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La caída de Jericó (1)

El relato de la conquista de Jericó es una de las historias más conocidas de la Biblia. Josué 2-6 describe los acontecimientos detalladamente, ¿pero podemos fiarnos del texto bíblico? ¿Qué dice la arqueología de esta ciudad y su historia?

ARQUEBIBES AUTOR 960/Tim_Lopez_Eriksson 21 DE FEBRERO DE 2021 15:00 h
Imagen de la caída de Jericó en el manuscrito Clm 835 del siglo XIII. Bayerische Staatsbibliothek, Múnich. / Editada por Tim López

La situación de la antigua Jericó es bien conocida. Está en lo que hoy se denomina Tel es-Sultan, en el valle de Jordán, a unos pocos kilómetros al norte del Mar Muerto. Una fuente de agua cercana y un clima favorable hizo de la zona un lugar deseable para vivir desde muy temprano. Se han hallado restos de un asentamiento Neolítico que data del 8000 a.C. 

También su situación es estratégica. El acceso al interior de Canaán desde el valle de Jordán está muy limitado, y Jericó controlaba uno de estos pasajes. 



La primera excavación arqueológica documentada se realizó bajo el mando del famoso ingeniero británico Charles Warren en 1867-1868. Jericó era uno de los nueve tells en el valle del Jordán que excavó Warren para determinar si eran naturales o artificiales.



En 1907-1909 y 1911 un equipo austriaco-germánico dirigido por Ernst Sellin y Carl Watzinger realizó la primera excavación arqueológica a gran escala en el yacimiento. Watzinger concluyó que Jericó no estuvo habitada durante la Edad de Bronce Final (1550-1200 a.C) poniendo así en duda el relato bíblico, ya que, según la cronología bíblica, los israelitas conquistaron Jericó en el 1400 a.C.



El arqueólogo británico John Garstang dudaba de esta conclusión y organizó una nueva expedición para clarificar la datación de la fortificación de Jericó. Entre 1930 y 1936 Garstang excavó la doble muralla de la ciudad datándola en el siglo XIV-XV a.C. También trabajó en una zona residencial que denominó “City IV”. Las excavaciones revelaron que el lugar había sido destruido por un violento incendio.

Garstang determinó que la “City IV” había sido destruida alrededor del 1400 a.C. y atribuía la destrucción a los israelitas. Esta conclusión la basaba principalmente en la cerámica perteneciente al estrato de destrucción y en escarabeos egipcios de tumbas cercanas. (Un escarabeo era un amuleto egipcio en forma de escarabajo. Su función era también de sello administrativo (firma) y gracias a sus inscripciones y tipología son una importante fuente de información a la hora de datar un estrato). 



Pero estos resultados incitaron un gran debate y, unos años más tarde, cuando el conocimiento de la arqueología palestina había madurado algo más, Garstang le pidió a la arqueóloga británica Kathleen Kenyon que revisara y actualizara sus descubrimientos. Kenyon revisó el material de Garstang y llegó a la misma conclusión que Sellin y Watzinger unas décadas antes: que Jericó fue destruida a mediados del siglo XVI a.C. y que estuvo deshabitada durante toda la Edad del Bronce Final (1550-1200 a.C.) excepto por una pequeña zona que estuvo habitada brevemente en el siglo XIV a.C.



Para aclarar dudas que surgieron tras la examinación del material de Garstang, Kenyon se dirigió a Jericó para llevar a cabo una expedición arqueológica entre 1952 y 1958. Su manera de trabajar fue una revolución en la arqueología palestina, donde introdujo rigurosas técnicas de excavación estratigráficas, un análisis minucioso del contenido de los estratos, y un registro meticuloso de los testigos (las “paredes” expuestas en los cuadros de excavación). Sus excavaciones en Jericó confirmaban lo que había concluido anteriormente revisando los datos de Garstang. Kenyon databa correctamente la doble muralla a la Edad del Bronce Antiguo (aprox. 2450 a.C.) y la destrucción de la “City IV” en el 1550 a.C.



Después de la expedición de Kathleen Kenyon hubo poca actividad arqueológica en Tel es-Sultan, hasta que Lorenzo Nigro y Nicolò Marchetti dirigieron una serie de excavaciones entre 1997-2000. Desde 2009, la Universidad de Roma “La Sapienza”, junto con la MOTA-DACH palestina, dirigen un proyecto de excavación y restauración en Jericó. 



[photo_footer]El yacimiento de Tel es-Sultan, la antigua ciudad de Jericó. / Tim López[/photo_footer]



Desde la época de Kathleen Kenyon poco ha cambiado en cuanto a la cronología y estratigrafía de Jericó y el mundo académico en general ha seguido la línea de Kenyon: se mantiene que el relato bíblico no es histórico porque la destrucción de las murallas ocurrió mucho antes de la aparición de los israelitas, y la ciudad no estaba habitada cuando los israelitas, supuestamente, llegaron a Israel. 



A principios de los años 80, más de 20 años después de finalizar la expedición arqueológica de Kenyon (!), y unos años después de su muerte, se publicaron dos volúmenes con la cerámica de la excavación de Kenyon, y otro volumen con la información estratigráfica y arquitectónica.

Al tener toda la información finalmente accesible, el profesor Bryant Wood decidió revisar el material para realizar una evaluación independiente. Comenzó a estudiar el material tras presentar su tesis doctoral sobre cerámica cananea en el 1985, y en 1990 publicó un artículo en la revista Biblical Archaeology Review presentando sus resultados. Llegó a la conclusión de que todo el conjunto de datos arqueológicos expuestos principalmente por Kenyon y Garstang, correspondían mejor a una destrucción de la ciudad en el 1400 a.C. y no en el 1550 a.C.



