La asombrosa historia de la Unión Bíblica (5)

Por Benji Gálvez

Transcurrieron nueve meses desde que Beatrice Jessie Spiers llegara a España como obrera de la Unión Bíblica. Había trabajado con esmero con los niños y niñas de los colegios evangélicos de Madrid. Había podido visitar a los grupos de San Sebastián, A Coruña, León y Barcelona. Precisamente fue en la ciudad condal donde conoció al joven misionero Charles Clouston Porri. Fue un final de noviembre frío en Barcelona, tan frío que se llegaron a alcanzar los 4,7 grados bajo cero. Beatrice viajó a Barcelona para tener reuniones con los grupos de la Unión Bíblica en la zona y promocionar el ministerio entre las numerosas escuelas evangélicas. (1) Varias de estas escuelas habían sido fundadas por el misionero George Lawrence años antes apoyadas siempre por George Müller, el fundador de los orfanatos de Bristol. (2) Los hermanos de Barcelona al saber que Beatrice era escocesa invitaron a una de las reuniones de la Unión Bíblica al misionero. Ni qué decir que pronto aquellos dos jóvenes entablaron una animada conversación donde Charles se mostró impresionado por la valentía de la joven al venir sola a España. Beatrice todavía se sonrojaba al recordar aquel bello momento. El joven Charles le explicó de forma cómica cómo fue que su apellido Porrie acabó perdiendo una “e” por el camino. Algún funcionario anotó mal su apellido en la partida de nacimiento y desde entonces le fue imposible encontrar aquella “e” perdida. También le explicó que los españoles se reían al saber que su apellido se asemejaba a una palabra casi malsonante en el castellano castizo. Por su parte Beatrice le contó que su valentía le venía de familia, su numerosa familia, pues tenía quince tíos y tías. Le explicó sobre el arrojo de su tío Josiah Spiers, su pasión por dar a conocer las Buenas Nuevas de Jesús a los niños y de cómo dio inició el movimiento de la Unión Bíblica. Beatrice visiblemente nerviosa ante aquel joven de mirada penetrante y puntiagudo bigote y perilla, le explicó algunos pormenores de la fundación del movimiento de la Unión Bíblica, como que a pesar de estar formado en su inmensa mayoría por voluntarios, tenían cientos de campañas en Inglaterra y en otros países. Le contó cómo la directiva tuvo que decidir sobre su financiación, de dónde conseguir fondos para sustentar el movimiento. Los gastos para literatura y los envíos por correo aumentaban continuamente. Entre las dos opciones posibles estaba la de William Booth que formó el Ejército de Salvación apenas un par de años antes del nacimiento de la Unión Bíblica, y que consistía en pedir fondos regularmente, o bien la empleada por otros héroes cristianos de la época, como Hudson Taylor (misionero pionero a la China) o George Müller (fundador de los orfanatos de Bristol), que en principio no pedían dinero. Se tenía que tomar una decisión, y aunque en un inicio se decantaron por ser una “misión de fe”, y por tanto no pedir fondos para su sustento, hacia 1876 tuvieron que cambiar de opinión. Orarían por el apoyo económico, confiando en Dios, pero también compartirían sus necesidades con el pueblo cristiano. Charles se mostró asombrado de todo lo que oía, aunque también es verdad que a veces Beatrice tenía la sensación de que no la estaba escuchando, sino que estaba absorto contemplándola. De repente Beatrice sintió mariposas en el estómago.

—Mencionaste a William Booth -interrumpió Charles- ¿sabes que su esposa Catherine murió el pasado 4 de octubre? Casualmente murió el mismo año que el Ejército de Salvación conmemoraba el veinticinco aniversario de su fundación. Durante los 13 días de velatorio en el Clapton Congress Hall pasaron más de 50.000 personas para dar sus condolencias a la familia. Más de 35.000 personas asistieron al funeral en el Olympia Hall y miles acompañaron sus restos hasta el cementerio de Abney Park. Me explicó mi madre en una carta que fue impresionante. Todos llevaban una banda blanca en señal de victoria, y no la acostumbrada banda negra en señal de duelo. Ondearon banderas de todos los países donde el Ejército de Salvación trabaja. Su obra con los pobres había causado un gran impacto en el mundo. (3) Sin duda no habría sido lo mismo si Dios no hubiera puesto a Catherine al lado de William para tan magna obra. Estoy convencido de que Dios une a dos personas con el objetivo de potenciar aún más sus ministerios. 

