Carta a los reyes magos

Por Mati Sanchiz

Mediados de diciembre, la casa ya estaba adornada para la época, desde la cocina salían deliciosos aromas de galletas, de jengibre y canela. Las luces del árbol parpadeaban acompasadas y el brillo iluminaba hasta el último rincón. La alegría y la ilusión se estaban adueñando de la estancia, se empezaba a respirar el auténtico aire navideño y los niños, que ya habían terminado los deberes escolares, habían tomado su ducha y esperaban para la cena, se detuvieron unos minutos a realizar una importante tarea. Gisely, la más pequeña, corrió a su habitación a recoger lápiz y papel, tenía que escribir una carta. Era una carta importante, estaba dirigida a unos ilustres personajes. Se sentó en la mesa del comedor bajo la atenta mirada de los pastores que apacentaban ovejitas en el pesebre, ese que días antes había colocado diligentemente.

Desde el estratégico lugar podía ver a su mamita trajinar con las cacerolas a cierta distancia. Cogió el lápiz como en una caricia y lo deslizó por la hoja de papel, dejando caminitos de palabras llenos de sus deseos para esa Navidad. La mamá, que parecía ausente preparando la cena, observaba la escena con tierna atención y sonreía al ver la concentración de su hija. Se preguntaba qué estaría tramando su tremenda peque. Mientras tanto la chiquilla escribía en su original y particular idioma, que los Reyes Magos sabrían descifrar a la perfección, porque ellos dominan las lenguas de los angelitos. Cuando la niña terminó de redactar su escrito pidió a mamá que revisara su carta antes de enviarla a sus Majestades. La madre tomó la hoja en sus manos y leyó: 

[photo_footer]Foto de Montse Sanchiz a la carta de su hija gisely cuando tenía seis años.[/photo_footer]

Texto en catalán:

Estimats reis mags 

Jo voldria més pau al món, que tots els nens i nenes tinguin menjar, que tinguin somriures nens i nenes, i que no estiguin malalts.

Traducción al castellano:

Queridos reyes magos

Yo desearía más paz en el mundo, que todos los niños y niñas tengan comida, que tengan sonrisas niños y niñas, y que no estén enfermitos. 

Al terminar de leer una lágrima corría por la cara de la mamá, una sonrisa lucía en la carita de la pequeña y una estrella brillaba en los cielos. La esperanza estaba viva. Ese año el mejor regalo se estaba preparando en el corazón de una niña. 

Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. […] Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:1,2; 10, 11)