Muchas iglesias y ministerios usan servicios como Dropbox, Google Drive, Microsoft Drive, iCloud y otros. En ocasiones, son cuentas personales. Casi siempre, terminan quedándose cortas.
En el artículo anterior, hablábamos de algunas de las utilidades de tener un NAS al servicio de nuestra iglesia. Entre ellas, destacamos estas dos:
1. Tener archivos disponibles para compartir de manera permanente para todos los miembros de un ministerio, de toda la iglesia o incluso hacerlos públicos.
2. Crear un servicio de nube propio de la iglesia para acceder y sincronizar desde ordenadores, móviles, tablets, etcétera.
Estos son algunos casos en los que hace falta compartir archivos de ordenador que son creados por una o varias personas:
• Una persona del ministerio de alabanza se encarga de preparar los archivos con las letras de las canciones en PowerPoint u otro sistema, y siempre está moviéndolos con pen drives u otras soluciones entre el ordenador de su casa y el de la iglesia.
• Una persona responsable de las redes sociales prepara imágenes para anunciar las actividades de la iglesia. Esas imágenes se envían por WhatsApp a una lista de difusión, y también se publican en redes como Facebook. Pero lo ideal sería que estuvieran a disposición de las personas que proyectan el domingo, o para otros usos.
• La iglesia decide realizar un cancionero en formato PDF para facilitar el acceso de todos los asistentes a los cultos y que, además, no implique tener que estar gastando en impresión cada ciertos años debido a la incorporación de nuevas canciones, etcétera. Ese cancionero en PDF se actualiza periódicamente.
• La persona responsable por el orden de culto envía un archivo cada semana a todas las personas que participan el domingo en áreas como la alabanza, la proyección, el sonido, etcétera.
• El predicador debe hacer llegar sus notas o una presentación a los responsables de la proyección.
Podríamos poner muchísimos otros ejemplos de situaciones similares. Seguro que cada iglesia, además, tiene sus propias necesidades de compartir archivos. Si bien servicios de nube como Dropbox ayudan mucho en estos casos, lo que suele suceder es que pronto se quedan cortos de espacio en sus versiones gratuitas. Los planes de pago más económicos oscilan entre 70 y 120 Euros al año, y ofrecen capacidades de entre 1 y 2 TB. Así que, si adquirimos nuestro propio NAS, en realidad, tan solo en el primer año de cuota estamos pagando el NAS entero, y con un año y medio tendríamos amortizados incluso los discos internos.
No solo eso. Muchos de los servicios de almacenamiento en la nube solo permiten el acceso a un usuario, o lo limitan a 6. En esos casos, los usuarios que quieren acceder a la información tienen que ir compartiendo los contenidos con sus propias cuentas de Dropbox, Google Drive, etc. Cuando tenemos nuestro propio NAS, el límite de usuarios lo establecemos nosotros, ya que podemos compartir archivos con total libertad, estableciendo privilegios, creando cuentas, etcétera. No solo eso, sino que también podemos sincronizar el servicio de nube de nuestro NAS con los proveedores ya mencionados (Dropbox, Google Drive, iCloud, Microsoft Drive, etc.).
Si tú (o tu iglesia) usas Dropbox, puedes imaginarte la libertad que te ofrece disponer de tu propio sistema de almacenamiento compartido. Es como tener tu propio Dropbox. Además, una vez amortizado el equipo y los discos duros, se puede seguir invirtiendo ese dinero que nos ahorramos en comprar discos duros mejores y de mayor capacidad, con lo que el servicio del que disponemos es cada vez más eficiente.
Un NAS como el Synology del que hablábamos en el artículo anterior, no solo nos va a permitir crear nuestra propia nube. Además, permite compartir determinados archivos o carpetas de forma puntual y muy versátil.
Supongamos que yo quiero compartir una carpeta llamada ANUNCIOS, en la que he dejado las imágenes (o vídeos) de los anuncios para el próximo domingo.
Una vez creada la carpeta en nuestro NAS y copiados los archivos correspondientes, activo «Compartir», y me ofrece las siguientes opciones:
1. Dispongo de un enlace personalizado para que las personas puedan acceder a esa carpeta desde cualquier navegador web.
2. Si pulso el botón «Conseguir código QR», obtengo mi propio código QR personalizado que también puedo hacer llegar a todas las personas a las que quiero dar acceso a esa carpeta.
3. Finalmente, puedo establecer un tiempo de validez para que, una vez transcurrido, se invalide el acceso, lo cual me ofrece total seguridad de que no va a ser una opción permanente si así lo deseo.
Estas son solo algunas de las opciones que un NAS me ofrece para compartir archivos fácilmente, de manera muy versátil y económica. De esa forma, todas las personas de la iglesia que están implicadas en determinadas tareas que necesitan ese acceso pueden disponer de ello sin tener que depender de sistemas externos, límites de capacidad ni cuentas personales.
En próximos artículos, veremos más utilidades de disponer de nuestro propio NAS.
(Algunas de las informaciones de este magacine, así como materiales de apoyo y otras herramientas, están disponibles en www.diakonos.es. Para más información, pueden entrar en contacto con [email protected].)
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