La multiplicación de los panes

“Entonces los apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aún tenían tiempo para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a él. Y salió Jesús y vio una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto y la hora ya muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos y aldeas de alrededor, y compren pan pues no tienen qué comer. Respondiendo él les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer? Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y al saberlo dijeron: Cinco y dos peces. Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde. Y se recostaron por grupos de ciento y de cincuenta en cincuenta. Entonces tomó los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió los dos peces entre todos. Y comieron todos y se saciaron. Y recogieron de los pedazos doce cestas llenas, y de lo que sobró de los peces. Y los que comieron eran cinco mil hombres”.

Marcos 6:30-44

La misión de los discípulos ha finalizado (6:7-13) y quieren reunirse con Jesús para contarle todo lo que habían hecho y enseñado. Lo que sucede es que existen muchas personas necesitadas que buscan su ayuda, de tal modo que la misión centrífuga (salida al mundo) se vuelve centrípeta (acogida a los que se acercan), hasta tal punto que no se hace posible descansar porque hay una prioridad impostergable: Las necesidades de las multitudes que quieren estar con Jesús y recibir la enseñanza que imparte con autoridad.

“Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (vs. 34)

Jesús actúa como el buen pastor prometido por las profecías del Antiguo Testamento, Ez. 34:22-23 – “Yo salvaré a mis ovejas… y levantaré sobre ellas a un pastor, y él las apacentará; a mi siervo David, él las apacentará, y él les será por pastor”. Él conduce, alimenta, sostiene al rebaño evocando la promesa del Yavéh del Antiguo Testamento (Sal. 23), protegiendo a los suyos y ofreciéndoles comunidad de mesa (el banquete mesiánico). Pero, además, Jesús se compadece de los necesitados como el Dios misericordioso bajo al antiguo pacto (Sal. 103:8-10)¹. El descanso se ha transformado en espíritu de acogida porque el Señor deja que le influyan las necesidades de las personas y opta por enseñarles muchas cosas. (vs. 34b).

“Cuando ya era muy avanzada la hora, sus discípulos se acercaron a él, diciendo: El lugar es desierto, y la hora muy avanzada. Despídelos para que vayan a los campos de alrededor, y compren pan, pues no tienen qué comer” (vv. 35-36).

Jesús había hablado a las multitudes sobre el reino de Dios. Pero ahora llegan los discípulos y le ruegan que vaya concluyendo su instrucción porque se hace tarde y deben suplir sus necesidades alimenticias. Esta manera de pensar de los doce parece sensata y ajustada a la realidad. Debe haber sermón sobre el reino de Dios, pero también hay que comer. Ambas cosas son para ellos limpiamente separables: Jesús se encarga del sermón, ellos deben preocuparse de su comida. Eso es lo que tiene que ser.

Por consiguiente, la realidad hay que dividirla en dos planos: el plano del reino de Dios y el resto de la vida. Ambos planos ya aparecen separados en la propuesta de los discípulos, como serán separados una y otra vez a la largo de la historia de la iglesia. En el fondo, aquí aparece ya anticipado el aislamiento contemporáneo entre la fe y la vida, la separación de la realidad en compartimentos autónomos e incomunicables. Lo fascinante de todo esto es que Jesús elimina con una sola frase esta esquizofrenia espiritual:

“Dadles vosotros de comer” (vs. 37a)

Con esto el Señor pone en crisis el cómodo y simplista camino de sólo predicar a la sociedad y abandonarla a su suerte en todo lo demás. Jesús no colabora con la idea de perpetuar esa propuesta. A los discípulos les enseña que todo forma parte del reino de Dios, toda la existencia de las personas y, ahora, precisamente su necesidad de comer.

Ellos creen haber entendido, son responsables de que las masas no pasen hambre y vislumbran una nueva solución: si las multitudes no pueden ser despachadas para su alimentación en privado, sino que se les debe procurar la comida en este lugar alejado de la población, todo debe organizarse de inmediato. Es preciso hacer una estimación de cuánta gente hay; debe calcularse cuántos panes se necesitan; cuánto valen y, a continuación, todos los discípulos deben marcharse sin demorar y comprar pan ¡una buena organización! De ahí la pregunta:

¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios y les demos de comer? (vs. 37b)

Lo desconcertante es que Jesús no admite tampoco esta propuesta, porque el reino de Dios con su presencia significa mucho más. No sólo es preciso eliminar la necesidad, sino traer abundancia. Para Jesús, el que los hambrientos se sacien en el reino de Dios funciona de un modo distinto a como imaginan los discípulos. Por eso, a partir de este momento toma la iniciativa:

¿Cuántos panes tenéis? (vs. 38)

No es necesario despedir a la gente, ni tampoco ir a comprar comida a otro lugar. El banquete del reino de Dios aparece como un milagro, pero para que se pueda realizar debe suceder algo decisivo. Jesús ordena a sus discípulos que repartan a la multitud por grupos de comensales

“Y se recostaron por grupos de ciento en ciento y de cincuenta en cincuenta” (vs. 40)

Es una clara alusión a Éx.18:25, donde se describe la disposición del campamento del pueblo de Dios que atraviesa el desierto. Como sabemos por Qumrán, en las comidas comunitarias se reproducía conscientemente la disposición según el texto de Éxodo. Pero, sobre todo, constituía una evocación simbólica que apuntaba al banquete mesiánico al final de los tiempos. Desde ese trasfondo, el texto de Marcos sólo puede querer decir que Jesús de Nazaret dispone a las multitudes que aparecen dispersas como ovejas sin pastor, para formar parte del renovado pueblo de Dios que se inaugura con su llegada a este mundo. Sólo puede acontecer el milagro si el pueblo de Dios se deja reunir en torno a Jesús, su pastor definitivo. Sólo entonces puede resplandecer la gloria del festín². Sólo entonces quedarán saciados porque no sólo se les da de comer pan y palabra, sino que experimentan la fiesta de acogida del reino con los recursos sobreabundantes de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Notas