El seguimiento de Jesús supone enfrentar peligros y amenazas desconcertantes pero, a la vez, se nos invita a desterrar el miedo paralizante.
“Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro Lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose reprendió al viento y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aún el viento y el mar le obedecen” (Mr. 4:35-41).
Jesús no es ya un desconocido. Ha suscitado en su entorno una familia (3:20-21), ha iniciado con ella un proyecto; ha sembrado allí su palabra (4:1-34). En este episodio, los mismos discípulos que siguen a Jesús y escuchan sus parábolas con interés preferente, navegan con él en una barca sobre el lago en medio de una fuerte tempestad. La cercanía al Señor y la comprensión de sus palabras no les lleva a un mar de tranquilidades1, ni les ahorra los conflictos del camino.
Algunos de los discípulos entendían del mar, eran pescadores (Mr. 1:16-20). Por otro lado, Jesús les ha llamado para convertirlos en “pescadores de hombres”. Ahora, les pide algo que aparece en continuidad con lo anterior, porque la siembra ha de realizarse en otras tierras más allá de su pueblo y eso supone riesgo y movimiento. La imagen que dibuja este episodio es la de una iglesia misionera amenazada por un mar embravecido, con un Maestro que duerme. Les había llamado para estar con él y paras enviarlos a predicar (Mr. 3:14), pero ahora parece que no está2, o no se interesa por el conflicto, porque sólo va a responder ante el grito reivindicativo y desesperado de los suyos.
Es evidente que, para comprender de manera realista el seguimiento de Jesús, es necesario captar con claridad lo que significa el episodio de la tempestad ¿Qué es lo que nos viene a enseñar este relato? En principio, la cosa no admite dudas: los que quieren seguir a Jesús van a encontrar inevitablemente en su vida fuerzas muy poderosas que ponen en peligro su misma existencia. Con frecuencia, el discípulo se va a ver ante situaciones límite que no sabrá cómo afrontar pero, además, las sufrirá con la impresión de que el Señor está ausente y callado, no se entera de lo que pasa y, además, no le pone remedio.
En el Antiguo Testamento, el tema de las aguas que sumergen y devoran a las personas es, con frecuencia, símbolo de muerte y destrucción total (Sal. 69:1-2; 88:16- 17) de tal manera que solamente Dios tiene poder sobre el mar y los vientos (Sal. 107:29). Por tanto, ser librado de las aguas es vivir una experiencia de salvación (Éx. 13-14). Por eso, estas imágenes recurrentes llegan a convertirse en un modo de releer la historia del pueblo de Dios3. Así que, cuando el evangelio describe una escena como ésta en la que la barca desaparece entre las olas, se nos está hablando de un peligro de proporciones gigantescas que desborda todas las posibilidades humanas.
La reacción de Jesús ante la petición de los discípulos parece desconcertante. Primero, apacigua el temporal dando a entender que su poder está por encima de todo lo que amenaza la vida de sus seguidores. Pero, en segundo lugar, reprende a los discípulos con una especial dureza: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” En el lenguaje del evangelio de Marcos, la barca es una imagen de la comunidad cristiana amenazada en medio de la tormenta y la oscuridad. Pero, no se trata de un peligro cualquiera, sino del peligro en que se ve la comunidad por seguir a Jesús.
Ahora bien, cuando se presenta ese peligro la comunidad no debe temer porque, aunque experimente situaciones límite en ningún caso estará abandonada por el Señor que con su poder cura enfermos, sana leprosos y echa fuera demonios. Por tanto, este relato viene a enseñarnos que el seguimiento de Jesús supone enfrentar peligros y amenazas desconcertantes pero, a la vez, se nos invita a desterrar el miedo paralizante porque la fe no es una mera opción intelectual o un asentimiento de verdades teóricas y abstractas4, sino entrega confiada.
La fe en Jesús es la victoria sobre el miedo en medio de una existencia amenazada que aprende a confiar en los recursos ilimitados de Dios (Jn. 14:26-27). “¿Quién es éste, que aún el viento y el mar le obedecen?” El episodio muestra que el miedo de los discípulos provenía del peligro que se cernía sobre ellos pero, por encima de eso, la razón del temor se relaciona con el desconocimiento y la ignorancia de aquel a quien siguen, pero cuya identidad aún no disciernen: Jesucristo, el Hijo de Dios (Cf. Mr. 1:1). Ellos aún no lo conocen a él, pero él los conoce a ellos y los acompaña, libera y salva.
Notas
1 X. Pikaza. Para vivir el evangelio de Marcos. Paulinas. 74
2 X. Pikaza. Pan, Casa, Palabra. Sígueme. 115
3 M Navarro. Marcos. Verbo Divino. 172
4 J. M. Castillo. El Seguimiento de Jesús. Sígueme. 131
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