Existen dos escuelas contrapuestas, según como se trata el texto bíblico en relación al material arqueológico: el minimalismo y el maximalismo.
Hoy en día la arqueología bíblica como ciencia no pretende probar o refutar el contenido de la Biblia, sino describir el mundo histórico donde se formaron los libros bíblicos y alcanzaron consistencia y significado.
Esta definición de la arqueología bíblica en la cual el relato bíblico carece de su presencia puede resultar algo desconcertante al cristiano común ya que la Santa Biblia es la base de nuestra fe, y creemos que lo que expone son hechos históricos que deberían verse confirmados, hasta cierto punto, por la arqueología.
Sin embargo, la Biblia está muy presente en esta rama de la arqueología, y en el mundo académico existen dos escuelas contrapuestas, según como se trata el texto bíblico en relación al material arqueológico: el minimalismo y el maximalismo.
El minimalismo, también conocido como la “escuela de Copenhague” porque dos de sus promovedores más destacados enseñaban allí, se consolidó en los años 1990, y sostiene que la Biblia no es una fuente fiable a la hora de reconstruir la historia de Israel. Además, el término “Israel” en sí es problemático para cualquier estudio histórico.
La visión minimalista está claramente influenciada por la crítica literaria y la crítica filosófica de la historiografía, donde se mantiene que la figura del historiador crea una narrativa seleccionando los datos a describir según su propio criterio basado en una imagen personal preconcebida del pasado. Esto conlleva a una difuminación de la línea que separa la historia y la ficción.
En el caso de los textos bíblicos, estos se habrían redactado durante el Exilio en Babilonia (siglo VI a.C.), o incluso más tarde, recreando un pasado glorioso, pero que realmente sería ficticio.
Por el contrario, el maximalismo sí acepta la Biblia como una fuente histórica fiable de sucesos reales, ya que parte de la idea que muchos de los libros bíblicos se escribieron cerca de los eventos que describen, siendo así más probable que preservaran memorias históricas reales. También se considera que la historia bíblica es, en términos generales, coherente con lo que se conoce sobre la historia y cultura del Antiguo Medio Oriente y con la evidencia arqueológica. El maximalismo además entiende que la historia bíblica es internamente coherente y lógica.
Queda bastante claro que la línea maximalista es la que coincide con la perspectiva cristiana. Pero en el mundo académico, la realidad es que el minimalismo domina soberanamente, y los maximalistas somos minoría. Además, muchas veces se nos considera como fanáticos religiosos con poco rigor científico. Aunque puede ser cierto que haya habido personajes con estos atributos que han causado más daño que bien en este campo, la verdad es que hoy en día el trabajo de los académicos maximalistas tiende a ser altamente minucioso, justamente porque sabemos que nuestros artículos y publicaciones serán cuestionados y examinados meticulosamente por el bando opuesto.
El origen de los israelitas ha sido un tema importante de debate entre estas dos escuelas. Los minimalistas rechazan íntegramente la historia del Éxodo y explican que el pueblo israelita en realidad se formó en las tierras altas de Canaán a finales del segundo milenio a.C. partiendo de la cultura indígena cananea. Esta hipótesis se basa en el cambio cultural del material arqueológico distinguible alrededor del 1200 a.C. designando el inicio de la Edad de Hierro en Canaán.