[photo_footer]William Booth y su esposa Catherine.[/photo_footer]

Beatrice conocía el trabajo del Ejército de Salvación, y sabía que incluso el famoso predicador Charles H. Spurgeon había dicho del trabajo que realizaban que cinco mil policías adicionales no podrían sustituir la labor de represión del crimen y de los desórdenes, tal era la influencia de la obra de Booth. (4) Pero el modo en que Charles le había hablado de la importancia de Catherine en la vida del fundador, le pareció una velada insinuación de sentimientos de amor hacia ella misma. Las demás cosas que le explicó Charles no las recordaba porque su corazón había empezado a latir tan fuerte que no le permitió prestar atención a otra cosa sino solo a sus pensamientos, que acabó plasmando en una breve oración en su mente.

—¿Señor será este el hombre que tú tienes para mí? Házmelo saber.

No andaba desencaminada la joven misionera y desde aquel frío noviembre comenzaron a intercambiar cartas en las que discretamente Charles C. Porri iba abriendo cada vez más su corazón a Beatrice y los sentimientos que albergaba hacia ella. 

Beatrice se levantó aquella mañana de febrero con una emoción plena. Tras presentar el día en oración, bajó las escaleras de su habitación en la Misión de Chamberí. Su anfitrión, el pastor Jameson, la saludó cuando entró en el comedor para desayunar. 

—Buenos días, querida Beatrice. ¿A qué se debe esa amplia sonrisa de buena mañana?

Beatrice no podía ocultar que su corazón se aceleraba pensando en el joven misionero. De nuevo las mejillas de Beatrice se enrojecieron. Jameson y su esposa ya estaban al corriente de que los dos jóvenes habían comenzado una andadura epistolar. Y ambos oraban para que Dios dirigiera todas las cosas para el bien de la pareja y también para que pudieran juntos ser de bendición sirviendo al Señor en España.

—Buenos días, señor Jameson. No puedo ocultar mi alegría y sonrío porque espero una carta de Charles. 

—Me alegro de que el Señor haya puesto al joven Charles en su camino -contestó Jameson-. Creo que serán una ayuda enorme a la obra en este país. 

Mientras se servía un té, Beatrice notó de nuevo las mariposas y cómo se sonrojaba más y más por momentos, así que decidió esquivar la conversación.

—Pero dígame, ¿cómo pasó la noche su esposa Marianne?

—Sobre mi esposa -Jameson cambió el tono de su voz- no se encuentra muy bien. Hay veces que parece que siente mejoría, pero luego vuelve a caer postrada en cama. El médico ha dicho que tal vez un cambio de aires le podría venir bien. Debemos confiar en Dios.

[photo_footer]Charles C. Porri.[/photo_footer]

El timbre de la puerta interrumpió la conversación. El cartero pasó pronto aquella mañana. Entre la correspondencia estaba la anhelada carta de Charles Porri dirigida a Miss Beatrice. La misionera se excusó ante el pastor Jameson y sus hijos, que ya se habían sentado a la mesa, y subió de nuevo a su cuarto. Tumbándose en la cama, abrió aquel sobre con expectación. La carta decía así:

Palma de Mallorca, 15 de febrero de 1891 

Querida Beatrice. Espero que al recibo de la presente se encuentre perfectamente, en mi caso así es. 

Permítame que le comparta un breve pensamiento. Releía el testimonio de Henry M. Stanley, el periodista que fue en busca de David Livingstone y que convivió varios meses con el misionero. Stanley se maravilló ante aquel anciano que había decidido obedecer el mandato de Jesús dejándolo todo y siguiéndole. (5) Con atrevimiento le diré que la misma admiración siento yo por usted. 

