Navidad: la victoria definitiva

La persecución hacia el pueblo de Dios siempre ha sido el resultado del intento desesperado de Satanás por frustrar y limitar los planes de Dios en la Tierra. Más en concreto los planes de salvación de Dios para con el ser humano. Esto es una dinámica que se repite desde el principio de los tiempos, cuando los hombres justos y temerosos de Dios desde Abel en adelante han sufrido las consecuencias, por mano de hombres impíos, de adoptar en sus vidas la completa voluntad de Dios.

Pero si pudiéramos poner el foco en un momento determinado de la historia en el que la persecución al plan de Dios fue crítica, sería en el nacimiento de Jesús. Todos los factores envueltos en su nacimiento y los primeros compases de su vida, con la visita de los magos y el intento de Herodes de acabar con el niño, nos hacen entender cuan crucial era el momento que se estaba atravesando para el desarrollo del plan de Dios y de su salvación para con la humanidad. 

Satanás estaba intentando desatar su golpe maestro sobre la vida del niño Jesús con la colaboración de su siervo Herodes, quién dominado por su enorme ego no quería dar pie a ningún otro rey, fuera divino o humano que le apartase de alguna manera de su trono.

Podemos asomarnos a la realidad espiritual de estos momentos a través del libro de Apocalipsis, en su capítulo 12:

“Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciese. Y ella dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono.”

Es por lo que la Navidad nos recuerda el triunfo de Dios y la preservación de sus planes sagrados sobre el intento que ejerce el mal de destruirlos continuamente, a través de la persecución. La persecución hacia la comunidad de hombres y mujeres que han decidido exponer sus vidas si fuera necesario para ello.

Es por lo que la Navidad nos recuerda que Dios no necesita de grandes proyectos, presupuestos, ejércitos o capacidades humanas extraordinarias para llevar a cabos planes. Solo necesita hombres, mujeres y niños que crean en el plan de su buena voluntad para con el ser humano y que estén dispuestos a entregarse a sí mismos en favor de ese plan. Así como lo hizo José, así como lo hizo María y así como lo haría durante toda su vida el mismo Señor Jesucristo.

Recordemos pues, como seguidores del Hijo de Dios que incluso su propio nacimiento no estuvo exento de limitaciones y vulnerabilidad, de peligros e incomodidad, incluso de momentos donde la vida y la muerte quedaban a expensas de la propia intervención y protección divina.

Recordemos en esta navidad que la luz que hay en cada hijo de Dios, en cada uno de nosotros, por muy pequeña, escasa y vacilante que parezca ser, siempre vencerá la mayor de las oscuridades que nos rodean en forma de necesidad, opresión o persecución, ya que la mano del mismo Dios intervendrá para preservar en nosotros su perfecto plan y llevarlo finalmente a cabo.