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Reforma protestante y libertades en Europa

Qué bueno es conocer cómo se gestó este proceso que culmina en que hoy yo pueda tener una Biblia en mi idioma, y pueda leerla, ya sea por la mañana, la tarde o la noche.

MUY PERSONAL AUTOR 8/Jacqueline_Alencar 08 DE AGOSTO DE 2020 22:25 h
Portada del libro. / Jacqueline Alencar

Quiero empezar este texto afirmando que, como decía la escritora salmantina Carmen Martín Gaite: “Solo soy una lectora atenta y aficionada”. Quizá, abordo asuntos sobre los que no tengo un profundo conocimiento, pero que me atraen y preocupan. Conocer te implica, te lleva a la acción. Por eso pienso que muchas veces preferimos no saber.



Pareciera que los hechos, las palabras que leemos, nos hablan fuerte, nos interpelan... Nos remueven interiormente. Como este tema del que trata el libro Reforma protestante y libertades en Europa (Juan Carlos Suárez Villegas, editor. Editorial Dykinson, 2010), una recopilación de trabajos que se expusieron en el I Congreso Reforma Protestante y Libertades en Europa, donde se reflexiona, como señalan Suárez Villegas y Emilio Monjo Bellido (director y coordinador del congreso, respectivamente) en la Introducción, sobre la influencia de la Reforma Protestante, sobre todo en el plano político y social. El citado congreso se llevó a cabo en el Salón de Actos de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla en el año 2010.



Voy a referirme a uno de los trabajos contenidos en el libro, La Reforma Protestante y la lectura en la Europa del XVI (capítulo I), de Manuel Ángel Vázquez Medel (Universidad de Sevilla), ya que en estos últimos tiempos estoy abordando el tema de la lectura. No obstante, todos los temas tratados en el libro son de un interés amplio. 



El autor inicia su ensayo señalando que para la construcción de la nueva Europa es necesario conocer de dónde venimos.  Dice que “La Reforma protestante marca una verdadera encrucijada en la experiencia del cristianismo, pero también en la propia construcción de Europa. Conocer con rigor esta compleja realidad no es fácil: la beligerancia con que se combatieron no sólo ideas y doctrinas sino a los propios seres humanos que las sostenían -en especial en el triste capítulo de la Inquisición- hace que una buena parte de nuestra historia esté llena de falsificaciones y omisiones. La destrucción -o la obligada ocultación- de muchos libros forma parte de este proceso”.



Destaco que el autor señala que el presente nuestro, cargado de complejidad, necesita que regresemos a una de las mayores encrucijadas de nuestra historia política, económica, cultural y social, y religiosa, o sea, a los siglos XVI y XVII. Por ello dice que le parece un gran acierto “que desde distintos enfoques disciplinares, aspiremos a reconstruir, hasta donde ello nos sea posible, la complejidad de un conjunto de fenómenos que conocemos como Reforma Protestante, con hondas repercusiones que llegan hasta el presente. Especialmente en la comprensión de nuestra libertad y del modelo democrático, cultural y educativo euro-occidental, ahora zarandeado por una profunda crisis…”.  “Afortunadamente, comenzamos a tener -¡a cinco siglos de distancia!- la perspectiva necesaria para aceptar (sin filias y sin fobias, sin voluntades de justificación o de condena y descalificación) todo un complejo conjunto de fenómenos, que, en el ámbito de los estudios culturales podemos abordar desde la ‘Teoría de los polisistemas’… Me permitiré ofrecer algunas claves, antes de entrar de lleno en la perspectiva que aquí adoptaremos: las interacciones entre el proceso de Reforma, el desarrollo de la imprenta, y las prácticas de lectura en la Europa del XVI, que abre otros procesos complejos en etapas posteriores … Un momento en el que, sin lugar a dudas, Lutero, Calvino y otros reformadores resultan fundamental para entender la importancia del incremento, así como la transformación de las prácticas lectoras…”.



