Hemos de estar apercibidos y despiertos porque indefectiblemente el día del Señor se acerca.
Cualquiera podría responder a esta pregunta a voz de pronto, diciendo que esto nadie lo sabe a ciencia cierta. Sin embargo, indaguemos un poco al respecto: imaginemos que las profecías bíblicas acerca del fin de los tiempos no fueran tan precisas en cuanto a ciertas señales indicativas del fin del mundo.
Después de todas las barbaries vividas durante el siglo pasado como nunca antes y lo que estamos viendo y viviendo en estas dos décadas del siglo XXI, nos damos cuenta de la aceleración tan vertiginosa del aumento de la maldad y del cambio de paradigmas morales y espirituales y, por contraste, también del impresionante avance de la ciencia y las nuevas tecnologías que han convertido a los seres humanos en el centro del Universo. Ciertamente nos hemos endiosado, levantando una nueva torre de Babel, expulsando a nuestro Creador de nuestros proyectos colectivos y abandonando el temor de Dios que es el principio de la Sabiduría suprema.
Estamos en un tiempo donde vivimos peligrosamente por todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor, con nuevas epidemias y las muchas inseguridades de nuestras ciudades, además de la agitación social y política de gran parte de los países del mundo. Los miedos colectivos y las incertidumbres respecto al futuro de las nuevas generaciones nos producen cierta angustia vital.
No obstante, también tenemos que decir que, a diferencia de los escritos proféticos respecto a la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, nosotros tenemos una grandísima ventaja y es poder disponer del canon completo con todos los avatares que esto ha supuesto a través de los tiempos, descartando a quienes cuestionan la inerrancia de las Sagradas Escrituras y la autenticidad canónica del libro de Apocalipsis y también la autoría y fecha tardía del libro del profeta Daniel.
Por la gracia de Dios, disponemos de la visión del cuadro completo y esto nos ofrece una perspectiva mucho más amplia y exacta respecto de los acontecimientos finales y de sucesos históricos tan importantes como la restauración nacional de Israel en 1948, después del genocidio nazi contra millones de judíos, dando cumplimiento exacto a la profecía de Ezequiel sobre el valle de los huesos secos (Ezequiel 37:1-14).
Consideremos las reveladoras palabras del apóstol Pablo respecto al retorno de Cristo: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá, así como ladrón en la noche… Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que aquel día os sorprenda como ladrón. Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; no somos de la noche ni de las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. Por esa razón se nos exhorta a los hijos de luz a estar sobrios y no ebrios del vino de la Babilonia de este sistema mundial, y a permanecer despiertos y velando como las vírgenes prudentes. Sin embargo, esto no sucederá sin que antes aparezca este siniestro personaje que ya está a punto de salir a escena: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” (2ª Tesalonicenses 2:3-4). La apostasía de una gran parte de la Iglesia ya se está viendo en el mundo entero por el abandono de la fe bíblica y las legiones de farsantes y engañadores que han salido como nunca antes en esta generación. La manifestación del hombre de pecado va a surgir en cualquier momento, porque en el ambiente social, político y económico se percibe un clamor por alguien que nos saque de este atolladero mundial. Este será un personaje intelectualmente brillante capaz de resolver tantas crisis humanas que nos están sobreviniendo y que nadie es capaz de solventar. El tal será el hombre de pecado, el anticristo.
Puedo imaginar la respuesta de algunos respecto al pretribulacionismo y el arrebatamiento anticipado de los creyentes antes de que todo esto suceda; pero yo no estaría tan seguro de tal afirmación (espacio me faltaría para detallarlo). No obstante, sea como fuere, si antes, durante o después de la gran tribulación que se desatará en la segunda parte de la semana setenta de Daniel, hemos de estar apercibidos y despiertos porque indefectiblemente el día del Señor se acerca ahora más velozmente que nunca. Todas las alarmas proféticas ya comienzan a sonar en toda la tierra. Quienes me conocen, saben perfectamente que no soy un escapista de nada, ni tampoco un alarmista gratuito, pero sí, un humilde atalaya de lo que está por venir en breve (en las próximas décadas).
Otra Escritura para tener muy en cuenta es 2ª Pedro 3: 1-18, dónde se nos expresa la oportuna advertencia del apóstol Pedro respecto a los detractores de la época y a la supuesta tardanza del retorno de Cristo (quince años más tarde desde que Pablo escribiera a los tesalonicenses). Este capítulo hay que estudiarlo con lupa profética porque es altamente revelador respecto al final de los finales de este mundo nuestro, después de los severos juicios divinos sobre todo el planeta que ya estará casi totalmente destruido (Apocalipsis 6 al 18). Por esta bendita razón, nosotros, en este tiempo, debemos de mantenernos en “una santa y piadosa manera de vivir”, viendo cómo está el panorama profético en la escatología actual.
De momento lo vamos a dejar aquí amigos, pero seguiré escribiendo sobre este tema, teniendo en cuenta diversos aspectos de gran interés. En una próxima entrega, veremos en detalle las señales del fin que preconiza Mateo 24 y que nos acercan muy claramente a estos tiempos finales (el principio de dolores). Por tanto, estas y otras indicaciones proféticas nos muestran que ya estamos en el escenario final de la historia y en vísperas del retorno de nuestro Amado Salvador. Porque sin duda alguna estamos convencidos que ¡Ahora es el Tiempo! Maranata. [email protected]
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