Wood descubrió bastante pronto que Kenyon basaba su datación de la destrucción principalmente en la ausencia de cerámica de importación chipriota, un tipo de cerámica común en el periodo 1550-1400 a.C. Pero la cerámica chipriota es un tipo exótico en el Levante mediterráneo y se encuentra principalmente en tumbas de grandes centros urbanos. Kenyon contrastaba el material de Jericó con el de grandes ciudades como Megido, situada en medio de las rutas comerciales. 



Sin embargo, Jericó era un asentamiento relativamente pequeño, lejos de las grandes rutas de comercio. Además, tras examinar cuidadosamente los informes de excavación de Garstang y Kenyon, Wood comprendió que los dos habían excavado en una zona relativamente pobre de la ciudad. En este contexto es normal que Kenyon no hallara la deseada cerámica exótica de importación.

Además, el área de excavación en la cual Kenyon basaba sus conclusiones era muy limitada, dos cuadros de 8 x 8 metros (!).



Habiendo establecido la destrucción de la “City IV” alrededor del 1550 a.C., Kenyon atribuyó este acontecimiento a los Hicsos que fueron expulsados de Egipto hacia el 1570 a.C., o a campañas egipcias posteriores a la expulsión con el propósito último de perseguir y derrotar a los Hicsos. Pero esto es problemático; en cuanto a los Hicsos, no tiene sentido que estos destruyeran las ciudades a las que pretendían huir y refugiarse. Y en cuanto a las campañas egipcias, no existe ninguna evidencia de que realizaran campañas militares en el valle del Jordán durante la Dinastía 18 (el periodo posterior a la dominación de los Hicsos en Egipto). 



Otra cosa que contradice una destrucción por los egipcios es que Garstang y Kenyon hallaron muchos jarros llenos de grano en el estrato de destrucción de la “City IV” indicando que había un buen suministro de alimentos en la ciudad cuando llegó su fin. Lo que se conoce de las tácticas militares egipcias, es que solían realizar sus campañas militares antes de la cosecha. Así los suministros de las ciudades que pretendían invadir estarían bajo mínimos y los egipcios podrían abastecerse libremente de los campos y destruir lo que no necesitaban para dificultar aún más la supervivencia de los pueblos invadidos. La estrategia egipcia para capturar una ciudad bien fortificada era la del asedio. Las amplias reservas de grano hallado en Jericó indican que la ciudad cayó rápido, y no antes de la cosecha, sino después. 



Entonces, si la datación y la reconstrucción histórica de Kenyon son cuestionables, ¿cómo podemos interpretar el material arqueológico para llegar a una conclusión más razonable?



Estudiando los informes cerámicos de Kenyon, Bryant Wood descubrió que en la fase final de la “City IV” había muchos ejemplares de tipos de cerámica doméstica característicos de la Edad del Bronce Final (1550-1300 a.C.) de acuerdo con la datación de la destrucción de Jericó en el 1400 a.C. según la cronología bíblica.

Además, resulta que Garstang sí encontró cerámica chipriota, uno de los indicadores más importantes de ocupación en la Edad de Bronce Tardía. Este es el tipo de cerámica tan deseado por Kenyon que nunca encontró en su área de excavación. En la época de Garstang, aun no se conocía la importancia de este tipo de cerámica, y sus fragmentos de cerámica chipriota se publicaron junto con otros fragmentos decorados sin destacar. 



Gracias a sus rigurosas técnicas de excavación, Kenyon logró identificar 20 distintas fases arquitectónicas durante la Edad del Bronce Medio (1650-1550 a.C.), con evidencia de que alguna de estas fases perduró por un buen tiempo. Si la destrucción de la “City IV” ocurrió alrededor de 1550 a.C. como concluía Kenyon, entonces, estas 20 fases tendrían que caber en un periodo de 100 años, algo poco probable. Sin embargo, si la destrucción fue en el 1400 a.C., las 20 fases de construcción en un periodo de 250 años tienen más sentido.



En el cementerio en las afueras de Jericó, Garstang encontró una serie de escarabeos egipcios que datan dese el siglo XVIII hasta principios del siglo XIV a.C. La continuidad de estos escarabeos contradice la datación de Kenyon de la destrucción de la “City IV” en el 1550 a.C. cuando la ciudad habría quedado deshabitada, ya que demuestra que el cementerio seguía en uso hasta el siglo XIV a.C.



También se tomó una muestra de carbón del estrato de destrucción para realizar una datación por radiocarbono que fue datado del 1410 a.C. ± 40 años, confirmando la datación de la destrucción de Jericó en el 1400 a.C.



Todo esto señala que Jericó fue destruida en 1400 a.C. y no en 1550 a.C. como concluyó Kenyon. Entonces, si los responsables de su destrucción no fueron ni los Hicsos ni los egipcios, ¿podrían haber sido los israelitas, tal como cuenta la Biblia?



En la segunda parte veremos si es posible contrastar la arqueología con algunos detalles del relato bíblico.



 



 



*Este texto se basa principalmente en el artículo de Bryant Wood en la revista Biblical Archaeology Review. Puedes encontrarlo aquí (en inglés).



Unos meses después, Piotr Bienkowski publicó una respuesta crítica a las nuevas conclusiones del profesor Wood. Disponible aquí (en inglés).



Finalmente, Bryant Wood tuvo la oportunidad de defender su postura ante la crítica de Bienkowski. Aquí puedes leer el artículo completo (en inglés).


 

 


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