La Reforma, que tiene raíces anteriores al siglo XVI, nos ayuda a entender las libertades de las que hoy gozamos, así como el modelo democrático, cultural y educativo euro-occidental. El poder leer y hablar de libros libremente, sin pedir permiso, me hace ser consciente y agradecida con ese conjunto de fenómenos, propiciados por tantos, que constituye la Reforma y que en este trabajo leo que lo que conocemos como Reforma Protestante “no comenzó en realidad ese 31 de octubre de 1517, cuando Lutero clavó sus noventa y cinco tesis en la iglesia de Todos los Santos del castillo de Wittenberg. Ya a finales del siglo XV se hacía imperante una Reforma y esto se notaba en los escritos de los humanistas laicos y eclesiásticos. No resultaba ya posible seguir hablando en el nombre de Cristo para reclamar gravámenes, tasas y prebendas a cambio de la promesa de la salvación. El prototipo de novela picaresca en España, el Lazarillo de Tormes, de innegables raíces erasmistas, redactada en los círculos del humanista conquense Alfonso de Valdés, denuncia esta corrupción de la iglesia y los eclesiásticos...”. La literatura al servicio de la causa.



El lector tendrá la posibilidad de adentrarse en este interesante trabajo, del que extraigo algunos retazos que contienen las afirmaciones que más llamaron mi atención, como la que menciona que “es imprescindible tener conciencia de la complejidad de los fenómenos. Si, por un lado, es más adecuado hablar de ‘Reformas Protestantes’, pues al final del proceso se habían configurado cuatro grandes tipos de cristianismo protestante (luterano, anglicano, reformado y el de la Iglesia libre), por otro, es conveniente distinguir , como se viene haciendo, desde la publicación en 1946 por parte de Hubert Jedin de la Historia del Concilio de Trento, de un proceso complejo de ‘Reforma católica y Contrarreforma’, si bien es cierto que tras el inicio de la Reforma por parte de Lutero todo intento de la iglesia de Roma tiene ya un marcado sello contrarreformador que, en gran medida, es un retorno al paradigma medieval…”. Pero, por otra parte, dice que Max Weber deja claro que “las necesidades de la economía y de la organización social y del comercio del momento conectaban más profundamente con algunos de los principios de la Reforma Protestante”, y que su aportación es un intento de “determinar la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica…”



El autor intenta dejar claro al lector que “en cada uno de estos frentes, la relación con la Biblia y, más in extenso, con el libro, la imprenta y los procesos de lectura, fue matizadamente diferente”, Y que hay que huir de toda opinión cerrada…



Siguiendo a Küng, nos dice que lo que operó primeramente en la iglesia católico-romana no fueron impulsos reformadores, sino reformistas prerreformadores, en su mayoría en la línea media humanista de un Erasmo de Rotterdam y de su programa de “retorno a las fuentes”. “Un ‘evangelismo’ que se podía observar ante todo en el ámbito externo a la Reforma, en España e Italia...”. Continuando con Küng, nos dice Vázquez Medel, que “El lugar de origen de la Reforma católica fue no Roma, sino España, especialmente gracias a la influencia de Erasmo y a la acción del humanista franciscano Francisco Ximénez de Cisneros”.



Y hay más. Comenta que, según conclusiones de Marcel Bataillon, “Desde la aparición de la Biblia Políglota de Alcalá hasta la de ‘Don Quijote’, el humanismo cristiano de Erasmo ejerció una influencia singularmente fecunda. La historia del erasmismo español ilustra de manera impresionante el significado de Erasmo en la revolución espiritual de su tiempo”.  “La imprenta, por vez primera desde que los hombres hacían libros, permitió a un escritor llegar en muy poco tiempo, de un extremo a otro de Europa, hasta inmensos públicos en que se contaban lo mismo reyes que artesanos”.



