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Un hombre confundido camino de Damasco

Pablo era un hombre confundido en su camino. ¿Cómo es posible equivocarse tanto? Hay varias razones para ello.

LA CLARABOYA AUTOR 604/Felix_Gonzalez_Moreno 29 DE AGOSTO DE 2020 21:00 h
Imagen de [link]Daniel Born[/link] en Unsplash.

“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén”. 



(Hechos 9:1-2)



En Proverbios 14:12 se nos dice: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” Derecho y justo le parecía a Pablo el camino que él estaba andando mientras perseguía cruelmente a los cristianos de su época. ¡Es sorprendente la capacidad que tenemos los humanos para auto engañarnos! Justificamos nuestras acciones y nuestro proceder con el mayor convencimiento, para descubrir al final que estábamos engañados. Al final de nuestro camino de error nos espera la muerte, es decir, el dolor, el sufrimiento, la angustia que ocasiona un daño irreversible, la vergüenza de saber que lo hemos perdido todo: nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros bienes en algo que desde un principio estaba claro que acabaría mal. Pablo se había equivocado completamente en su camino. ¿No hemos experimentado nosotros lo mismo en alguna ocasión? ¿No hemos descubierto que andábamos equivocados y hemos sentido por ello una vergüenza de muerte? ¿Cómo hemos reaccionado entonces? ¿Hemos tenido el valor para rectificar el curso de nuestra vida o de nuestros pensamientos?



“Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.” Pablo se equivocó tan drásticamente. Un camino en apariencia recto y bueno, pero con la muerte, la vergüenza y el dolor a su final era el camino que Pablo andaba mientras se acercaba a Damasco. Pablo era un hombre confundido en su camino. ¿Cómo es posible equivocarse tanto? Hay varias razones para ello. Pablo era víctima de una triple confusión.



 



Confundido en su interpretación de las Escrituras



Cuando salió hacia Damasco creía conocer bien las Escrituras, pero la verdad era que estaba totalmente ciego para ellas y muy equivocado en su interpretación. Hay mucha gente que lee las Escrituras sin entenderla y, peor aún, torciendo su significado para su propia perdición (2 Pedro 3:16). La interpretación correcta de las Escrituras es una gracia de Dios y no un logro humano. Camino por el desierto de Judá, un etíope, ministro de economía de la reina Candace, iba leyendo en su carro una porción del libro del profeta Isaías. El evangelista Felipe se le acercó y le preguntó: “Pero ¿entiendes lo que lees?” Leer la Biblia está bien. Pero lo más importante es entenderla. Y muchos no la entienden. Y por eso se confunden y echan a andar por caminos equivocados.



Pablo no entendía las Escrituras, a pesar de que estaba familiarizado con su lectura desde su niñez. Y porque no entendía las Escrituras emprendió el camino equivocado de la persecución de los cristianos. ¿Entendemos nosotros el Espíritu de las Escrituras, y determinan estas Escrituras divinas los caminos que transitamos?



[destacate]Cristo es quien nos quita el velo que cubre nuesro entendimiento y nos capacita para entender su Palabra.[/destacate]El discípulo cristiano más insignificante, pero que haya recibido en su corazón la luz de la gracia de Cristo, entiende más de las Escrituras que el más renombrado teólogo con toda su ciencia humana. Uno de estos teólogos era Pablo, y de su propia experiencia dirá años más tarde a los cristianos de Corinto: “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aún hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará” (2 Corintios 3:14-16). Cristo, el Señor, es el que nos quita el velo que cubre nuestro entendimiento y nos capacita para entender la palabra de Dios. Palabra que nos ayudará a distinguir los caminos verdaderamente rectos de aquellos cuyo final es dolor y muerte.



 



Confundido en la interpretación de su celo



Pablo era también un creyente judío «celoso de Dios» (Hechos 22:3). Lo que hacía como creyente y religioso lo hacía queriendo honrar a Dios y queriendo engrandecer su nombre entre los hombres. Pero su actitud y sus acciones iban directamente en contra de ese Dios a quien él pretendía servir. ¡Qué paradojas más curiosas tiene la vida! ¡Hasta qué extremo podemos estar engañados los seres humanos!