Como le expresé en anteriores cartas continúo colaborando con el superintendente de las Islas Baleares, el pastor Franklyn George Smith. La obra aquí va creciendo poco a poco, como en casi toda España. No tenemos tiempo de aburrirnos, por el contrario, siempre surgen nuevas oportunidades de visitar a familias interesadas en el Evangelio, y de abrir nuevos puntos de misión. Pero a pesar del mucho trabajo y del gozo de hacer la obra de Dios, a menudo siento soledad en mi alma. Es entonces cuando mis pensamientos me llevan hasta el día en que nos conocimos y vuelvo a sentir alegría. Le ruego que me disculpe querida, pero con todo el respeto del mundo debo decirle que mi corazón empieza a sentir algo maravilloso por usted. Tal vez se trate de lo que sintió “el General” hacia su amada. (6) He pedido a Dios que si esos sentimientos no venían de Él que los quitara. Pero, lejos de marcharse, se han hecho cada día más presentes. Mucho me temo querida Jessie que sean sentimientos de amor. Por eso me gustaría que me permitiera expresarle mi amor más sincero y mis deseos de proponerle matrimonio. Le rogaría que pusiera el asunto en oración desde este momento y que me haga llegar su respuesta. Mi corazón esperará su respuesta lleno de ilusión. 

Ruego a Dios que siga bendiciendo su vida y la obra de la Unión Bíblica en España a través de usted. Deseando verla prontamente, se despide de usted su humilde servidor y profundo enamorado.

Charles C. Porri

Beatrice notó que su pulso se había acelerado, y sus ojos releían aquellas líneas una y otra vez… “me gustaría que me permitiera expresarle mi amor más sincero y mis deseos de proponerle matrimonio”. Mientras se arreglaba para una reunión con maestros evangélicos en Leganés, meditaba en su corazón sobre Charles y sus sentimientos de amor. No podía dejar de sentirse alborozada. Recogió su pequeño maletín con los tratados de la Unión Bíblica y los diversos materiales impresos, y se dirigió hacia la parada del tranvía. En su mente elevaba una sencilla oración de agradecimiento a Dios por Charles. Ya no tenía dudas, aceptaría al joven misionero como su futuro esposo. Las mariposas volvieron a volar libres por todo su ser.

Notas

(1) Sobre las dimensiones del analfabetismo en la España de aquella época, el profesor Juan Manuel Quero aporta las siguientes cifras: “A finales del siglo XIX, cuando la población no llega a los dieciocho millones, el nivel de analfabetismo está en torno a los once millones de habitantes. El 71,49% de las españolas eran analfabetas, frente al 55,7% de los hombres”. Por este motivo prácticamente cada iglesia evangélica que se iniciaba casi siempre abría también una escuela al lado. “Abrir colegios junto a las iglesias era la tónica común en las diferentes denominaciones evangélicas”. Educación integral y de vanguardia- Los Colegios Evangélicos en España, por Juan Manuel Quero (FEREDE, CEM y Fundación FEDERICO FLIEDNER; Madrid, 2009) Págs. 80 y 82.

(2) Nuestras raíces- Pioneros del protestantismo en la España del siglo XIX por Rafael Arencón Edo (Ed. Recursos; Barcelona, 2000), págs. 109-111. Lawrence abrió no menos de diez escuelas albergando en total unos 756 alumnos, según el pastor y escritor JM Martínez en La España Evangélica ayer y hoy: esbozo de una historia para una reflexión (P. Andamio y CLIE; Viladecavalls, 1994). 

(3) Jamás derrotado- La vida de William Booth, por Janet y George Benge. Ed. JUCUM; Texas, 2018. Págs. 167-168.

(4) Ibid, pág. 171.

(5) Hasta lo último de la tierra- Historia biográfica de la obra misionera, por Ruth A. Tucker. Ed. VIDA; Deerfield -Florida-, 1988. Pág. 176.

(6) “El General” es una referencia al General William Booth, fundador del Ejército de Salvación.