Sin embargo, los maximalistas sí aceptan el Éxodo como origen de la formación del pueblo israelita que entra en la Tierra Prometida alrededor del 1400 a.C. Mientras que los minimalistas argumentan que una invasión de Canaán por el pueblo israelita tal y como la describe la Biblia habría dejado una huella arqueológica notable que hasta ahora la arqueología no ha podido identificar, los maximalistas responden que no es necesariamente cierto. La verdad es que según el relato bíblico los israelitas no arrasaron con todo lo que conquistaban, y esto tiene sentido si se tiene en cuenta una de las promesas de Jehová a los israelitas; que en la Tierra Prometida vivirían en ciudades que no habían construido (Deuteronomio 6:10-11, Josué 24:13). Al conquistar la tierra, algunos se instalaron en los edificios de las ciudades invadidas y aprovecharon la infraestructura ya existente, mientras que otros siguieron con el estilo de vida seminómada al que se habían acostumbrado durante los 40 años en el desierto. Algunos pasajes bíblicos indican que había israelitas viviendo en tiendas aún en la época de Samuel y David (1 Samuel 13:2). Después de 200 años se asentaron, quizás por causas económicas, causando el cambio cultural del material arqueológico que marca el inicio de la Edad de Hierro en Canaán, y que el minimalismo interpreta como el origen de los israelitas.
Pero lo que probablemente se puede considerar como el gran debate entre estas dos escuelas ha estado concentrado en la Monarquía Unida de David y Salomón: ¿historia o mito?
El minimalismo afirma que la Monarquía Unida es ficción, una recreación de un pasado glorioso, quizás para elevar la importancia de un pueblo de vuelta en libertad después de una larga cautividad. La principal razón es que, según el minimalismo, no hay evidencia arqueológica que demuestre la existencia de un estado centralizado en Israel en los siglos X y XI a.C. Faltan documentos administrativos, y algo parecido a “arquitectura nacional” no aparece en el registro arqueológico hasta el siglo IX a.C. Si David y Salomón realmente existieron, no fueron más que simples jefes tribales. Por lo tanto, el reinado de los omridas (884-842 a.C.) sería la primera dinastía de un estado centralizado en Israel.
A contrario, el maximalismo responde que sí existe evidencia arqueológica de un estado centralizado en la época de David y Salomón, señalando por ejemplo el yacimiento de Quirbet Queyafa identificada como la Saaraim en 1 Samuel 17:52, o la Estela de Tel Dan datada del siglo IX a.C. donde se menciona al rey de Israel y su posible aliado de la “casa de David”. Según el maximalismo, esta inscripción no sólo demuestra la existencia de la persona de David, sino que era un personaje importante y no un mero jefe tribal.
Para finalizar quiero enfatizar que las dos perspectivas son académicamente válidas, y no estoy hablando de manipulación del material arqueológico. Las piedras son neutrales e independientes. Es la hipótesis preconcebida del arqueólogo (inclinación positiva/negativa hacia el relato bíblico como fuente histórica) la causante de interpretaciones tan opuestas como los ejemplos que hemos visto. Por muy neutral que el arqueólogo piense que sea, siempre se verá condicionado hacia un lado o el otro, y esto afectará su interpretación de las piedras.
[photo_footer]Las Estela de Tel Dan data del siglo IX a.C. y menciona la 'Casa de David'. / Tim López Eriksson[/photo_footer]
Un buen ejemplo de esto es justamente la Estela de Tel Dan que mencioné más arriba. Los maximalistas aceptan la lectura de las seis letras bytdwd como referencia a la “casa de David” (Beit David). Esta interpretación es de momento la más aceptada por la mayoría. Sin embargo, minimalistas han argumentado que bytdwd no tiene necesariamente que significar “casa de David”. Podría ser el nombre de un lugar (igual que bytlhm, Bethlehem = Belén), y las letras dwd también podrían entenderse como “amado” o “tío”. Por eso, según algunos minimalistas, no debemos llegar a la conclusión de que la Estela de Tel Dan menciona al Rey David de la Biblia. Otros sí aceptan la lectura “casa de David”, explicando que este David no es el supuesto personaje histórico que se presenta en la Biblia, sino más bien una figura mítica, similar al Rey Arturo de Inglaterra.
Donde el minimalista ve claras pruebas arqueológicas de que el relato bíblico no es histórico, el maximalista interpreta lo contrario, y confía que futuros descubrimientos seguirán arrojando luz sobre la veracidad histórica de la Biblia, como lo han hecho hasta ahora.
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