Señala también que “Hay, por así decirlo, una constante tensión del libro en la comunidad creyente. Y como dice Olegario González de Cardedal: “Tensión que se ha acrecentado a partir del Renacimiento y de la reforma, en la que la conciencia individual reclama frente a la autoridad constituida o a la institución sacramental ser el órgano de interpretación de la revelación de Dios en el mundo. La imagen del humanista o del reformado, con la cabeza enhiesta y el libro fuertemente cogido entre sus manos, es el símbolo de la nueva época y del acceso individual a la verdad de Dios desde la propia conciencia, leyendo directamente en el libro la revelación de Dios a la propia vida sin necesidad de iglesia que lo interprete. / El libro se convierte así en el arma del individuo frente al poder, de la libertad interior frente a la autoridad exterior, de la conciencia que interpreta por sí misma, frente al sacerdote o al letrado que imponen desde fuera una interpretación…”. 



Más adelante es interesante su llamado a reflexionar sobre la extendida opinión de ‘La Reforma, hija de Gutenberg’ gestada desde opiniones que veían la imprenta como una dádiva de Dios para viabilizar la Reforma. Y cita a Lutero: “La imprenta es el último don de Dios, y el mayor. Por su mediación, en efecto, Dios desea dar a conocer la causa de la verdadera religión a toda la tierra, hasta los extremos del orbe”.



El autor cita a Jean François Gilmont: “Útil será el recordar que la eclosión de la Reforma coincidió con una revolución en los medios de comunicación. El descubrimiento de Gutemberg modificó las condiciones del movimiento de ideas, acelerando la circulación de los textos y reduciendo el coste de cada copia. Pero no conviene magnificar el impacto inmediato del invento en una sociedad todavía analfabeta...  el nuevo arte no cobró conciencia de su originalidad sino a través de una lenta gestación de casi ochenta años”.



También menciona que dentro de estas condiciones favorables para la difusión de las ideas reformadas no hay que olvidarse de “la coincidencia del desarrollo de la imprenta con el avance de las lenguas vernáculas frente al latín, así como el ascenso de una burguesía en la que los seglares, muchas veces escandalizados por el comportamiento corrupto de las jerarquías y del clero, no querían quedarse fuera de la vida de la iglesia”.



Además, comenta que los reformadores tenían la gran preocupación de disponer de la Biblia en lengua vernácula para que los fieles tuvieran un acceso más fácil. Y asevera que según Gilmont, no sólo Lutero toma ese camino, sino que antes que él terminase su traducción en 1534, los pastores de Zurich ya habían propuesto una Biblia en alemán en 1530. Y en 1526 ya había estado a la venta una Biblia en neerlandés; de 1532 es la Biblia en italiano de Antonio Brucioli; de 1535 la traducción al francés por Pierre Robert, y ese mismo año la traducción al inglés por Miles Coverdale... son algunas de las ediciones manifestadas por el protestantismo. Pero se comenta que el fenómeno editorial gestado en torno a la Biblia fue más impresionante. “Las reediciones se sucedieron a ritmo rápido: la Biblia alemana de Lutero conoció más de cuatrocientas, totales o parciales, antes de su fallecimiento”.



Realmente todo esto es interesante... Qué bueno es conocer cómo se gestó este proceso que culmina en que hoy yo pueda tener una Biblia en mi idioma, y pueda leerla, ya sea por la mañana, la tarde o la noche... Y de otras joyas de la literatura.



Se recuerda que la traducción de Casiodoro de Reina, “inspirada de cerca en la edición del Nuevo Testamento de 1556, de Juan Pérez de (la) Pineda, editado en Bruselas (Bélgica), que a su vez se basaba en las traducciones de 1543 de Francisco de Enzinas publicadas en Amberes (Bélgica), llevó doce años a sus autores. Y es importante también tomar en cuenta los trabajos de Juan de Valdés, Juan (Diego) de Medina y Julián Hernández. En 1569 se publicó en Basilea (Suiza) la primera versión. El texto revisado por Cipriano de Valera, impreso en Amsterdam, Países Bajos, en 1602, fue la más difundida de las versiones de la Biblia en español durante siglos...”.



