El cielo nos ha hablado una y otra vez a lo largo de la historia, pasando por la estrella que guio a los magos hasta Belén y la voz celestial durante el bautismo de Jesús en el Jordán.
Un estruendo es un ruido potente que genera conmoción.
En la Biblia, los estruendos nos hablan de sonidos de alto voltaje que generan asombro, alarma o expectación. El libro de Job repite esta expresión frecuentemente: “Escuchad atentamente el estruendo de su voz, y el rugido que sale de su boca.” (Job 37:2).
Con esta palabra tan definitoria quisiera expresar mi gran expectativa ante los sonidos del cielo hacia la humanidad, porque el cielo nos habla a veces en silencio y otras veces, con voz tronante.
Claro que no me estoy refiriendo a ciertos sonidos como los que se produjeron durante el pasado año en el cielo de varios países que alarmaron a muchas personas, incluso afirmando algunas de ellas que eran las trompetas del Apocalipsis o del fin del mundo.
Ante tan extraños sonidos que parecían fuertes zumbidos, comenzó a producirse un estado de pánico en mucha gente. Finalmente, se comprobó que era un “cielomoto”, una especie de terremoto en el cielo, según los expertos de la Nasa. En cualquier caso, también es algo bastante extraño.
Otra de las menciones de un fuerte estruendo en el relato bíblico lo encontramos en el día de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo en el aposento alto de Jerusalén: “...y de repente vino un estruendo del cielo como de un viento recio que venía con ímpetu, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados… y fueron todos llenos del Espíritu Santo.” (Hechos 2:2-3). Esta es una de las muchas manifestaciones sorprendentes de Dios de manera estruendosa y visible para los habitantes de Jerusalén que se reunieron en multitud para ver qué había sucedido, y la nueva sorpresa fue que los prosélitos procedentes de diferentes partes del mundo oían a los discípulos hablar en sus propias lenguas nativas (sin conocimiento previo) las maravillas de Dios. Esto fue algo realmente milagroso…
Otro de los estruendos que están por venir es el estruendo final: “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo, serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella están, serán quemadas.” (2ª Pedro 3:10). Este terrible escenario todavía nos puede parecer muy lejano y quizás hasta demasiado impresionante para ser cierto, pero los acontecimientos y la grave alteración de los códigos humanos más elementales nos advierten de que estamos entrando en comportamientos colectivos cada vez más peligrosos, desnaturalizando las esencias humanas. Las profecías bíblicas acerca del fin de los tiempos son hoy más relevantes que nunca por lo que ya estamos viendo y oyendo.
El cielo nos ha hablado una y otra vez a lo largo de la historia, pasando por la estrella que guio a los magos hasta Belén y la voz celestial durante el bautismo de Jesús en el Jordán. Las voces angelicales que nos muestra el Apocalipsis también demuestran una poderosa actividad en los cielos que inmediatamente repercute en los juicios finales sobre la tierra, por cierto, con grandes estruendos tanto positivos como negativos.
A estas alturas de tanto ruido infernal que escuchamos desde los poderes públicos y mediáticos y de tanta confusión generalizada, somos muchos los que nos preguntamos: ¿Qué más hace falta para darnos cuenta de nuestro naufragio moral y espiritual como civilización cada vez más deshumanizada? Necesitamos un estruendo del cielo que irrumpa con poder en nuestras almas anestesiadas para estremecer nuestras conciencias y despertarnos al proyecto redentor de Dios nuestro creador. Jesucristo es nuestra única esperanza para el hoy y para el mañana inminente que clausurará la historia definitivamente. Maranata.
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