¿Podemos celebrar la Cena del Señor virtualmente?

Ni la situación derivada de las restricciones por la pandemia mundial, ni las herramientas que la tecnología pone a nuestra disposición, encuentran paralelismo alguno con los tiempos del inicio de la Iglesia apostólica. Por ello es evidente que no podemos encontrar mandatos o instrucciones específicas y directamente relacionadas con esta situación que nos toca vivir. Como en tantos otros asuntos en los que ese paralelismo no es posible, nos toca aplicar los principios bíblicos permanentes, sometiendo a ellos nuestras conciencias y conclusiones.

La reflexión del querido David González (en este vídeo) se presenta bajo el título ‘¿Debemos celebrar la Cena del Señor virtualmente?’, y en el inicio de su exposición pregunta si La Palabra nos da autorización para celebrar la Cena desde nuestras casas.

Vaya por delante mi más absoluto respeto para todos aquellos que, bajo su personal conciencia al considerar este asunto, concluyen que es mejor no hacerlo mientras no se pueda celebrar de forma presencial. Pero plantear el asunto desde el ‘deber’ o la ‘autorización de La Palabra’ es dar por sentado que llegar a la conclusión de que SI se puede celebrar la Cena del Señor mediante conexiones virtuales, es contrario a La Palabra y por tanto resulta en algún tipo de desobediencia o tergiversación de la ordenanza bíblica.

Estoy plenamente de acuerdo, por su indiscutible base bíblica, en la afirmación que David González usa para construir su reflexión: La Cena del Señor es una ordenanza dada a la Iglesia para su celebración colectiva, por medio de la cual se expresa públicamente la comunión que une a todos los santos con el Señor, y a todos ellos en un mismo Cuerpo. En la misma línea, comparto plenamente el señalamiento de que la Cena del Señor pierde todo significado si cada uno se dispone a celebrarla individualmente, sin esa expresión participativa de la iglesia local. Pero disiento de las interpretaciones, traslaciones y aplicaciones que él hace de esos principios:

1º) ¿Qué significa el término ‘reunidos’? – Desde su personal conciencia, interpreta que dicha ‘reunión’ es necesariamente el encuentro físico, en un mismo espacio, de una congregación que ha sido conjuntamente convocada y por ello está congregada en un determinado lugar.

Fijar como el único significado posible del término ‘reunirse’ esa aplicación literalista de encontrarse físicamente en un mismo lugar, dejaría sin ningún sentido la solemne expresión que Pablo utiliza al escribir a los corintios: reunidos vosotros y mi espíritu (1ªCo 5:4). Pablo estaba en Éfeso, a 400 kilómetros de Corinto, escribiendo una carta que ellos solo podrían leer varias semanas después… Pero eso no le impide expresar la realidad de una comunión espiritual que trasciende el espacio físico. Distantes física y geográficamente, separados por el tiempo entre escritura y lectura… pero podían reunirse en un mismo espíritu para corregir el grave problema de testimonio y santidad de la iglesia por un incesto consentido.

2º) Una conexión telemática no es equivalente a ‘estar cada uno en su casa’ - En su argumentación expositiva identifica excluyentemente los términos convocar y congregar a la iglesia, como algo que únicamente puede expresarse mediante una reunión física, deduciendo que cualquier situación on-line o virtual tan solo puede interpretarse como una manifestación de individualismo contraria a la ordenanza bíblica, haciendo un paralelismo automático con la reprobación de Pablo a los corintios (‘¿no tenéis casa en que comáis y bebáis?’ 1ªCo 11:22)

Me sorprende esa forma de tratar el término ‘casa’, sin ninguna relación con el propio texto ni con el contexto. Pablo señala allí que los corintios habían desvirtuado la celebración de la Cena del Señor, porque aun reuniéndose para ello (física y presencialmente) no lo hacían bajo el espíritu de comunión y cuerpo que el acto significa. De modo que la referencia a sus casas no es en oposición a una reunión conjunta, sino la llamada de atención del apóstol acerca de reunirse para que cada cual se deleite en sus propios alimentos. Eso era algo que nada tiene que ver con la celebración de la Cena del Señor, y para eso -les recuerda- ya tienen sus propias casas.

De modo que uno (como los corintios) puedo estar físicamente reunido o congregado, pero mantener un corazón absolutamente contrario a la comunión que la Cena del Señor proclama. Y del mismo modo -entendemos algunos- uno puede no estar físicamente en el mismo lugar con otros, pero compartir juntos el adecuado espíritu de comunión y proclamación de esa unidad espiritual. Por cierto una comunión que se extiende más allá de los santos reunidos (o conectados) en un lugar o momento concreto, ya que nuestra unión al Cuerpo de Cristo nos une espiritualmente a TODOS los santificados, aunque nunca los podremos ver físicamente en nuestra reunión.

Por otra parte en la exposición se califica cualquier reunión virtual como una muestra de un corazón individualista, como la falta de una auténtica expresión de comunión y como la negación visible de nuestra pertenencia al Cuerpo de Cristo, lo cual me parece que es faltar a la libertad de conciencia de otros. Porque no estamos ante una celebración de la Cena del Señor de forma personal, inconexa, individualista y negadora de los principios bíblicos que han de presidir la celebración de esa ordenanza.

Las congregaciones que la celebran usando conexiones telemáticas convocan a todos sus miembros en un momento concreto, se reúnen (conectan) todos juntos simultáneamente y toman juntos los símbolos, expresando de ese modo su comunión con el Señor y con el resto de los santos. De modo que no es bíblicamente lícito extender una interpretación que equipara a cualquier celebración virtual con ese individualismo negador de la esencia de la celebración de la Cena del Señor.

Concluyendo, el Nuevo Testamento no nos da instrucciones directas ni precisas sobre una situación que no guarda ningún paralelismo social, cultural ni tecnológico con el primer siglo. Ante semejante brecha interpretativa, solo nos queda afirmar los principios teológicos permanentes de La Palabra, y buscar con temor y temblor los puentes hermenéuticos que puedan guiar nuestras conciencias en la aplicación de tales principios a un contexto tan nuevo.

Como en tantos otros puntos secundarios, el mismo Espíritu podrá guiarnos a conclusiones diferentes en el modo de poner en práctica unos mismos principios teológicos. Pero cuidemos el modo en que enseñamos y comunicamos nuestras formas de acercarnos a La Palabra, para que no transmitamos cualquier idea de exclusión o falta de base bíblica en lo que otros hermanos consideran adecuado a sus conciencias.

Considero que es tan lícito celebrar la Cena del Señor virtualmente como no celebrarla; entiendo que La Palabra autoriza a cada congregación para hacerlo o para dejar de hacerlo, de acuerdo con la conciencia a la que el Espíritu les guíe al respecto. Ninguna de las 2 opciones convierte a una congregación en más santa o fiel a La Palabra.

Que el Señor nos guarde para preservar un auténtico espíritu de unidad, manteniendo nuestro adecuado respeto en los muchos asuntos secundarios en los que cada congregación ha de tomar sus propias decisiones.