También llama la atención el hecho de que, como señala el autor de este trabajo, no sólo se multiplicaron las ediciones de la Biblia, sino que se amplió el trabajo de los impresores al editar catecismos, salterios, libros litúrgicos dirigidos al pueblo, comentarios bíblicos, etc. Es más, dice que Wittenberg y Ginebra se beneficiaron de la difusión de los escritos de Lutero y Calvino. Estos hechos contrastan cuando, citando a Gilmont, se refiere al hecho de que los reformadores adoptarán una postura más restrictiva en cuanto al acceso directo a la Biblia, “tras verse desbordados por algunos discípulos”. Situación que cambiará “frente a la revolución que supondrá en el siglo XVIII el paso a un modelo extensivo y menos controlado de lectura”.



“La Reforma supuso, con su vuelta a la Escritura, un impulso muy importante y un impulso dinamizador para la producción de escritos en la naciente imprenta, que iban orientados a públicos muy distintos ... los modelos de imprenta son muy distintos de un país a otro de Europa... la influencia de los poderes económicos y políticos en el desarrollo del libro impreso, marca también extraordinarias diferencias entre unos y otros países”.



Aun así, se comenta que, junto al avance de las prácticas de lectura, sea en grupos, en solitario, en alta voz o movimiento de labios, “no hay que olvidar la coexistencia de la tradición oral, especialmente en la predicación y el uso híbrido de la lectura y audición, imprescindible para llegar a un pueblo aún iletrado. Todo ello sin olvidar la importancia de las copias y la tradición manuscrita en el siglo XVI”.



“Aunque centrado el proceso en la Biblia y otras lecturas religiosas (catecismos, comentarios, obras piadosas, etc.), es preciso reconocer también que crece un gusto por la lectura de obras de ficción y entretenimiento, que reciben muy diversa consideración tanto entre católicos como entre protestantes. Por otro lado, incluso la mejor literatura no puede quedar al margen de las grandes cuestiones de la época, como ha quedado demostrado, por ejemplo, en la influencia del erasmismo en la obra de Cervantes y, muy especialmente, en El Quijote, una muestra excepcional de la importancia de las diversas formas de lectura (y de los beneficios y peligros de ella) en la España de finales del XVI”. Interesante...



“La necesidad de adquirir mayor competencia lectora empezará a abrir caminos a grandes reformas del sistema educativo... El modelo de lectura del siglo XVI incluye modelos distintos tendiendo a la lectura personal y en silencio, aun cuando convivan con las lecturas públicas. Es innegable que todos estos avances en la reforma de la lectura amplían la brecha entre un norte de Europa más culto y un sur más iletrado”. 



Se dice que además del libro existían “otros productos y objetos que permiten otras formas de ‘lectura de la imagen’... La Contrarreforma que se consolida en Trento utilizará la plástica del Barroco y su desarrollo iconográfico como un elemento de adoctrinamiento del pueblo...  por estrictos que en ocasiones fueran los controles sobre los procesos de lectura entre los reformados, no llegaban al rigor que ejerció la Iglesia Católica tras el Concilio de Trento, y especialmente a partir de la publicación en marzo de 1564 del Index librorum prohibitorum: la lectura solo quedaba autorizada a las personas que obtuvieran permiso escrito del obispo o del inquisidor...”.



“... la Reforma protestante no sólo introdujo importantes claves para el impulso de la vida en la modernidad euro-occidental en el lado de los reformados: obligó también a los católicos a replantearse muchos de los fundamentos de su cosmovisión...”.



