Marcos identifica el evangelio con vida y obra de Jesús. Es en el marco de su propia historia donde se manifiesta la “buena noticia”.
1:1 – “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.
La palabra “principio” (arkhé), también utilizada en Gn. 1:1 y Jn. 1:1 puede interpretarse aquí como título introductorio de todo el libro. El evangelio tiene su punto de partida en la persona de Jesús a quien Juan el Bautista introduce en la historia de la salvación.
Tres son las palabras centrales de este texto introductorio:
“El evangelio”. Tema y contenido del libro será “la buena nueva”, el anuncio de la salvación de Dios a todas las personas.
“Jesucristo”. Marcos identifica el evangelio con vida y obra de Jesús. Es en el marco de su propia historia donde se manifiesta la “buena noticia”: El Salvador/Ungido irrumpe en el mundo.
“Hijo de Dios”. Comprender el acontecimiento Jesucristo supone descubrir en su persona (vida, muerte y resurrección) un “exceso de significado” que conduce a la confesión final: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mr. 15:39). La historia que nos permite llegar a esta conclusión es la que describe el evangelista Marcos en clave de relato de Dios.
1:2-8 - Juan el Bautista.
“Como está escrito en el libro del profeta: He aquí yo envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas. Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. Y salían a él toda la provincia de Judea, y todos los de Jerusalén; y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzado. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo”.
El evangelista no ha querido presentar el nacimiento humano o tradiciones de la infancia de Jesús. Pero no lo hace por desconocimiento, sino por decisión teológica. En el origen mesiánico de Jesús aparece Juan el Bautista. Y para presentar sus credenciales, Marcos hace una relectura actualizada de textos de la Escritura combinándolos en uno (Mal. 3:1; Is. 40:3) y los interpreta en función de acontecimientos nuevos y actuales. Juan va a realizar la misión que la Escritura encomendaba al mensajero, precursor de Dios (Mal. 3:1) y la voz en el desierto (Is. 40:1).
Esto significa que, desde el primer momento, el evangelista considera que todo lo que va a venir, tanto la misión de Juan como la de Jesús, no será sino la continuación de las intervenciones salvíficas de Dios en la primera alianza. Jesús no es para Marcos un alma caída del cielo, ni un solitario marginado de la humanidad. Jesús viene a presentarse como auténtico israelita, entroncado en la tradición profética y mesiánica de su pueblo.
A partir de aquí podemos fijar los rasgos distintivos del mensaje de Juan:
“Desierto” (vs. 4a). Por un lado, evoca los cuarenta años que el pueblo de Dios pasó allí después de la liberación de Egipto; por otra parte, el desierto es un espacio de prueba en el que se pone de manifiesto la veracidad de la fe. Pues bien, en este entorno, lejos de los lugares sagrados de la religión (Jerusalén, Templo, fiestas) aparece Juan con un mensaje/denuncia.
“Bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados en el río Jordán” (vs. 4b). Desde un punto de vista espiritual, el bautismo no formaba parte de los ritos del pueblo de Dios. Sin embargo, el lugar que Juan escoge para bautizar es enormemente evocador, porque es el mismo por el que Israel “pasó” guiado por Josué para disfrutar de la tierra de la promesa. Se trata de un símbolo de las grandes intervenciones liberadoras de Dios en medio de los suyos. Por tanto, pasar por las aguas respondiendo al mensaje del Bautista significa preparar, revisar, reenfocar toda la existencia para la llegada de aquel que bautiza con Espíritu Santo. A diferencia de otros evangelios, Marcos no se detiene en el contenido del mensaje de Juan sino en su carácter precursor que señala al “Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”.
“Camino” (vs. 2-3). El profeta del desierto que bautiza en el río llama a “preparar el camino del Señor”, pero bien entendido que este “Señor” es Jesucristo, el Hijo de Dios. De este modo anuncia un tema que resulta decisivo en todo el evangelio: El seguimiento de Jesús en el camino (1:16-20; 2:14-15; 8:27; 9:30, 33; 10:32).
La descripción que Juan el Bautista hace de aquel que viene tras él bautizando con el Espíritu Santo, sin duda está suscitando el modo de nacimiento y fundamento de la iglesia. El precursor, tal como lo entiende Marcos, es el profeta que anuncia el origen de la comunidad cristiana en la persona de aquel que, en sus propias palabras, “es más poderoso que yo”. Distingue el judaísmo, comunidad de purificaciones y ritos, de la Iglesia de Jesús, comunidad que surge del bautismo del Espíritu de Dios, conforme a las promesas del Antiguo Testamento (Is. 44:3; Ez. 36:25-27;Jl 2:28-32; Hch. 2:14-24).
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