¿Cómo es posible pretender servir a Dios con gran celo y grandes sacrificios y, sin embargo, hacer justamente lo contrario? Cuando la soberbia domina nuestra vida, y Pablo era un judío de mucha soberbia, pues se creía perfecto en todos sus caminos, cuando la soberbia domina nuestra vida, como decía, no estamos en condiciones de discernir la verdadera motivación de nuestras acciones. La soberbia nos confunde, nos ciega, nos impide ver por completo la realidad. Es entonces cuando creemos hacer cosas para Dios, cuando la realidad es que las estamos haciendo para nosotros mismos. Es entonces cuando creemos hacer cosas por inducción divina, cuando lo cierto es que obramos inducidos por el mismísimo infierno. ¡Cuidado con la soberbia, hermanos!



Dios envió al mundo a su hijo Jesucristo como salvador de todos los hombres. Pablo, sin embargo, combatió cruel y rabiosamente a Jesucristo. ¿Cómo es posible hacer esto sino cuando se está ciego de soberbia?



La voluntad de Dios era que todos los hombres creyesen en Jesucristo. Pablo luchó, trabajó y se esforzó hasta el extremo para que nadie creyera en Jesús. ¿Era esto servir a Dios? ¿No era más bien combatirle y servir al diablo?



Dios había escogido y labrado cuidadosamente una piedra angular para su templo. Era la piedra maestra que serviría para levantar y sostener a todo el edificio. Sin embargo, Pablo hacía todo lo posible por destruir esta piedra (Mateo 21:42; Marcos 12:10; 1 Pedro 2:7-8; Hechos 4:11). Pablo había desechado enérgicamente a Jesucristo como posible Mesías de Israel, y le combatía a muerte. ¡Qué engañado estaba este hombre que se creía un celoso servidor de Dios, mientras que era su peor enemigo! ¿Cómo es posible vivir engañado de esta manera? Ya vemos que no basta con querer servir a Dios, hay que poder servir a Dios. Y para esto es necesario primeramente que nos alumbre la luz de Dios y nos muestre las condiciones para el servicio. Pablo todavía no conocía esta luz, peor aún, la combatía activamente.



 



Confundido en la interpretación de su trabajo



Pablo creía que estaba haciendo que las personas volvieran al buen camino. Para esto se valía de métodos brutales, como brutal es toda persecución. Perseguía el Camino del Señor “hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles a hombres y mujeres”. Él mismo dice de sus actividades: “Yo encerré en cárceles a muchos de los santos,... y cuando los mataron, yo di mi voto. Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras” (Hechos 26:10 y 11). Este Pablo era pues el peor de los engañadores. En su ceguera y confusión apartaba a los hombres del verdadero camino de salvación y los obligaba con violencia a andar por la vía de la condenación. Justo lo contrario de lo que pretendía. ¡Hasta este extremo puede estar confundida una persona!



Pablo estaba confundido en cuanto al significado de su trabajo como inquisidor. Así ha habido muchas personas y seguirá habiéndolas. Jesús dijo a sus discípulos que “viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios” (Juan 16:2). Esto pensaba Pablo y así obraba él. Hoy también hay personas que ven en los cristianos evangélicos un enemigo a combatir sin piedad alguna. ¡Quiera Dios librarnos de la confusión en la que vivía Pablo! ¡Quiera Dios darnos a todos sus hijos la suficiente claridad para que entendamos siempre cuáles son los verdaderos móviles que impulsan nuestras acciones, y que nunca nos ocurra que al final de nuestro camino descubramos que fue un camino de muerte, y que hemos estado mucho tiempo equivocados!



 



N.d.E. El ibro “Pablo, apóstol del Señor. De Jerusalén a Damasco”, de Félix González Moreno, que se puede adquirir en ebook o en papel.


 

 


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