Conviene leer todo el artículo, viajar por pasajes de nuestro pasado que nos hace ser agradecidos con nuestros ancestros espirituales. Para finalizar el artículo, el autor incluye un tercer apartado que titula: ‘Erasmismo y reforma protestante en España, Andalucía, Sevilla’, donde, entre otras cosas, comenta que José Luis Abellán y Bataillon coinciden en “que el erasmismo es más una reforma mental que de las costumbres, basada en el juicio propio, frente al ‘juicio común de la gente’, exaltando la libertad del cristiano que imita a Cristo”.  Y añade que “para el humanista holandés un cambio de modo de pensar, basado en una ‘Philosophia Christi’, debería traducirse en un cambio a la acción. Las implicaciones filosóficas del erasmismo se centran en torno a tres núcleos, el hombre, la libertad y la experiencia, que caracterizan lo mejor del pensamiento y de la creación literaria en la España de la primera mitad del siglo XVI. Y que el drama de Erasmo fue que Europa no siguió sus grandes propuestas después de su muerte, como afirma Felip Lorda, pero que este drama, más que el de Erasmo, es el drama de Europa: “Erasmo la preconizó muy distinta. Para empezar, sin la Reforma ni la Contrarreforma, sin guerras, transida del espíritu de concordia y amor que cohesiona el cuerpo místico de Cristo y en marcha hacia una civilización y civilidad que contribuyeran a mantener cada vez más erguida la dignidad del ser humano. Una Europa, bien a la vista está, que no ha podido ser”. 



En este apartado también me interesó leer que el autor comenta que Sevilla es el segundo gran foco del erasmismo en España, aunque tal vez el primero cronológicamente, si nos atenemos a la primera traducción de Erasmo, la sevillana del ‘Contio del Puero Jesús’ de Diego de Alcócer (1516). Y que en la biblioteca colombina están catalogadas unas doscientas obras de Erasmo... pero también se señala que el erasmismo se propagó esencialmente a través del sermón (citando a José Luis Abellán) y que tal vez los nombres más destacados fuesen Vargas, el Doctor Egidio, como se conocía a Juan Gil, y el Doctor Constantino, el más relevante de todos y que fue condenado por hereje al final de su vida. Cita a Moreno Alonso y su libro ‘Historia de Andalucía’, donde insiste en que “el foco protestante sevillano fue el más importante de los españoles, tanto por el número y la calidad de los comprometidos. Entre estos figuraban nombres como Antonio del Corro, quien ocupó una cátedra de teología en Oxford y Cipriano de Valera, traductor del ‘Catecismo’ de Calvino, que también había corregido la traducción de la Biblia de Casiodoro de Reina, otro huido de Sevilla…”.  



Se recuerda que en el Auto de fe de 1558 hubo veintiún condenados a muerte y que se dictaron ochenta penas más ligeras. Y se quemaron los restos de los doctores Egidio y Constantino, muertos años antes.



Finaliza Vázquez Medel: “Todos ellos, desde la distancia que introduce el tiempo presente, como buscadores de la verdad, merecen nuestro reconocimiento y nuestra gratitud”. 



Paz a todos. Un abrazo.



 



Jacqueline Alencar, Tejares 2016


 

 


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COMENTARIOS

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Alfredo
09/08/2020
17:20 h
2
 
Interesante artículo para reflexionar. Cabría añadir que la Iglesia no se oponía a que la Escritura llegara al pueblo , se oponía a que alguien escribiera su teología en la Escritura. Por ejemplo, Martín Lutero añadió un "sola" que no está escrito en la Bibia, pero él verdaderamente estaba convencido que Pablo enseñó "sola fide" y así lo escriibió. Aún hoy sus discípulos insisten que no es una adición.
 

Luis
09/08/2020
09:52 h
1
 
Un detalle: en el año 812 el asturiano rey Alfonso II el Casto mandó editar una Biblia en la lengua del imperio, la llamada Biblia Danila, así llamada en honor a su autor. Por diversas vicisitudes de la historia, de sus orígenes en Oviedo pasó a Italia donde se conservan los originales hechos con piel de cabritillos. En la catedral de Oviedo se conservan copias. El pueblo no sabía leer pero sí se disponía de versiones de la Biblia en otros idiomas antes del XVI. La gran ventaja fue la imprenta.
 



 
 
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