestro tiempo es la de las redes sociales y su virtual expansión mundial; quizás en esta guerra tecnológica, sin darnos demasiada cuenta, estemos metiendo al enemigo en nuestras propias casas. La guerra de intereses y ciertas ambiciones personales, consideradas legítimas según el prisma humano, es otra de las guerras indeseadas para la vida espiritual del creyente que antepone sus propios deseos a los principios y valores del Reino de los cielos. Otra de las guerras más perniciosas es la de las ideas políticas que nos pueden sumergir en una burbuja sentimentalmente engañosa, a la vez que atrapante; estas, junto a los conflictos religiosos, son la semilla diabólica de los fanatismos más violentos que enfrentan a los hombres entre sí, produciéndose los odios más encarnizados que dividen a familias y sociedades enteras.
Esta reflexión no trata de eximirnos de nuestras responsabilidades civiles y democráticas, como por ejemplo cuando se trata de votar sabiamente, pero nunca transgrediendo el imperio de la ley que en cualquier país, como por ejemplo el nuestro, también es imperfectamente democrático. Porque si relativizamos este principio de autoridad, se comienza a desvertebrar la misma sociedad humana y podríamos estar induciendo a las nuevas generaciones a convertirse en transgresores de la ley por cualquier trifulca política de turno.
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El mejor ejemplo lo tenemos en el mismo Señor Jesús que no sugirió, en lo más mínimo, en ningún momento, sublevarse contra el status quo del imperialismo romano; esto mismo lo observamos también en las recomendaciones de Pedro y Pablo que nos exhortan por inspiración divina lo siguiente: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.” Tito 3:1, y también Romanos 13: 1-7 que es más que concluyente al respecto.
Sin embargo, si comenzamos a realizar reinterpretaciones sesgadas del texto bíblico, nos perderemos en un laberinto de intereses partidistas que no tienen nada que ver con la cultura del Reino de Dios, que por cierto no es de este mundo.
Definitivamente nuestra guerra no es contra sangre ni carne, ni está envuelta en banderas de ningún signo. Nuestra guerra es contra poderes de las tinieblas, con las armas de la luz, venciendo con el bien el mal y combatiendo por el evangelio de la paz a favor de todos los hombres y mujeres de todas las razas y culturas, que son el objetivo primordial del amor de Dios.
Por lo cual, como nos propone la misma Palabra de Dios, “Pelea la buena de la fe…” pero sin contaminar el guion divino para tu vida. Mi recomendación final es “Que no te equivoques de guerra amigo/@” Maranata.
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