La fe todavía puede mover montañas

Leyendo en Hechos, llegamos al capítulo 9 para asombrarnos con la conversión de Saulo, el de Tarso; más adelante del mismo también nos deleitamos cuando Lucas nos relata sobre una discípula llamada Tabita (Dorcas) que vivía en Jope, la cual “se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres” (Hechos 9.36-43). Y dice en el pasaje que “abundaba en buenas obras”, es decir, que se pasaba de los límites, no conformándose sólo con dar lo mínimo; lo cual demuestra su amplia generosidad, bondad ante las necesidades de otros. Era sensible, algo natural cuando ya no vives tú, sino que vive Cristo en ti, sigues sus valores, sus enseñanzas. Dorcas tenía una relación estrecha con Dios. Algo que se va adquiriendo con el tiempo hasta alcanzar la plenitud. Dorcas era una mujer de fe, se nota. Pero de una fe que actuaba, una fe con compromiso. Había visto de cerca el modelo de Jesús e intentaba seguir sus pasos, con una actitud de servicio como él, quien había venido a servir y a buscar y a encontrar lo que se había perdido. Sabía que Jesús hacía a los ciegos ver, a los cojos andar, que repartía panes y peces, se acercaba a los extranjeros y pobres y les proclamaba el evangelio, como con esa mujer de Samaria. 

Estas son mis impresiones, pues si leemos la letra, no dice todo esto. Pero se siente, se percibe en esa palabra fresca que hoy nos habla también. Dícese que Dorcas cubría los cuerpos de las viudas, tal como pide Dios en Isaías 58, “cuando veas al desnudo lo cubras”, diciendo cuál era el verdadero ayuno para él, o en Mateo 25: “¿cuándo te vimos… desnudo y te cubrimos?  Eso es lo que yo percibo aquí, pero acepto correcciones, pues apenas soy una aprendiz y lerda para entender. Pero todo esto me parece maravilloso y me sirve de ejemplo. ¿Recordaría las recomendaciones de Dios que podemos encontrar en Deuteronomio 10.17-18: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores… que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido”?

Esto se puede observar en la iglesia primitiva donde se puede constatar una preocupación por atender a los colectivos más desfavorecidos. Leemos en el mismo libro de Hechos: “En aquellos días, al aumentar el número de los discípulos, se quejaron los judíos de habla griega contra los de habla aramea de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria de los alimentos. Así que los doce reunieron a toda la comunidad de discípulos y les dijeron: 'No está bien que nosotros, los apóstoles, descuidemos el ministerio de la palabra de Dios para servir las mesas. Hermanos, escoged de entre vosotros a siete hombres de buena reputación, llenos del Espíritu y de sabiduría, para encargarles esta responsabilidad. Así nosotros nos dedicaremos de lleno a la oración y al ministerio de la palabra” (6.1-4).  

Sabían que el asunto de las viudas no era un capricho. Era una recomendación de antaño, como hemos señalado, donde también estaban incluidos los huérfanos y los extranjeros. Pero ¡ojo!, modificaron su organigrama incluyendo más recursos humanos para que el ministerio de la palabra no quedara desatendido. Porque les había quedado claro que la misión era integral. Debían preocuparse por la salvación de las almas, pero también de sus cuerpos mientras paseaban por esta tierra. No se habían olvidado que su Maestro había proclamado las buenas nuevas, pero también sanado y quitado demonios incluso en días de reposo. 

Cada uno ha recibido dones según la justa medida, y Dorcas ejercitaba los suyos con toda excelencia, pues no sólo compartía sus recursos, sino que también laboraba; oraba y laboraba. Había mirado con compasión a las viudas, ciudadanas de segunda en aquella época, junto con los niños y los extranjeros. Al quedar en esta condición, eran vulnerables, desprovistas de toda cobertura. Pero he aquí Dios no se olvida de los menesterosos y su amor llega a través de sus siervos aquí en la tierra. Cuántas veces no hemos recibido dádivas a través de personas que tienen detalles contigo; es Dios que mueve los corazones. Quizá lo explico con palabras nada académicas, pero lo he experimentado.  Dorcas las ayudaba, las vestía y seguro que preparaba esas prendas primorosamente, como si fuesen para ella misma, no de cualquier manera.  Y seguro que con todo ello proclamaba las buenas noticias, de esos tiempos agradables al Señor.

Dorcas glorificaba a Dios con su acción, y esto nos recuerda lo que dice Proverbios: “El que oprime al pobre, afrenta a su hacedor; mas el que tiene misericordia del pobre, lo honra”. Y esto sigue vigente hoy, cuando vemos tanta necesidad en el mundo que nos rodea, necesidad de pan y de palabra que alimenten el cuerpo y el espíritu. Podemos mostrar amor, compasión, misericordia…

Dorcas había enfermado y muerto. Pedro es llamado porque estaba cerca. Menos mal que no estaba totalmente desconectado del mundo. ¿Y quiénes se le presentan desconsoladas? Las viudas, a quienes la discípula había ayudado. Otra vez las viudas necesitadas que habían sido atendidas en el momento oportuno por Tabita. Es decir, que las buenas obras eran valiosas para los que habían creído; un fruto resultante. En forma de túnicas y otros vestidos, en este caso. Que casualmente cubrían los cuerpos necesitados de abrigo. Aunque me cuesta entender las cosas, pienso que cuando se dice en Efesios 1.8-10: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros…, no por obras… porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios repartió de antemano para que anduviésemos en ellas”, quiere decir que una persona transformada o en proceso de transformación debe reflejar ese cambio con una nueva forma de actuar, reflejar algo del modelo dejado por Jesús, seguir su estilo de vida. Pues como dice Santiago: “una fe sin obras está muerta”. Y como siempre digo: no es fácil seguir ese modelo. Quieres ser manso una mañana al despuntar el día, pero nos volvemos rápidos para responder igual o peor ante una ofensa o lo que pensamos puede ser un mensaje sutil que alguien nos envía a través de unas líneas. Basta una chispa para encender una hoguera. 

