Persecución, guerra y paz

El pasado 21 de septiembre tuvimos la oportunidad de celebrar el Día Internacional de la Paz. Este día, instaurado por la Organización de las Naciones Unidas, tiene como objetivo el “fortalecimiento de los ideales de paz, a través de la observación de 24 horas de no violencia y alto el fuego”.

Cómo muchas otras personas de la mayoría de los países occidentales la guerra es algo de lo que solo escuchamos en las noticias. Ya sea en Oriente Medio, en el África Subsahariana o en el Asia Oriental, los conflictos bélicos nos resultan tan lejanos que muchas veces no nos damos cuenta de las implicaciones que tienen para una gran parte de la Iglesia Universal.

En la mayoría de las ocasiones, cuando analizamos los países donde se da la persecución, podemos ver otras problemáticas como la corrupción, los grupos extremistas violentos, la inestabilidad económica y social o la vulneración de derechos fundamentales. En muchos casos además de estos elementos o incluso como consecuencia de ellos, podemos ver como el país está atravesando una guerra o un conflicto bélico a gran escala. Lejos de afectar a la población por igual, en muchas ocasiones los cristianos sufren de una mayor manera debido a la capacidad que tiene la persecución y sus agentes de explotar las vulnerabilidades existentes para impactar de una manera aún.

A lo largo de la Lista Mundial de la Persecución, que clasifica los países donde es más peligroso ser cristiano, son muchos los ejemplos que tenemos de países donde la guerra afecta de manera concreta y específica a los cristianos. Este podría ser el caso de Oriente Medio, donde la guerra civil, el subsiguiente levantamiento del Estado Islámico y la conquista de la mayor parte del territorio por parte de este grupo armado causó que el extremismo islámico se extendiera por todo el país y que los cristianos sufrieran toda clase de ataques con total impunidad. La mayor parte se vio obligada a huir de sus países y muchos de los que permanecieron fueron atacados, secuestrados o asesinados por su fe.

La situación de los cristianos en Yemen es similar ya que se encuentran rodeados por varias facciones árabes enfrentadas entre sí. La guerra de Yemen se originó en los levantamientos ocurridos durante la primavera árabe de 2011. Debido a la escalada de tensiones y los diversos intereses políticos y económicos, además de la aparición del extremismo islámico radical, la guerra estalló en 2015 transformando el país por completo. La situación actual del país es la de un territorio marcado por el derramamiento de sangre, la hambruna y la enfermedad. Los cristianos deben enfrentarse a todas estas dificultades causadas por la guerra, además de ser presionados por sus familias, comunidades y sociedad en general por dejar atrás la fe de sus ancestros. Cuando no son perseguidos por el gobierno y las autoridades, el vacío de poder existente debido al conflicto ha da posibilidad a grupos radicales como el DAESH a actuar libremente en parte del territorio, de modo que muchos cristianos locales y extranjeros son secuestrados o asesinados.

El tercer ejemplo nos muestra que no es necesario que el país donde se da la persecución esté enfrentado con otra nación o naciones en un conflicto militar a gran escala. En el caso de Nigeria, por ejemplo, la guerra ocurre dentro de sus propias fronteras. Durante ya más de dos décadas los pastores fulani, una etnia musulmana residente en Nigeria y los agricultores cristianos situados en la zona central del país se han enfrentado por el control de los recursos del área. La tensión y los conflictos han escalado alimentados por el odio del extremismo islámico. Miles y miles de cristianos mueren cada año en Nigeria debido a la persecución causada por esta guerra.

Cómo hemos podido comprobar la guerra juega un papel fundamental como arma o medio empleado por la persecución y sus agentes con el objetivo de impactar con mayor gravedad en la vida de los cristianos.

Por ello, es de extrema importancia que hagamos lo que esté en nuestra mano para ayudar a nuestros hermanos en esta situación de auténtica necesidad. Nuestro apoyo económico les ayuda a resistir y continuar adelante en medio de la enfermedad, la pobreza y la crisis económicas en la que están sumidos muchos de estos países. Nuestras oraciones son esas palabras de aliento que animan y dan fuerzas a estos cristianos y que les recuerdan que no están desamparados en el mundo, sino que Dios y su pueblo está con ellos. Además, debemos orar con fe y confianza sabiendo que el Padre es todopoderoso ya que la complejidad de las situaciones por las que atraviesan estas naciones manifiestas que el cambio necesario para alcanzar la paz verdadera solo es posible por medio de la misericordia de nuestro Dios.

En nuestra mano está el estar conectados con la Iglesia que sufre y apoyarles en su caminar diario, independientemente de la circunstancia por la que estén pasando. Que lo hagamos o no, repercutirá directamente el bienestar de la Iglesia Universal y por ende en el desempeño de la Gran Comisión. Tu apoyo no solo marca la diferencia en sus vidas sino que permite que el Evangelio se extienda hasta lo último de la tierra y no pueda ser detenido por la violencia, la guerra o la persecución.