Dos hermanas en Laos, de 12 y 14 años, fueron intimidadas por sus compañeros de clase porque eran cristianas e hijas de alguien que había sido encarcelado. Fueron llamadas las niñas de Yesu (Jesús). Lo que debería haber sido un título honorable, en cambio, conllevaba con toda certeza un doloroso rechazo. Ellas han decidido dejar sus estudios porque ya no pueden soportar la exclusión y el abuso verbal de sus compañeros de estudios.

La discriminación y los prejuicios a través de la educación son poderosas herramientas de persecución. A nivel mundial, en todos menos en uno de los cincuenta países que conforman la Lista Mundial de la Persecución 2021 (LMP 2021), es decir, un 98%, los niños y jóvenes cristianos enfrentan discriminación y acoso en entornos educativos. Los jóvenes son señalados como diferentes, reflejando patrones sociales de marginación más amplios. El sesgo aparece en la enseñanza explícitamente anticristiana, aislando a los niños y jóvenes asociados con la fe. Aquellos con autoridad dentro de los sistemas educativos pueden usar su influencia para hacer que el título cristiano sea indeseable. Esto incluye maestros, líderes escolares y quienes determinan los planes de estudio. Por ejemplo, en Turquía, las enseñanzas nacionalistas de historia presentan a los cristianos como una amenaza para el país. La información falsa y las declaraciones negativas sobre el cristianismo son parte de un sistema educativo sesgado contra las minorías. En algunos contextos, las creencias vinculadas a identidades nacionales y/o étnicas se idealizan y se les puede dar un mayor peso en la educación. Una variedad de factores influye en si una creencia minoritaria, como el cristianismo, se combina con una identidad tribal, histórica o política. Por ejemplo, las complejas asociaciones coloniales del cristianismo occidental pueden influir negativamente en la forma en que se ve el cristianismo en un contexto nacional; de manera similar, en Sudán y Somalia, el cristianismo se ve a menudo como una amenaza occidental para el islam.

Los niños y jóvenes también pueden ser presionados para que realicen oraciones y/o ceremonias que contradigan su fe cristiana, enfrentando la expulsión o la violencia si no cumplen. El impacto de la discriminación educativa se siente en el presente y además restringe el potencial futuro de los niños y jóvenes. Esto puede ser marcando deliberadamente a los cristianos o negando el acceso a fondos o becas ganadas. En casos extremos, se niega la educación en sí. Estar fuera de la escuela impacta enormemente a los jóvenes y su futuro. La educación es de vital importancia para reducir la pobreza y generar oportunidades laborales. Es más, los niños que no asisten a la escuela tienen más probabilidades de ser explotados, atacados y discriminados aún más, y de tener que asumir trabajos peligrosos o casarse temprano.

A los niños y jóvenes cristianos se le niega el acceso a la educación de múltiples maneras; no todos son expulsados de la escuela formalmente. En cambio, el acoso puede ser tan grave que efectivamente se ven obligados a abandonar la escuela. Una persecución religiosa más amplia también puede tener este resultado; por ejemplo, si un padre pierde su trabajo a causa de su fe, la escuela puede volverse inasequible, y su hijo puede tener que trabajar en su lugar. Los niveles graves de violencia también pueden impedir el acceso a la educación.

Nuevas formas de persecución

La persecución en la escuela no ocurre solo por medios educativos. La escuela es una puerta de entrada para múltiples formas de persecución, en un entorno donde las personas pueden ser fácilmente identificadas.

Hay siete puntos de presión que enfrentan los niños y jóvenes que están asociados con un entorno educativo en los cincuenta países de la LMP 2021. Todos estos puntos de presión asociados pueden ser llevados a cabo por personas con autoridad, pero dos son impuestos formalmente por figuras de autoridad; estos son: los códigos de vestimenta religiosos obligatorios y la identidad legal negada como cristiano (lo que lleva a la participación forzosa en las enseñanzas y ceremonias de creencias mayoritarias). Estas actividades controlan y mercantilizan a los niños y jóvenes a través de la forma en que se visten y actúan en la escuela.

La educación y los puntos de presión asociados se enumeran en la Tabla 2. Cuatro de los puntos de presión asociados comprenden diferentes formas de violencia (verbal, sexual, física y psicológica) además de la discriminación inherente al acceso denegado a la comunidad / redes sociales (niños y jóvenes rechazados por los compañeros de clase). La educación tiene el poder y el potencial de crear culturas de tolerancia y comprensión, pero igualmente puede “alimentar los estereotipos, la hostilidad” y “afianzar las desventajas”. Todo esto llevado a cabo por compañeros y profesores, crea un entorno propicio donde a menudo se les ignora, o peor aún, fomenta activamente tales actividades. El acoso a los cristianos puede considerarse legítimo o incluso insignificante, por lo que estos puntos de presión pueden llevarse a cabo con relativa impunidad.