Pero leyendo el pasaje vemos que Dorcas tenía el don de pacificar el ambiente, se nota armonía, compañerismo, amistad, afecto en esa comunidad. Había un propósito común, “solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz… un mismo Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos…”. Y todas se lamentaban por la partida de esta mujer que, según constatamos, no era prescindible para sus compañeras, sin ella se sentían desprotegidas, huérfanas. También el texto destila gratitud por parte de estas mujeres ante los bienes recibidos, y lo expresan, y se muestran diligentes para llamar a alguien que está cerca y saben que puede ayudar a su benefactora. Valoraban a Tabita.

Esto nos hace preguntarnos, como lo hacíamos hace unos días: ¿nos echarían de menos en nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, si desapareciéramos? Es algo que debe hacernos reflexionar. Preguntarnos si estamos siendo de bien en los lugares donde estamos insertos. Si estamos dando fruto. Si amamos, somos bondadosos, buenas influencias para las personas mientras aún están vivas y necesitan de oportunidades. Pues a veces veo que nos extralimitamos en alabarlas cuando ya han partido y no pueden disfrutar de muestras de afecto y gratitud. Seguro tendrán cosas mejores en su patria celestial, pero como decimos del reino de Dios, ya lo podemos disfrutar aquí y ahora.

Y llamando a Pedro, éste viene rápido, no lo deja para cuando su agenda lo permitiera, porque sabía de la urgencia con que se le requería. No; Pedro va y seguro se compadeció al ver a estas mujeres que le mostraban las ropas que Dorcas elaboraba, como para convencerle de lo imprescindible que era para ellas, de lo generosa que era. Pero no es necesario, pues se encontraron con un servidor de Cristo y por ende de los otros. Y además, Pedro va empezando a entender que para Dios no hay favoritismos, ha llegado una nueva era. Dios es imparcial. Él había sido testigo directo de las enseñanzas y del estilo de vida del Maestro, para él nadie era prescindible, ni las mujeres, ni los niños, ni los extranjeros. Recordemos que después de estos hechos, Pedro tendrá una nueva visión de esto, cuando Dios le muestra durante un momento de éxtasis en casa de Simón, el curtidor, que lo que Dios limpió no debemos llamarlo inmundo. Lo cual se corrobora cuando más tarde es llamado para ir a la casa de Cornelio, el centurión romano, un extranjero. “Entonces Pedro, abriendo la boca, dijo: En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia”. Y predica a los gentiles. Y los gentiles reciben el don del Espíritu Santo. Y son bautizados. Pedro había entrado en su casa y comido con ellos. Y en el capítulo 11 vemos que lo critican, pero él les explica su comportamiento y deja claro que él no es nadie para estorbar a Dios. Da las debidas explicaciones, dedica un tiempo para ello. Y los demás entienden.

Y volvemos al llamado de los compañeros de Tabita. Pedro llega y hace salir a todos y ora, se arrodilla. Y pareciera que vuelve a repetir todo lo realizado por su Maestro cuando trae nuevamente a la vida a la hija de Jairo, principal de la sinagoga, recordemos. Usa las mismas palabras. Con poder. “Tabita, levántate”, le dijo, y ella abrió los ojos y se incorporó. Él, rompiendo las reglas, le dio la mano y la levantó. Le da la mano con amabilidad, rompiendo una de las reglas de aquellos tiempos con respecto a las mujeres. No era un trabajo más, era un servicio al prójimo. Siguiendo la estela del Siervo por excelencia. 

Qué maravilla poder hacer algo bueno para un grupo de personas que necesitaban tanto. Su viaje no había sido en vano, todo tenía un propósito: mostrar la gloria de Dios. Los milagros pueden darse hoy también, sólo hay que estar atentos y tener fe. La fe todavía puede mover montañas.

Y Pedro se queda en Jope en casa de un tal Simón, curtidor. Vemos cómo Pedro tenía ese don de no discriminar que luego se consolidará, pero desde ya se muestra en que no hace acepción de personas al quedarse en casa de este curtidor, pues sabemos que esta profesión no era bien vista por los judíos más ortodoxos. No perdió tiempo en deshojar la margarita. Quedaba mucho por hacer y había que administrar bien el tiempo.

Cuántas cosas se agolpan hoy en mis pensamientos que me llevan a reflexionar. Sobre cómo ser imprescindible para las personas que están a mi alrededor; utilizando el don o dones con los que me ha provisto Dios; que no los tenga aparcados, pues él nos da también su visto bueno para usarlos en beneficio de los que nos rodean. Pero todo esto viene de una relación íntima con Cristo, una disposición a seguirle por encima de las circunstancias, si no es así, intuyo que las buenas intenciones se acaban. No nos debe faltar la compasión y el amor ante lo que nos rodea, tal como se nos encomendó. Es todo un proceso. Necesitamos de Su ayuda para comprender y comprometernos. 

Debes poner la fe y el amor en acción, me digo. Es urgente. No seas tarda para percibirlo.

Un abrazo fraternal. Paz